LOS LIBROS VITALES: 1976

EGO8 junio, 2016

«1976» de Héctor Flores (Chaco de la pitoreta) nos revela una poesía construida desde lo íntimo de un viaje, ese viaje en el que nos vemos tentados a entrar, ése que nos lleva siempre a la infancia. La obra del Chaco, y «1976» es sólo una marca más en su mapa personal, está profundamente marcada por la cercanía que su autor tiene con el lugar natal, está claro que el autor tiene un compromiso político y que la poesía es el medio para dar voz a hombres y mujeres, que como en él, El Aguán se convierte en un vínculo con la existencia misma. Como en otros momentos en los que he escrito sobre la poesía de Flores, hoy, puedo confirmar que la valoración de la poesía que el Chaco construye no debe hacerse únicamente desde lo estético, se deben valorar otras aristas que definen el rostro de una poética mucho más cercana con los hilos de lo humano, las pequeñas cosas que hacen posible la vida misma, todo aquello alejado de la parafernalia de un mundillo literario al que le es ajeno ciertas experiencias.

***

1976-Chaco

1976

De aquella mañana no queda nada

apenas los lamentos de la madre

y el alcohol del padre.

Queda la huella en el tiempo

la nostalgia

y las ganas de volver ahí.

no queda mucho

unos cientos de horas

los ojos de la mujer

y el eco del llanto

rompiendo al mundo.

No queda mucho

solo los mapas del tiempo

y una vieja brújula en la memoria

para volver los pasos

en el momento posible.

El primer día

Entre teja y barro

al costado de la cruz

del otro lado del río.

Con el olor eterno

del fuego que nunca se apaga

al ritmo del agua que siempre hierve

en la mirada eterna

al otro lado del mundo.

Entre sábanas del tiempo

con las nubes por caricia

y aquella sensación de lo nuevo

que en este lado

se hace eterno…

En aquel lado de Manto

y de este del río Pito

1976 se hizo luz

El Tablón cuenta la historia.

El Tablón

Sólo son tres saltos

y dos miradas

para que en la falda del cerrito

emergen tus tejados.

Como escribir distinto

pedacito de cielo

si en tus callejones eternos

se hicieron fuertes e indomables

los callos que hoy me definen.

Todavía van tus calles

dibujadas en los surcos de mis años

empeñadas en mantener polvo

amasando barro nuevo

para nombres nuevos.

El río Pito

Fue sólo un salto

y las aguas de la posa se rompieron

y se tragaron mi historia.

En las ondas del embalse

se dibujaron las rutas

en las corrientes del río se fueron los apegos.

Fue sólo un salto

y del otro lado la baronesa

la del rugir incuestionable

y ruta marcada

anunciando la partida

como canción sin viceversa.

Manto

De lejos la cruz

de cerca la vida

entre las calles los sueños

con los sueños la gente.

Manto arropa

cobija la vida

y reinventa la esperanza.

Y se despierta cada mañana

Entre rayos de sol

y rizos de pino

arrullando el camino

recibiendo al peregrino.

Manto se ve en la cordillera

allá donde los ojos ponen la esperanza.

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