DARÍO BANEGAS: UNA CARICATURA SIN FIN

EGO4 junio, 2016

Entre la ética, el humor y el designio divino

El proyecto fantasma de la Academia de Bellas Artes.

Entre la arrogancia que lo ha caracterizado y la protección mediática que le ofrece el medio periodístico donde labora, Darío Banegas, refugiado bajo el manto sacrosanto de la religión, y ahora como diputado del Congreso Nacional de la República -dos veces elegido-, no sería descabellado, si de cabellos se tratara, preguntarle sobre aquel proyecto fantasma cuando en otrora tiempo fungió como director de la inexistente Academia de Bellas Artes y de la antes desolada Casa de la Cultura de San Pedro Sula.

Es menester acercársele y preguntarle sobre las declaraciones que dio a Diario La Prensa en reacción a las acusaciones hechas por el extinto Diario Tiempo, cuando lo acusaron de «paracaidista» en la administración del ex alcalde sampedrano Rodolfo Padilla Sunceri.

Lo que declaró el caricaturista y diputado por el Partido Liberal aproximadamente hace diez años fue que las acusaciones eran motivadas por razones políticas, originadas por la publicación de una caricatura suya sobre Manuel Zelaya Rosales y Yany Rosenthal:

«La motivación de esa apreciación es la venganza por una caricatura que publiqué en La Prensa el día sábado 6 de enero en la que establezco mi opinión sobre la evaluación de los ministros que anunció el presidente Manuel Zelaya, a quien dibujé como siervo del ministro de la Presidencia, que aparece en la caricatura como majestad decidiendo quiénes de los secretarios de Estado merecían quedarse en el gabinete y quiénes no. Mientras sea fiel a mi criterio independiente siempre encontraré opiniones desfavorables».

Pero la fidelidad al «criterio independiente» es una utopía. No encontraremos del ex director de la invisible Academia de Bellas Artes caricaturas de los dueños de las empresas que pertenecen al grupo OPSA.

Cabe agregar que durante ese periodo que trabajó para Padilla Sunceri las caricaturas desfavorables contra el alcalde cesaron.

Por otro lado, arremetió contra el ex ministro de la Presidencia, Yany Rosenthal, quien ahora espera juicio en Estados Unidos por el delito de lavado de activos:

«esa publicación del diario, propiedad del ministro, sólo contiene falsedades porque desconocen lo que estamos haciendo por la Academia de Bellas Artes.

Se burlan de mis libros, quieren enlodar mi carrera y recurren al viejo método del descrédito personal porque la caricatura que originó su alergia es una obra bella e irrefutable».

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Foto cortesía de dario La Prensa

El viejo método del descrédito o la obra bella e irrefutable

¿Las caricaturas no son de alguna manera una forma de enlodar humorísticamente la carrera o vida de los caricaturizados? ¿No es acaso un viejo método del descrédito la carnavalización de un contexto o personaje para deslegitimarlos o mostrarlos en su absurdidad? El humor es una poderosa herramienta y todo aquello que tememos también es materia prima. El humor, asimismo, habla de la conducta de los hombres y es una manifestación ética. Tiene dos opciones: premiar o castigar conductas. Cuando el humor es independiente y no es autocensurado por la relación empleador- empleado sí podríamos pensar en libertad de expresión y de cierta objetividad propuesta sobre el sistema de valores y el contexto en que se realiza. Ética, en el sentido que se ejerce la censura sobre conductas o errores de los otros.

¿Es una mala política para un caricaturista hacer caricaturas políticas? ¿Involucrarse en la política y pensar que como antiguo juez está exento de ser juzgado? ¿Es saludable tirar piedras y esperar no recibirlas? Sin embargo, ¿de qué más podrían hacerse caricaturas en este país? ¿De qué más si no de aquello opuesto a su preconcebida idea de política, según la línea del diario donde se labore? En el supuesto que otro caricaturista hubiera asumido ese nada detestable cargo con un generoso sueldo por hacer propaganda de un proyecto que nunca inició, ni concluyó, ¿no habría salido de su pluma talentosa una «obra bella e irrefutable» que originaría la alergia y venganza de seres malvados y envidiosos que únicamente hicieron lo mismo que él: denunciarlo, por ética? El humor también obedece a las reglas de mercado como producto cultural. De allí el enfrentamiento entre dos periódicos de distintas familias que son figuras dominantes en el sector mediático. Y si de algo puede estarse seguro, es que la ética se ejerce desde distintos bandos y puntos de vista.

Todos «enmudecen si el puñal es de oro»

¿Cabe preguntarse y preguntarle al caricaturista y diputado liberal Darío Banegas qué era aquello que desconocían sus agresores y que se estuvo haciendo en favor de la cultura y las artes? El tiempo da las respuestas y ha sido claro y las máscaras deshechas. ¿Acaso no guarda similitud este caso al del ex director de Cultura, Artes y Deportes, Ponce Morazán, a quien el presidente de la República de Honduras, Juan Orlando Hernández, ofreció el puesto en compensación del fraude electoral que lo dejó fuera de una silla del Congreso Nacional? ¿O el caso del ex alcalde de Tegucigalpa, Ricardo Álvarez, cuando dijo públicamente que ya sabía cómo se sentía el ex presidente Manuel Zelaya Rosales, cuando, según él, perdió de manera fraudulenta las elecciones internas de su Partido Nacional, para que después el señor Juan Orlando le ofreciera un puesto dentro de su gabinete? ¿Diplomacia o venta y compra de personas? Conductas moldeables o modificables. Hay diferentes maneras de silenciar a una persona. Y estas prácticas se remontan desde la antigüedad. Los trueques o negociaciones políticas son parte del oficio y Darío Banegas también le entendió al trámite. Todos «enmudecen si el puñal es de oro» escribió el poeta Roberto Sosa.

Banegas justificó su salario como director de la Academia de Bellas Artes porque según expresó en su momento diseñar un programa y un proyecto así requería de recursos: «un proyecto así no se levanta de la noche a la mañana y hemos tenido que diseñar los programas de las disciplinas que vamos a enseñar, conceptualizar todos los contenidos académicos, los planes de enseñanza, diseñar el perfil de los maestros que vamos a contratar y sentar las bases para que el proyecto sea sostenible y de ser posible autosuficiente.

Además, hemos establecido aproximaciones con instituciones culturales y gobiernos de otros países que nos brindarán asistencia y compartirán sus experiencias para que establezcamos las bases sólidas de una escuela donde se enseñe con calidad dibujo, pintura, cerámica, teatro y fotografía».

Sin embargo, hay algo que él omitió en defensa de su persona: que él no elaboró nada, sino que todo había sido desarrollado antes por intelectuales de la zona norte que colaboraron con el arquitecto Roberto Elvir, según ha aclarado él mismo, y demás entrevistados, además que tampoco nadie recibió salarios y beneficios por el proyecto.

El arquitecto Elvir dijo haberle dado el proyecto a Darío Banegas, el mismo que sintetizó en una exposición de PowerPoint que le presentó al ex alcalde Padilla Sunceri, sin los créditos pertinentes.

Poco más del medio año duró el espejismo. El diputado aseguraba que ya estaban «abocados al momento de empezar a capacitar al personal que tendremos a fin de integrarnos en una sola visión y que la Academia esté lista para enseñar con calidad».

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Por su parte, el ex alcalde Rodolfo Padilla expresó que tales acusaciones carecían de fundamento, que tampoco entendía por qué se criticaba un proyecto que beneficiaría a la ciudad sampedrana y le daría mayor estatus: «No sé por qué se genera la crítica a un proyecto que le da más estatus a la ciudad. La Casa de la Cultura se inaugurará en agosto porque ya hay una empresa que ganó la licitación y que hará las remodelaciones, por valor de 12 millones de lempiras, que deben finalizar en ese mes. Próximamente saldrá una licitación para la compra de los materiales e insumos».

Habrá que formularse la siguiente pregunta, hasta obtener una respuesta, si ya había una empresa que había ganado por licitación los contratos de remodelación, ¿qué ocurrió con el presupuesto designado para ejecutar el proyecto? Comenzó a remodelarse el ala norte del edificio José Trinidad Reyes y se sacaron fotos publicitando el proyecto fantasma, todo documentado por Diario Tiempo y Diario La Prensa. ¿Pero qué ocurrió?

Expertos en ingeniería y arquitectura aseguran que las técnicas no eran las indicadas y que fue un despilfarro de dinero. El proyecto se abandonó. En su momento, el ex alcalde Padilla confirmó que confiaba en la preparación del ahora diputado por el Partido Liberal y que volvería a contratarlo: «si me tocara volver a elegir a alguien que manejara el proyecto, volvería a escoger a Banegas porque me parece que es la persona más preparada y con mayor capacidad. Además, ha trabajado según mis expectativas en la preparación del proyecto y en la preparación del personal.

Banegas ha sido como un ingeniero que diseña una nueva represa, y aunque ésta no esté construida no quiere decir que no haya trabajado».

Como suele decirse en jerga local: Banegas saludaba con sombrero ajeno.

¿Qué quedó del proyecto fantasma? ¿Qué se hicieron los otros gobiernos e instituciones cooperantes que asistirían al director para que la Casa de la Cultura funcionara? ¿Dónde están las personas que fueron capacitadas?

Pasaron diez años. Rápido transcurrieron. En ese período Banegas fungió y aún funge como diputado en el Congreso Nacional. ¿Acaso ese sueño de la Casa de la Cultura o Academia de Bellas Artes no pudo ser gestionado desde el Congreso?

Solo quedan preguntas alrededor del tema. Si por ética o designio divino fue nombrado director de la Casa de la Cultura. Y una certeza: ¿no es acaso esta historia digna de una caricatura sin fin?

Por fortuna, ha sido el Club Rotario de San Pedro Sula, la Secretaría de Cultura, Artes y Deportes, y vale subrayar el papel decisivo de la Secretaría de Educación del gobierno actual, más el Colectivo Enjambre Cultural y el gremio de artistas e intelectuales de San Pedro Sula, de distintas generaciones, que han trabajado ad honorem, sin recibir salarios o beneficios, quienes han echado andar un proyecto que lleva décadas ejecutándose, del que algunos se aprovecharon y otros sí contribuyeron desinteresadamente.

  

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