DESA o la demagogia del dinero

Tegucigalpa.

La mañana del viernes 6 de mayo fue gris, y por primera vez en varios meses se sentía el frescor en Tegucigalpa. A las 9 de la mañana de ese día entraron a los juzgados los presuntos responsables del asesinato de Bertha Cáceres: Sergio Rodríguez, quien laboraba como gerente en DESA, la empresa responsable por el proyecto hidroeléctrico Agua Zarca, contra el que Berta Cáceres luchó hasta los últimos momentos de su vida; Douglas Yovani Bustillo, Mariano Díaz Juárez y Edilson Atilio Duarte Meza. Los acusados se sometieron a la ineludible procesión que han encarnado tanto otros antes que ellos: bajar de la patrulla de la Policía Militar, que los traía desde el centro penal en Támara, intentar caminar a pesar de las «chachas» que restringían sus pies y manos, y eventualmente entrar a las celdas en el sótano de los Juzgados de Letras de lo Penal de Tegucigalpa en espera de que comience la audiencia.

Lo que no se esperaba, sin embargo, fue lo que ocurrió aproximadamente una media hora después: un pequeño grupo de hombres y mujeres, con aires de no conocer la ciudad, se movilizaron hasta ubicarse en la esquina de la calle paralela a la de la entrada de los juzgados. Luego se sabría que eran originarios de La Esperanza, aunque aún no se sabe cómo llegaron hasta Tegucigalpa. Portaban pancartas que decían, “Sergio, Dios está con vos”, “Justisia (sic) para Sergio”, “Solidaridad para Sergio”, “Sergio, estamos con vos”. Algunas pancartas tenían una caligrafía pulcra y ordenada, con una ortografía inmaculada. Otras tenían la letra temblorosa de quien apenas sabe escribir.

Los manifestantes permanecían apiñados en su esquina, sin moverse, en silencio. Observaban, perplejos, a las hileras de policías militares que impedían el paso calle arriba, y un leve azoramiento los envolvía cuando se acercaban las cámaras y los medios. La expresión en sus rostros era seria, de serena confusión, como quien se dedica a una tarea que no termina de comprender, pero sabe que está en la obligación de cumplirla. No hubo consignas ni apoyos a causas colectivas, mucho menos menciones al resto de los acusados.

Juzgados Tegucigalpa

Alrededor de las 11 de la mañana, el portavoz del Ministerio Público, Yuri Mora, anunció que la investigación había ampliado el número de detenidos de cuatro a cinco. El quinto detenido no era otro que el hermano gemelo de Edilson Duarte, Emerson. La detención se realizó en La Ceiba, donde se encontró el arma homicida. En una especie de manifestación del realismo mágico, inmediatamente se materializaron dos mujeres afirmando ser la madre de los gemelos y la esposa de uno de ellos. De acuerdo a sus declaraciones, todo era mentira. Los dos hombres habían estado en La Ceiba el día del crimen. Era una trampa maligna concebida quién sabe por quién.

«Los derechos humanos de Edilson y Emerson estaban siendo violados», decían las mujeres, que comparecieron ante todos los medios de comunicación posibles, abogando por la inocencia de sus familiares.

La señora mayor decía que estaba ahí para entregar una ropa a sus hijos. Afirmaba que son dos muchachos trabajadores que se dedican a la construcción y que ninguno de ellos había poseído un arma de fuego en su vida. No lloró, pero mantuvo una expresión amarga de cansancio. Ella y la esposa de su hijo, que a diferencia de su suegra tenía una vitalidad impresionante y una voz que se podía escuchar a través de todo el salón de los juzgados, permanecieron a la espera de sus familiares toda la tarde y ya entrada la noche, cuando se suspendió la audiencia. Ninguna de ellas fue llamada como testigo.

Familiares de imputado

Todo el asunto da una sensación de ser parte de una impostura, de estar en medio de fachadas malamente elaboradas y no saber lo que hay detrás. Sin embargo, si algo nos ha dejado claro este caso, es que sí sabemos, a grandes rasgos, lo que hay detrás: los poderes económicos que desde la sombra orquestan las acciones que a nivel público moldean el imaginario colectivo. DESA está detrás de los mudos manifestantes en favor de Sergio Rodríguez, al igual que está detrás de que la primera línea de investigación en el crimen de Bertha Cáceres fuese un motivo pasional, al igual que está detrás de innumerables comentarios y hasta noticias que pintaban una Berta adscrita a la mínima expresión de un ambientalismo estilo corporativo de plantar un arbolito o correr en maratones, una Bertha promiscua, una Bertha viciosa, una Bertha de luchas políticamente correctas dentro del canon narcofascista.

El objetivo es claro: quitar a DESA y sus afanes explotativos y extractivistas de la palestra pública, y depositar en Bertha todas las dudas  y ambivalencias que, en el caso de que DESA fuese transparente y totalmente visible en sus intenciones, suscitarían el rechazo a sus proyectos.

¿Qué trata de hacer DESA con traer un grupo de campesinos a mostrar su apoyo por uno de sus gerentes? Está intentando llevar la lucha al nivel de base, en el que Bertha se desempeñó con tanto éxito. Sin embargo, fallaron al no considerar que lo que Bertha logró en las comunidades no tenía que ver con dinero. Bertha no contrató a las comunidades para que la apoyaran. Ella se sumergió en las necesidades de las comunidades y  enarboló la bandera de lucha contra los poderes económicos que amenazaban con usurpar lo que les pertenecía por derecho. Sufrió persecución, intimidación y en la última circunstancia, la muerte por sus compromisos con estas comunidades. Logró que un gran grupo de personas caminaran con ella desde Intibucá hasta Tegucigalpa, armados solamente con el hambre y sed de justicia.

DESA, en cambio, tiene dinero para pagar el apoyo de un grupo de personas, pero todo el dinero del mundo no podrá borrar la perplejidad de quien simplemente realiza un trabajo, sin saber qué significa. Lo que es evidente, sin embargo, es que por la duración de este juicio no será posible deshacernos de estas fachadas malamente elaboradas, ya que aunque no sea barato transportar por varios días a grupos de personas de La Esperanza a Tegucigalpa, es mucho más caro que se impregne en la conciencia colectiva que estos cinco imputados son parte de una estructura económica que responde a la empresa DESA y la banca que financia estos proyectos, y hasta dónde son y han sido capaces de llegar estas estructuras para asegurar sus dividendos.

Imputados Bertha Cáceres

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