LA NORMALIZACIÓN DE LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN LOS MEDIOS

Nincy Perdomo21 septiembre, 2018

Esta semana se hizo viral un video de un espacio abierto a la participación de particulares en un canal de televisión local, donde un hombre, llamado Gerson, pidió al canal comunicarse con su ex pareja para pedirle que regresara con él. La llamada en cuestión se hizo. La mujer, de nombre Yeimy, contestó el teléfono y, al escuchar la voz de su ex pareja, reveló que la razón por la cual lo dejó fue el abuso físico al que el individuo la sometía constantemente. El hombre, increpado por la mujer, le responde, «¿Vos creés que es bueno lo que vos me estás haciendo a mí?» Yeimy continúa repitiendo que ya no quiere nada con este individuo porque él la golpeaba constantemente. El hombre, que en todo momento ignora el constante reclamo de la mujer, le responde, «Cómo sos va, que sólo te serviste de mí cuando me ocupaste.» Yeimy se despide y corta de inmediato la llamada, haciendo evidente su nulo deseo de comunicarse con su agresor.

Lo sorprendente tras el salto a la viralidad de este video, que retrata un ciclo vicioso que viven miles de parejas y familias en nuestro país, es la respuesta que ha tenido el mismo por parte de la población. El mensaje ha sido dirigido en su mayoría hacia la agredida: mujeres y hombres que piden a Yeimy que regrese con su agresor, machos que comentan «por eso no hay que rogar a ninguna,» mientras algunos se deshacen en insultos contra la mujer. Todo esto enmarcado en la macabra carcajada general que ha provocado este incidente. Memes a diestra y siniestra, emoticones, miles de compartidos en un proceso de transferencia sociocultural que al fin y al cabo viene a concluir en lo siguiente: mientras no la hayan matado, la violencia contra la mujer es un asunto de risa.

En casos fuera y dentro de nuestro país, las mujeres que han sido víctimas de femicidios a manos de sus parejas generalmente denuncian a sus parejas en las instancias policiales, donde reciben poca o nula atención a sus denuncias. Por lo general son enviadas de regreso a sus casas, donde siguen siendo abusadas física, psicológica y patrimonialmente por sus compañeros de hogar, hasta que finalmente deciden irse de sus hogares. El compañero de hogar, entonces, comienza a buscar a la mujer, haciéndole promesas de una nueva vida y mejores tratos. Cuando la mujer regresa, el abuso físico y psicológico recrudece con mayor fuerza después de un corto período de aparente armonía. Es precisamente en esos períodos donde se registran muchos femicidios. Ese fue el caso de Norma Lilliam Ávila, de 29 años, que al intentar divorciarse de su esposo éste le advirtió que la mataría antes que ella sostuviera una nueva relación sentimental. El 27 de enero de este año, Ávila acudió a la estación policial de la Colonia Planeta para denunciar a Hugo Daniel Cruz por violencia doméstica, pero los elementos de la Policía Nacional le dijeron que volviera el día siguiente. El 28 de enero Norma Lilliam Ávila fue asesinada por su esposo.

Casos como el de Norma Lilliam Ávila hay muchos en nuestro país, y comienzan como la historia de Yeimy: tras alejarse de su agresor, éste busca por diferentes medios acercarse nuevamente, utilizando un lenguaje aparentemente cariñoso, pidiendo perdón y jurando amor. Cuando reciben una negativa a sus ruegos, como ocurrió en el video de Yeimy, el agresor responde con reclamos que apuntan a un chantaje emocional: «¿Vos creés que es bueno lo que vos me estás haciendo a mí?» «Cómo sos va, que sólo te serviste de mí cuando me ocupaste.» Son frases que en muchas ocasiones han logrado que una mujer se quiebre y regrese con el agresor que podría terminar siendo su asesino. Esas mismas frases que hoy cientos de hondureños comparten divertidos en sus muros de Facebook y en sus grupos de Whatsapp, ignorando la historia de sangre y lágrimas que hay detrás de la escena trágica que hoy difunden como un chiste.

El medio de comunicación en cuestión ha explotado esta situación hasta el máximo, regalando bonos de compras a Gerson y montando todo un espectáculo para «conseguirle una nueva novia». El jueves anterior el hombre estuvo en el estudio del canal nuevamente, donde posó en fotos con las presentadoras del canal y participó en vivo nuevamente. Efectivos de la Policía Nacional se presentaron para hacer una supuesta investigación sobre las denuncias que virtiera Yeimy en su llamada telefónica, lo que también fue aprovechado por el canal como parte de la representación. Tras detenerlo brevemente, el hombre regresó a su colonia, donde fue recibido como un héroe por sus vecinos, que sostenían pancartas urgiendo a la ex pareja del agresor a regresar con él y atacándola por la decisión que tomó.

Si se trata de una impostura del medio de comunicación –cuyo estilo ya es conocido por colocar el énfasis en controversias fabricadas y triviales– habría que preguntarse dónde está la responsabilidad de los creadores de esta farsa, que envía un mensaje tremendamente nocivo a la sociedad hondureña. ¿Qué tipo de futuro construimos para nuestro país si enviamos el mensaje de que un agresor puede reivindicarse únicamente con un «gran gesto» mediático? ¿Qué le estamos transmitiendo a las miles de familias hondureñas que viven bajo el yugo de la violencia intrafamiliar? ¿Qué estamos haciendo cuando exaltamos a un hombre violento y ponemos por tierra a su víctima? ¿Que pretendemos cosechar cuando reducimos una problemática como la violencia física contra las mujeres, que tantas vidas de mujeres ha arrebatado este año, a un mero desacuerdo sentimental?

Ningún fiscal investigará de oficio el caso de violencia contra la mujer del que ha sido víctima Yeimy, a menos que éste llegue a consecuencias funestas, e incluso entonces figuraría por años dentro de la mora judicial que agobia a los que buscan justicia en nuestro país. Entre tanto, miles de hondureños seguirán diciendo «le salió guaya» y compadeciéndose con el agresor, que parece haber ganado la simpatía del público a pesar de ser un golpeador de mujeres.

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