UNAH: IV Reforma y estudiantado

EGO29 mayo, 2017

«Como todos los jóvenes, yo he venido a llevarme la vida por delante».                                                      Jaime Gil de Biedma.

Desde finales de la primera mitad del siglo XIX, la Universidad ha sido fundamental para la funcionalidad del Estado y la recreación de una cultura nacional. Ella educó a los hombres que se hicieron cargo de la administración de sus Estados, una vez consumada la emancipación del Imperio español, y creó las instituciones clave en la futura consolidación de un Estado —el hondureño— que lo era solamente en teoría.

No es distinto ahora: la Universidad sigue siendo clave para administración pública. Sin ella, ninguno de los grandes sistemas de la administración pública sería funcional, y por tanto, tampoco el Estado.

Las primeras reformas educativas del país —quizá no recibieron ese nombre— se realizaron durante los gobierno de Francisco Morazán. Por supuesto no prosperaron por la presión ejercida desde los grupos pro-monárquicos.  La segunda se dio cuando a mediados de la década de 1830, el gobierno de Joaquín Rivera ordenó la suplantación del modelo de educación escolástico (religioso-filosófico) por el sistema Lancasteriano (el maestro enseña al alumno y sucesivamente). Pero éste sólo se aplicó mucho más tarde.

Aunque Morazán y Rivera realizaron grandes intentos por modernizar la educación, la primera gran “revolución” de la educación pública (la educación superior) se realizó durante los gobiernos de Francisco Ferrera, Coronado Chávez, y Juan Lindo. Es sus gobiernos renació la educación primaria y secundaria, y se sentaron las bases de la educación superior: se fundó la Universidad.

Los siguientes dos momentos clave en la reformulación de la Universidad se dieron en 1880 y 1957. En el primero, la Universidad de Honduras fundada en el gobierno de Coronado Chávez (1845) se convirtió en la Universidad Central de Honduras, suplantado ahora sí, el sistema religioso escolástico por el sistema científico Positivista-lancasteriano. El segundo fue la consecución de la Autonomía Universitaria obtenida mediante acuerdo político en el gobierno de Ramón Villeda Morales.

Desde entonces, la Universidad experimenta continuos procesos de cambio (reformas), que atañen, sobretodo, al estudiantado: alma suprema de la institución.

No ahondaremos aquí en explicaciones sobre qué es la IV Reforma Universitaria (el Plan General de reforma)[1], un proceso harto conocido por la sociedad estudiantil y académica. Pero diremos, que en esencia, se trata de la implantación del modelo neoliberal educativo que inició en la década de 1970 en los Estados Unidos, con las llamadas universidades Flaships. Es la privatización de la educación superior, es decir, la privatización de la educación pública.

Las Flaships fueron implementadas en los Estados del sur de los Estados Unidos como universidades privadas,  y su visión era convertir a las viejas universidades de enseñanza pública en centros educativos “más competentes y competitivos”. Las universidades se convirtieron en empresas rentables. La educación se convirtió una oferta económica, los alumnos en clientes y los profesores en una especie de “vendedores de conocimiento”.

La educación universitaria estadounidense es una de las más costosas del mundo, y eso no ha hecho de los Estados Unidos la nación con mayor índice educativo. Ese deseo de “mejorar” la competitividad en sus centros de educación superior también les trajo como consecuencia convertirse en uno de los países con mayor exclusividad y exclusión en educación universitaria.

La IV Reforma inició en 2005 con la aprobación de la Ley Orgánica de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en diciembre del 2004, publicada en el Diario Oficial La Gaceta el 12 de febrero del 2005.

Los enunciados de la Ley rezan que «la Reforma es una demanda de la sociedad hondureña y de la comunidad universitaria para que la institución recupere su papel de agente del desarrollo y de transformación de la realidad nacional, para que sea su consciencia crítica y la acción propositiva y creativa frente a los grandes problemas y aspiraciones de los hondureños (as)».

Aunque el Plan General Para La Reformar Integral de la Universidad 2005 centra su proyecto de reforma en dos sentidos (administrativo y curricular), las mayores acciones de las autoridades han sido volcadas al plano administrativo, en la concentración de un poder casi omnímodo de las autoridades, y en la expansión y adecuación de las instalaciones físicas de la UNAH.

Aplaudimos la reestructuración infraestructural de la Universidad: el palacio universitario de los deportes, la construcción de nuevos edificios, de aparcaderos, las reparaciones de las instalaciones, etc. Pero nos preguntamos por qué, a pesar de estar consignado en Plan General, la reforma no ha estado enfocada en cambios cognitivos, investigativos y de “grande respuestas” a la sociedad hondureña.

La Universidad es hoy día una clara representación de la decadencia del país. Es una institución intelectualmente pobre. No es, como corresponde, la institución que da respuestas a los grandes problemas y desafíos de la sociedad hondureña. Carece —con sus excepciones— de grandes investigadores, de mayor incentivo artístico y científico.

Las discusiones del estudiantado sobre la reforma han estado asociadas a la instalación de las Pruebas de Aptitud Académica (PAA), la imposición de representantes estudiantiles ante el Consejo Universitario, la reformulación de las leyes universitarias para la reelección de la Rectora Julieta Castellanos, la violación de la autonomía universitaria por parte de grupos represivos del Estado con permisividad de las autoridades, la represión, encarcelamiento y judicialización de estudiantes, etc.

Las PAA, creadas para seleccionar a los “estudiantes más aptos” para ingresar a la Universidad, son en realidad un primer paso de la privatización, o pueden serlo. Con  la exclusión de miles de aspirantes a primer ingreso en la UNAH, se debilita la educación superior y se fortalecen las carteras de las universidades privadas. Éstas se benefician de una enorme cantidad de jóvenes que al no ser admitidos en la UNAH, ingresan cada año a las aulas de las universidades privadas.

La proliferación de instituciones privadas de educación superior es cada vez mayor, y sus ofertas educativas tienen a ser mucho más prácticas y enfocadas en los mercados laborales de la modernidad. Pero la calidad educativa  de la mayoría de ellas es constantemente cuestionada.

Las PAA permiten directa e indirectamente el fortalecimiento de la educación privada y el decaimiento de la educación pública.

No obstante, el punto del conflicto ha radicado en la afrenta autoridades-estudiantes. Desde el periodo post-golpe de Estado, los conflictos entre la Rectora Castellanos y los frentes estudiantiles  han dejado pérdidas millonarias para la universidad por daños menores a la infraestructura, paro de labores, toma de las instalaciones por parte de los estudiantes, y sobre todo por la cancelación de un periodo académico en 2016, producto de las protestas y tomas de edificios y del campus universitario.

Pero el problema no son los estudiantes. Son las formas impositivas y enclaustradas en que se implementan las reformas. Los estudiantes —como afirmó Ortega— se rebelan porque no tienen otra forma de oponerse. Ellos protestan y luchan porque la educación siga siendo laica y gratuita. Eso sí, no todo es acierto. Y aunque las causas sean justas, muchos de los métodos no. Eso, de uno y otro lado.

El debate académico que enfrenta a las altas autoridades universitarias y la clase dirigente estudiantil debe estar por encima de caos y la afrenta física. Se trata del debate ejercido desde la máxima casa de estudios de la nación. Debe mostrar la valía de las ideas, del conocimiento científico, la capacidad intelectual, la creatividad y el respeto por el pensamiento del otro.

Si el debate no ha tenido estas premisas es porque el estudiantado no ha tomado estas opciones como base de sus exigencias, pero sobretodo porque a quienes tienen “la sartén por el mago” no están interesados en propiciar dicho debate. Se trata de imponer, no de ceder.

El reciente intento de toma en el campus universitario ha demostrado dos cosas: que el estudiantado equivocó su estrategia y método, y que las autoridades universitarias (la Rectora Castellanos) carece de la habilidad democrática y librepensadora que debe imperar en el seno académico. Su responsabilidad es garantizar la pluralidad, el debate intelectual, la promoción y defensa de las ideas como base fundamental de la sociedad. No es reprimir, intimidar, golpear, encarcelar o juzgar estudiantes, como hasta ahora ha hecho para su vergüenza.

La Universidad está en jaque y se ha despersonalizado. Su gobierno interno presenta muchas similitudes con el gobierno nacional: el Presidente es reeleccionista, la rectora también; el gobierno es impositivo y represivo, las autoridades universitarias también; el pueblo pide la renuncia del Presidente, el estudiantado la renuncia de la rectora; el gobierno es no democrático, el rectorado tampoco, etc.

Que las autoridades universitarias hagan arrestar, exponer públicamente, y enjuiciar a los estudiantes que protestan por su derecho a recibir educación pública, es una muestra lamentable de la profunda crisis de democracia, libertad, ideas y pensamiento que debe ser bandera de la Academia.

Si la Universidad no da respuestas a un país repleto de preguntas y ávido de respuestas, ¿entonces quién?

Citas al pie.

[1] Plan General para la Reforma Integral de la Universidad 2005. Disponible en: https://transparencia.unah.edu.hn/gestordocumentos/66

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