Tito Ochoa: «El teatro no está para rehuir la realidad, está para confrontarla».

EGO9 diciembre, 2016

Por Albany Flores


Tito Ochoa Camacho es un reconocido director de teatro hondureño. Nacido en Tegucigalpa, y con una carrera artística de más de cuarenta años, el creador de la nueva escena teatral del país le cuenta a El Pulso sobre su experiencia teatral, su trayectoria, su trabajo escénico y las perspectivas del teatro hondureño actual, desde lo que él considera el nuevo paradigma del teatro nacional: el paradigma de ver al teatro como lo que es, como un oficio.

—. Usted ha dicho en varias ocasiones que comenzó en el teatro desde muy temprano, por influencia de su familia. Pero, ¿a qué edad lo hizo formalmente?

—. «Esa es la pregunta que deberíamos hacernos todos los teatristas, pero antes, habría que preguntarse qué es realmente el teatro. En los 70´s se definió lo que era, en función de un contexto. Entonces, si me pregunta si a los doce años estaba realizando teatro, creo que sí,  pero en función de ese paradigma de los años setenta, ¿y cuál era ese paradigma? Que para nosotros el teatro tenía una función eminentemente política; queríamos que la gente tuviera una conciencia social, porque estábamos viviendo en una dictadura militar. Por ello, ese teatro que hacíamos era directo; en la calle, gratuito, que aparentemente dependía de Extensión Universitaria, pero que en realidad sólo daba  pequeños salarios a los dos dirigentes, y los demás estábamos ahí trabajando de gratis. Tampoco nos planteábamos si lo que estábamos haciendo era realmente teatro, lo único que nos importaba es que tuviera sentido para la causa».

—. ¿Qué cambió y qué permanece de ese teatro de los 70´s al teatro que hace Tito Ochoa en el 2016?

—. «Permanece el compromiso de ver el teatro como algo que sirve para cambiar la sociedad, pero los lenguajes del ahora son muy diferentes. Ese teatro de los 70´s me enseñó humanamente; era como una brigada cultural en la que arriesgábamos la vida, aunque yo no lo supiera porque sólo tenía doce años. Lo hacíamos porque formaba parte de nuestro ser, y ninguno de nosotros se consideraba un artista o director, y no nos interesaba. Nos considerábamos militantes con un discurso político para la gente. Más que clases de voz y dicción —o cualquier otro curso para nuestra formación artística—, tomábamos clases marxismo y filosofía. Hoy día el discurso político permanece, pero el compromiso ético va más allá de partidos políticos y sus arengas. Puedo decirles a los jóvenes que el teatro no debe hacerse sólo por dinero, y que el teatro no se hace para figurar; que en él existe un compromiso ético que más allá de los intereses personales. LO digo porque, lamentablemente, estoy viendo que algunos compañeros jóvenes fallan en esto; y estamos entrando en un nuevo paradigma del teatro».

—. ¿Cómo podría definirse ese nuevo paradigma del teatro?

—. «En primer lugar, el teatro en Honduras se está viendo como un oficio. Dejó de ser esa actividad voluntarista, donde entregábamos la vida por nada. Ahora  queremos que la gente tenga las posibilidades de ganarse un salario y pueda vivir de su actividad. También dejó de ser gratuito —aunque sabemos que no puede serlo—, y dejó de ser hecho por los sindicatos para los movimientos sociales. Desde la década de los ochenta, las obras han sido dirigidas para un público estudiantil universitario y colegial, pero para nosotros la idea fundamental es que asistir al teatro debe ser una actividad voluntaria; no para recibir algo a cambio como un puntaje para una clase. El desafío ha sido lograr que la gente venga, pague su boleto y tenga la sensación de que lo que está presenciando puede equipararse a una estancia en el cine o cualquier otro sitio  donde se disfruta un espectáculo. Pero no un espectáculo que se vende presentando actores famosos o niñas en minifalda, sino uno que hable de la cotidianeidad, que te divierta, pero que te haga cuestionarte con la realidad».

—. Usted dice que en los 70´s, ni usted ni sus amigos tenían consciencia de qué era ser un actor. ¿Tienen conciencia los jóvenes de hoy sobre lo que esto significa?

—. «Pues tienen más conciencia de eso, que del compromiso ético. Incluso algunos creen ser actores, directores o dramaturgos, sin serlo. Es ahí donde se entra en un terreno áspero, porque la gente quiere un éxito rápido; quieren ser actores en dos años. No se puede, así no son las cosas. ¿Qué es lo que te vuelve un actor?, la capacidad de crear personajes. Todos podemos actuar, pero no todos somos actores, todos pueden representar una obra, pero no todos pueden recrear esos ambientes escénicos ni esos personajes: ahí está la función del actor».

—. En Latinoamérica coexiste un teatro de vanguardia con uno tradicional y provinciano. ¿Cómo explica eso en Honduras?

—. «Estoy de acuerdo. Es que no necesariamente la vanguardia que estamos haciendo es algo nuevo, sólo es parte de una reinvención que logra adaptarse en el presente. No es que lo vamos a inventar, porque el teatro nadie lo inventa y ya existe hace miles de años. Ese es el problema con algunos de la creación colectiva o que intentan escribir dramaturgia; porque el teatro parte del teatro».

—. En la década de 1980, usted participó del grupo artístico Rascaniguas. Cuéntenos un poco acerca de esa experiencia.

—.«Rascaniguas vino de esa idea del teatro político, pero ya éramos estudiantes egresados de la Escuela de Teatro y músicos titulados. Por allí pasó mucho de lo mejor de la escena cultural hondureña: Karla Lara, Katia Lara, Tatiana Lara, Hispano Durón, Enmanuel Jaén, Nolvan  Medrano, Mariano Rodríguez, Alfredo Corrales y David Herrera. Este grupo lo formamos con Rafael Murillo Selva, pero él sólo estuvo poco tiempo. Ya había un poco más de calidad artística y conocimiento técnico, ya nos creíamos actores, pero aún no era remunerado».

—. ¿Cómo contaría su experiencia como director de las más de dieciséis obras dirigidas por usted en Colombia?

—.«Crecí con las anécdotas del teatro colombiano, a causa de que dos de los dirigentes del TOPU (Teatro Obrero del Pueblo Unido) habían estado en Cali con Enrique Buenaventura y Helios Fernández. La escuela colombiana de creación colectiva fue nuestro punto de referencia, y fue traída al país por Saúl Toro. Pero en síntesis te puedo decir que esa experiencia teatral en Colombia fue muy hermosa y llena de aprendizajes. Como tú dices, fueron más de dieciséis obras realizadas allá, en una escena teatral muy buena».

—. Recientemente ha emprendido, junto a un grupo de jóvenes actores, el Teatro Memorias, ¿hacia dónde va el proyecto?

—.«El Teatro Memorias está encaminado a la calidad actoral, escénica y artística, y busca contar historia que diviertan al público, al mismo tiempo que lo invinten a pensar. Por primera vez, una sala de teatro independiente ha roto con el paradigma de creer que una sala no se puede sostener porque la gente no asiste a presenciar un teatro de repertorio. La otra ruptura es que en Memorias tenemos claro qué es el teatro, porque tradicionalmente se ha matado al dramaturgo en aras de pretender crear “algo nuestro”. A mí me encantaría escribir, pero creo que mi escrito no alcanzaría la calidad suficiente como para crear un lenguaje universal, y hacemos teatro extranjero porque en Honduras no existe un dramaturgo que tenga un lenguaje literario dramático que logre exponer esta realidad. Pero memorias es un proyecto de hace un par de años que crecerá».

 

Acerca de El Pulso

Propósito: Somos un equipo de investigación periodística, que nace por la necesidad de generar un espacio que impulse la opinión sobre los temas torales de la política, economía y la cultura hondureña. Estamos comprometidos con el derecho que la gente tiene de estar verdaderamente informada.

Derechos Reservados 2019-2021