LAS MICRO REVOLUCIONES

EGO20 julio, 2016

LA GUERRA DE GUERRILLAS EN EL SIGLO XXI

No siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones para la revolución; el foco insurreccional puede crearlas.

Ernesto Che Guevara.

…Por Fidel Ernesto Narváez

La realización de la gran revolución social hoy en día, tal como se planteó con mayor ahínco durante el último tercio del s. XIX y casi todo el s. XX, parece algo inasequible. La organización de los trabajadores y de los partidos políticos de tendencia revolucionaria, salvo contadas excepciones, experimentan una tendencia decreciente en términos electorales, en simpatía política como factores de cambio, e incluso hasta los conceptos como lucha de clases, dictadura del proletariado, guerra de guerrillas, sindicatos o movimientos estudiantiles son percibidos inmediatamente como cuestiones atávicas, anacrónicas y sin capacidad de transformación social. Este artículo no consiste en hacer un revisionismo de esos conceptos, al contrario, nos centraremos en vislumbrar de qué modo esos conceptos se han moldeado o adaptado, tal como la Regla Lesbia aristotélica, a la superficie socio-económica de este siglo dominado por el triunfo del sistema demo-liberal y de producción capitalista por encima de cualquier otro.

Una de las razones por las cuales la gran revolución social es observada como algo lejano, cuando no imposible, se debe a un efecto propio del sistema en el que se vive. Dicho efecto podría denominarse provisionalmente como velocidad mercatoria, a saber: la velocidad con la que el mercado atraviesa todos los rincones del mundo creando necesidades donde no las hay y acrecentándolas allá donde ya las hay. Algo así como lo que Deleuze y Guattari entendieron en la simbiosis entre Máquina social y Máquina deseante, o mejor dicho, que somos máquinas a rebozar de deseos y que la máquina social en su vertiente capitalista trata de satisfacer esos deseos y a la vez aprovecha para la creación de más deseos hasta hacer infinita la deuda y el consumo. Nadie negará que para satisfacer la mayoría de nuestros deseos debe recurrirse al dinero y al consumo. Ni leer un libro, algo tan sencillo, está exento de ello, ya lo decía Eduardo Galeano: A los libros ya no los prohíben los gobiernos, los prohíben sus precios. Todo ello se hace a una velocidad a la que es casi imposible rescatar elementos del pasado revolucionario que hablábamos para detener esa dinámica o siquiera alcanzarla. Ni siquiera los Estados y sus instituciones son capaces de mantenerle el pulso a esa velocidad mercatoria en la que lo producido durante un día ya pertenece al pasado al día siguiente. Véase por ejemplo la moda, donde la ropa, el diseñador, el coche, la discoteca o el móvil con el que vive una actriz, una modelo, un futbolista o un multimillonario, hace que todo lo que no sean esas prendas y accesorios sea un hecho del pasado.

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En este sentido, es fácil afirmar que no existe estrategia medianamente efectiva para detener una velocidad en la que todos estamos inmersos y de la cual somos parte. Ni siquiera las estrategias liberales o socialdemócratas son capaces de garantizar un bienestar social debido a que el volumen de deuda y de consumo se vuelve cada día más veloz y descontrolado. Se vive, por decirlo de algún modo, en una constante futurista. Para ejemplificar lo perjudicial de la velocidad mercatoria y la constante futurista no sólo para el olvido de los conceptos revolucionarios sino que también para los grupos, partidos y organizaciones revolucionarias, recurriré al numeral 4 del Manifiesto Futurista de Filippo Tommasso Marinetti, el cual reza del siguiente modo: Afirmamos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad. Un coche de carreras con su capó adornado con grandes tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo… un automóvil rugiente que parece que corre sobre la metralla es más bello que la Victoria de Samotracia.[1]

De lo dicho anteriormente, se desprende que pensar en la teoría de la organización revolucionaria del mismo modo que lo hicieron autores como V.I. Lenin, Ernest Mandel o el mismo Fidel Castro (es indistinta la posición que se mantenga), y, teniendo en cuenta la animadversión que el sujeto del siglo XXI posee para simpatizar con dichas ideologías, hacen que estas no se conviertan en una estrategia para este tiempo (eso no las convierte en ilegítimas sino únicamente inadecuadas para este tiempo). Una época que se caracteriza por el ascenso de una forma de control político de la vida o biopolítica, la cual ha desarticulado alevosamente la funcionalidad de la revolución o de la vida organizada en los términos que las vanguardias socialistas y altermundistas la habían configurado. Las políticas educativas globalizadoras, como expresiones biopolíticas por antonomasia, han superpuesto términos como empresa, emprendedor, sociedades de capital, competitividad, franquicia e internacionalización de los negocios, por encima de conceptos tales como cooperativa, la protección social, el trabajo colectivo y voluntario, la solidaridad internacionalista, entre otros. No se puede pretender, entonces, que de la educación del sujeto de este siglo aparezcan conceptos que fueron desechados por las expresiones políticas del capital, llámese neoliberalismo, ordoliberalismo, neothatcherismo o fundamentalismo de mercado.

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Tampoco tardaremos mucho en aceptar que la guerra de guerrillas es un proyecto acabado con la Guerra Fría. Igualmente aceptaríamos sin resistencia que es una estrategia política sin funcionalidad alguna y propia de sociedades periféricas (América Latina, Sudeste Asiático, África Subsahariana), aunque todos los días los enfrentamientos bélicos se incrementen en la misma medida que lo hace la industria armamentística. Eso sí, como tales enfrentamientos no ocurren a poca distancia de los centros de poder y los centros financieros, son como si no existiesen, algo así como que los problemas o los fenómenos sociales existen en la medida en que más cerca se sitúen de los centros de decisión global, una especie de arquitectura del mundo en términos concéntricos. Por ejemplo, la malaria o la muerte por desnutrición será un problema real mientras esté a pocas millas de Londres, Nueva York o París y no de Somalia, República Democrática del Congo o Etiopía. Este artículo consiste también en analizar en qué medida la guerra de guerrillas, como una estrategia que ha estado presente en muchos de los conflictos bélicos que conllevaban una carga política o revolucionaria, puede ser repensado y actualizado para ser utilizado en un contexto de sociedades pacíficas y en donde el modelo económico demo-liberal haya triunfado. Del mismo modo, analiza si los logros y los alcances de comprender la guerra de guerrillas en contexto demo-liberal y pacífico, podrían ser mayores para llegar a la gran transformación social a través de microtransformaciones realizadas con prácticas microrevolucionarias en el centro de las sociedades industrializadas y exportadoras del modelo capitalista.

Para iniciar, debe reconocerse que en un contexto demo-liberal, todas las formas de activismo político que no pretendan la gran revolución social en términos de masa, organización y lucha política tal como se experimentó a partir de la Revolución Bolchevique, sino que pretenden microvictorias, microcambios a partir de dar la batalla en microfrentes, son una expresión de guerra de guerrillas adecuadas para el siglo XXI. Con microfrentes o microbatallas no quiero señalar una categoría de dimensión o tamaño del activismo, pues existen pequeñas batallas que pueden suponer una subversión del status quo muy considerable (BDS, Stop Desahucios; #groundthedrones; Anti-nuclear movement, etc.). Por ejemplo, el activismo que propugna una redefinición de la paz y la seguridad internacional a través de las campañas de desarme nuclear y de desinversión armamentística, puede generar la configuración de un orden geopolítico que no atraviese la amenaza nuclear, el desplazamiento y la muerte de personas en una ascendente carrera de belicismo, así como una redefinición de la energía nuclear por alternativas menos nocivas y más garantistas de las paz internacional, entre otras. En este sentido, el activismo político que puede ser comprendido y extrapolado a los principios básicos de una guerra de guerrillas pero sin escenario bélico, puede obtener resultados tan básicos para la convivencia, la seguridad, la paz y la responsabilidad intergeneracional, sin el costo humano, trágico y traumático que pudo tener la guerra de guerrillas en escenarios bélicos durante el pasado siglo. En esta faceta pacífica los logros son mayores que las bajas, pues si entendemos por logros de guerra de guerrillas en escenarios bélicos las experiencias de Vietnam, Cuba o Nicaragua, desde luego que el componente traumático es mayor que el beneficio obtenido pero no superior a la dignidad esgrimida por estos y otros pueblos.

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No obstante, triunfar en pequeñas batallas de forma consecutiva, en diferentes o múltiples espacios y no sólo en un único frente, aprovechando la especialización y movilidad de los activistas para hacer más ágil el cumplimiento de los objetivos teniendo en cuenta la constante futurista y lavelocidad mercatoria en la que se vive, son características de la guerra de guerrillas que en el presente siglo podrían ser útiles para alcanzar pequeñas victorias. Estas pequeñas victorias a la postre, y sólo si ese activismo esporádico, desordenado, sin apoyo popular y débil se fortalece con los principios de una guerra de guerrillas, alcanzará y conseguirá pequeños cambios revolucionarios que irán haciendo posible las microrrevoluciones. Dichas microrrevoluciones y no la gran revolución social a la que se aspiraba durante el siglo XX, podría ser una estrategia política que no se reduce a alcanzar la representación de partidos de izquierda en las instituciones, que es un paso pero no el fin, sino que procuraría un cambio de actitud y de comportamiento en cada uno de los individuos.  Con esto no olvidaremos que se debe deshacer la biopolítica educativa perniciosa de este siglo,(Des)educación  le llamaría Chomsky[2], que está en la raíz de los problemas generados por la suma de la velocidad mercatoria y la de un Homo Economicus que actúa cada vez más con mayor libertad debido al olvido y antipatía de las tesis solidarias.

Considero finalmente que una estrategia microrrevolucionaria toma en cuenta los factores actuales de la composición de la sociedad moderna, es decir, que parte de la premisa que el neoliberalismo o el fundamentalismo de mercado ha triunfado, y, que sólo un cambio de actitud y comportamiento en aquellos que son parte constituyente de dicho sistema podría deshacer los efectos negativos del mismo. A diferencia de los sistemas vigilados y dirigidos a través de dictaduras o de neocolonias propias del s. XX con el apoyo o el patrocinio de los ejes de poder de la Guerra Fría, ahora en las sociedades demo-liberales del s. XXI todos los ciudadanosque a través del abandono de las tesis del cambio social por las de una vida biopolitizada y tendente exclusivamente hacia el consumo, el placer subjetivo, la ganancia particular, el crecimiento individual y la mundología del mercado y la competitividad, son los responsables a título individual de que el status quo se mantenga como tal. En una sociedad microrrevolucionaria, en la que cada persona se responsabilice de generar microluchas de forma permanente y paralela a la velocidad mercatoria, tal como las campañas de boicot, desinversión y sanción propuestas para un tipo especial de problema internacional por Omar Barghouti[3] por ejemplo, en donde se busca que los mismos impulsores del laissez-faire y el triunfo del individualismo, que somos todos, se inmiscuyan en la subversión de sus efectos más dañinos. Se trata de que sientan como propia la responsabilidad de hacer explotar un misil vendido a un país que hace uso de él sin el respeto a las normas de derecho internacional, Arabia Saudí contra Yemen por ejemplo.

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Referencias: 

[1] MARINETTI, Filippo Tommasso. 1909. “Manifiesto Futurista”. Le Figaro. París

[2] CHOMSKY, Noam. La (Des)educación. Crítica. Madrid (2007)

[3] BARGHOUTI, Omar. Boycott, Divestment, Sanctions: The Global Struggle for Palestinian Rights. Haymarket books. Chicago (2012)

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. Managua, Nicaragua. Licenciado en Derecho, Máster Oficial en Abogacía y Pensamiento Filosófico Contemporáneo por la Universidad de Valencia. Actualmente es candidato a Doctor en Derecho Constitucional. Trabaja como consultor jurídico en Nicaragua y España. Ámbitos de interés: Nuevo Constitucionalismo Latinoamericano, Derecho económico, Relaciones Internacionales y Geopolítica latinoamericana, Teoría del Estado y el Derecho, Jurisprudencia comparada, Filosofía del Derecho, Teología y Filosofía de la Liberación.

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