SOBRE LAS ACTAS PERDIDAS DE LA «VICTORIA» DE SALVADOR NASRALLA

ALG14 noviembre, 2018

«En boca de mentiroso, lo cierto se hace dudoso.» -Refrán popular.

Es necesario poner en contexto la actual pelea entre Salvador Nasralla (y voceros) con los Zelaya (y voceros).  Desde hace más de dos años en El Pulso analizamos que la alianza propuesta por Mel Zelaya con Salvador Nasralla iba a terminar como está terminando ahora. No porque busquemos (como algunos detractores han manifestado) hacer de pitonisos en la política, sino porque habían desde el inicio elementos que nos indicaban del seguro desastre de la Alianza de Oposición contra la Dictadura. En parte eran todas las incongruencias del Nasralla en la política, sus posiciones gallo-gallina, que hoy dice una cosa y mañana acusa a la prensa de manipular lo que está grabado, su mala relación con la prensa e incapacidad de conectar con el pueblo, su misoginia y su “ideología anticorrupción” que colinda más con la derecha retrógrada que con una práctica medianamente progresista y su megalomanía, que sería al final la causa última de conflictos de liderazgo con Manuel Zelaya Rosales, que cuenta con cuatro décadas más de experiencia en el manejo político y una estructura disciplinada, con dientes afilados y experiencia, de la cual carece Salvador.

Pero, independientemente de lo que pareciera ser una pelea de cuartería entre la ex-primera dama y el señor de la Televisión, en el fondo hay un contexto más serio. Esta semana concluyen las mesas del diálogo nacional que impulsó Naciones Unidas como un esfuerzo por encontrar salidas a la crisis electoral a la que entró el país luego de las elecciones generales de 2017, en donde el candidato de la Alianza de Oposición denunció haber ganado los comicios, acusando al actual (y reelecto) mandatario de robarse las elecciones mediante un proceso de fraude usando los famosos votos rurales.  Y si hay algo que parece estar saliendo de esa mesa de diálogo, es que nunca contaron, ni Salvador Nasralla, ni el Partido Liberal, con las actas necesarias para demostrar que el fraude se dio y lo que hubo fue una campaña de “impresiones”, que descalificó el proceso completo, a costa de más de 30 vidas y la libertad de militantes de Libre que creyeron estar defendiendo la victoria de Nasralla.

En este documento firmado el 17 de octubre de 2017 por las principales cabezas de la oposición, Manuel Zelaya Rosales, Luis Orlando Zelaya y Salvador Nasralla, se asumió que el único probatorio del fraude y por lo tanto garante del proceso electoral, es el Acta en físico, que cada partido tiene en cada mesa electoral. Desde el inicio se supo la importancia de este documento, nunca se habló del sistema de transmisión. Llama la atención como, al final, el principal discurso descalificador del proceso electoral se basa en la “tendencia» presentada por el Tribunal Supremo Electoral la noche de las elecciones.

Nunca se presentaron las actas de Libre ni del Partido Liberal.

Si Libre, que aprendiendo de la experiencia previa de un fraude en 2013 (que tampoco probó) conformó los comandos antifraude con la única misión de defender el triunfo de Nasralla, contando con 36 mil personas “entrenadas» por su propio partido para las MER, fieles a Libre y disciplinados, ¿por qué no tenían las actas?

Manuel Zelaya manifestó en una ocasión (también sin pruebas) que porque los guardias en la entrada de las urnas les habían quitado las actas. Salvador Nasralla dice ahora que Libre entregó las actas al Partido Nacional, afirmando así que fue Manuel Zelaya quien “negoció” su derrota con Juan Orlando Hernandez. Nasralla tampoco presenta pruebas de esa acusación. Parece que ya nadie necesita pruebas para acusar en este país.

Un par de días después de la elección la Alianza de Oposición tuiteó (todavía lo tienen en el twitter de @EnAlianza), que solo había una diferencia de 0.6% a favor de Salvador, al momento de tener contabilizado el 91% de las actas, faltando mas de 350 mil votos, un porcentaje completamente reversible. Ellos sabían que no tenían la victoria y por eso nunca presentaron las actas, jugaron siempre al discurso del fraude sabiendo que no necesitarían probarlo.

La Misión de Observación Electoral de la Unión Europea, siguiendo la denuncia de la Alianza pidió a Mel las actas para respaldar su denuncia. Libre entregó14 mil y faltaban otras 4 mil y la respuesta de Mel fue que no se las daría «porque esas son las actas del fraude.” Mel sabían que Salvador Nasralla perdían por 1.5% de los votos y prefirió callarlo y siguió, y sigue aún denunciando un fraude que no existió.

Luego vinieron los ataques a la vocera de la MOE-UE, Marissa Matias.

Mel ahora no responde a la acusación de las actas desaparecidas, habla de la Curva de Batson, habla de la intervención de la Embajada de Estados Unidos, pero no se refiere a lo de las actas, eso porque no lo puede sostener. Tanto el muestreo de OEA, como el de la UE es consistente. Entre ambos hay diferencias muy estrechas en los resultados (entre 1.3% y 1.6%) que al caer en el error muestral (abajo de 2.8%) confirman un resultado estrecho. Eso hacía vital el conteo de voto por voto (o sea acta por acta).

Luego de las Elecciones Generales se presentaron más de 125 impugnaciones en contra del proceso, una decena de ellas contra la presidencial. La gran mayoría SIN PRUEBAS, sin actas.

En el proceso de un año, la alianza fue cambiando «la prueba del fraude” de manera sistemática. Primero eran más de mil actas con irregularidades, luego los datos de La Paz, Lempira, Intibucá  que junto suman más de 4 mil actas. Cuando ambos procesos fueron contabilizados y se describió que no había irregularidades, sustanciales, se empieza a hablar de votos planchados, una técnica de fraude que resulta físicamente imposible, estando en las mesas los militantes de los partidos de oposición, como tenían que haber estado siguiendo su entrenamiento.

Luego vino lo de los votos rurales. La MOE-UE estudió el comportamiento del voto en esos tres departamentos en disputa desde 2005, existe ya una experiencia que nos permite saber cómo ha sido el proceso electoral en esos departamentos, para comprender si habían o no discordancias con el resultado de las elecciones de 2017. Y entonces se empieza a mover el argumento a las seis mil «caídas del sistema”.

Salvador Nasralla empezó a decir que la MOE-UE no tenía especialistas informáticos, cuando la MOE-UE nunca se centró en el sistema: lo hizo en las actas, porque el sistema no produce data… lo hacen las MER.

Otro elemento a considerar, las actas del nivel presidencial están firmadas por la misma gente (representantes) que firman las de diputados y alcaldes, pero solo se habla de fraude de JOH. No se cuestionan los resultados de los otros dos niveles.

Si los resultados, por ejemplo, de Intibucá son fraudulentos, como se argumentó por casi un año, la elección de TODOS LOS DIPUTADOS Y ALCALDES de esos departamentos también son fraudulentos. Pero unas actas son buenas y otras no, convenientemente.

Salvador Nasralla creyó todo este tiempo que había ganado, porque le dijeron que habían actas.

El día de las elecciones, cuando se sabía ya (desde las tres de la tarde) de lo apretado que sería el resultado, todos los partidos comprendieron que las actas serían vitales para defender el resultado. La ingeniera Hilda Hernandez (QEPD), inmediatamente ordenó colectar todas las actas a nivel nacional, para preparar la defensa del resultado. Libre no logró recopilar las originales, tenían fotocopias, capturas de pantalla. Fallaron en ese proceso, no solo por un problema de logística (no tenían helicópteros)sino por desorganización.

Luis Zelaya, que también sabía el resultado del proceso electoral, comete el error de reconocer la victoria de Salvador Nasralla, esperando así negociar la presidencia del Congreso Nacional para el Partido Liberal. Alfredo Saavedra estuvo apostando  todo ese tiempo a presidir el parlamento, y casi lo logra, de no ser por la sorpresiva victoria de los cuatro diputados de la Alianza Patriótica, que servirían al Partido Nacional para asegurarse la Junta Directiva del Congreso.

Un detalle que todos parecen olvidar, de lo que fue esa crisis política.

Cuando el Tribunal Supremo Electoral declara ganador a Juan Orlando Hernández, a un período más como presidente de la República, él estaba en la morgue de Tegucigalpa reconociendo los restos de su hermana Hilda Hernandez, fallecida en en un accidente en helicóptero.

Ha sido quizás, la victoria más amarga de la Historia reciente de nuestro país.

El proceso electoral de 2017 fue un proceso doloroso para el pueblo hondureño. Aún sufrimos las consecuencias de esa crisis impulsada, ahora sabemos, por almas mezquinas.

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