RUGUMA, un recorrido a través del tiempo.

EGO31 agosto, 2016

…Por: Josefina Dobinger-Alvarez

RECUERDO

«Emana del latín, y más exactamente del vocablo -recordari-, compuesto por el prefijo -re- que es equivalente a “de nuevo”, y –cordis- que es sinónimo de CORAZÓN.»

Este breve relato sobre la producción musical que actualmente realiza mi hermano Emilio Alvarez Quioto es un respiro profundo para el alma, Anigi en garífuna. Yo la llamaría música esperanzadora que revitaliza el sueño de continuar en la batalla de transformar el agudo deterioro social en que se encuentra Honduras. RUGUMA agencia la desintoxicación del alma, ya que extrae el veneno acumulado en el Anigi – alma. En el caso de picaduras de serpientes, la víctima puede experimentar sentimientos de pánico y terror por el efecto del veneno, síntomas mediados por el sistema nervioso autónomo como los latidos acelerados del corazón. Para el pueblo garífuna, el Anigi es una fuerza vital espiritual emplazada en el corazón y se manifiesta en las pulsaciones de las arterias, en los latidos del corazón, la respiración y el calor corporal, tal como lo apunta Ruy Galvao (1981, 1991) en su investigación sobre los negros caribes de Honduras.

Ruguma recoge el insondable sentir de la tradición garífuna o Garínagu. Narra el éxodo y la tradición del pueblo garífuna o caribes negros, llegados de San Vicente –Yurumein– al ser deportados por los ingleses a las islas de la Bahía en el Golfo de Honduras en abril de 1797. Ruguma nos habla no solo de la peregrinación o el exilio, sino también del arribo de una población a tierras desconocidas. Una memoria desde la diáspora que se pregunta sobre sus orígenes, por lo que mira hacia el futuro desde sus múltiples identidades, por un lado, la ascendencia indígena-americana y, por otro, sus orígenes ancestrales africanos. De tal manera, Ruguma nos muestra la existencia de capacidades para la búsqueda de recursos, de preservar los valores esenciales y el significado de la herencia ancestral como parte integral para llevar acciones transformadoras.

Este homenaje a la tradición garífuna nos habla de la importancia de comprender, enfrentar y encontrar respuestas a los vacíos o huecos que necesitamos llenar para armar el rompecabezas incompleto de nuestra memoria histórica. La pregunta que surge es: ¿Para qué hablar de la memoria? El término apunta a la construcción de procesos sociales que refieren a los recuerdos que forman parte de nuestras prácticas sociales. La memoria, al ser selectiva, ya que oscila entre el recuerdo y el olvido, accederá a una o la otra, de acuerdo a los intereses de poder que se encuentren en juego. Desde mi lectura, la producción musical Ruguma opta por aquellos recuerdos que ayudan a construir un relato de la historia que incluye el conjunto de raíces culturales de nuestra Honduras indígena, mestiza y africana.

Quizá la respuesta a mi interrogante sobre la memoria la podríamos encontrar al escuchar cada una de las piezas musicales que la producción musical RUGUMA contiene: Cocalito, Guchey rumbiado, Nána, Nanígui- Mi Corazón, Parranda Ragae, Coco-Pando.

https://www.youtube.com/watch?v=WJ-jc89ItFg

Los ritmos presentes en Ruguma vienen a ser un homenaje al conjunto de respuestas colectivas de la cultura de los negros caribes –GARIFUNAS- que han hecho frente a los retos del avance histórico de las transformaciones sociales en Honduras y resto de Latinoamérica. Lo que Galvao llama la capacidad para “lograr una homeostasis cultural y social que permitió sobrevivir al impacto de acontecimientos que causaron la extinción de sus anfitriones ‘rojos’ caribes y de casi todos los grupos de indios Caribes».

Ruguma me lleva a pensar en mi propia historia y esos recuerdos me permiten nombrar lo escrito en esta reflexión. Quizá mis memorias sean muy diferentes a las que condujeron a Emilio a expresarse musicalmente. De igual manera, podría creer que en nuestras historias hay puntos comunes, más allá de nuestro vínculo familiar: la memoria, la tradición y lo ritual.

Lo que viene a mi memoria es un viaje que realicé hace más de 20 años a la comunidad de Sangrelaya, ubicada en el departamento de Colón, de donde es originario nuestro padre José Lino Álvarez Sambulá. Es una de las comunidades garífunas más alejadas del territorio hondureño que cuenta con una gran herencia ancestral. Recuerdo que en aquel entonces fue una misión imposible encontrar quien me acompañase en el viaje, pero mi indisciplina ante el miedo por la aventura y mi terquedad, me permitieron llevar a término mi travesía. De tal manera, llegar a Sangrelaya fue, en aquellos tiempos, todo un reto. Valga decir, que la situación en la actualidad no ha cambiado, si es que no ha empeorado.

Foto de Javier Maradiaga Melara
Foto de Javier Maradiaga Melara

Viajar a Sangrelaya era una necesidad urgente de retornar. Quería ver a mi abuelo, a mi tía, mirar con mis propios ojos aquello que llevaba en mi memoria, en mi corazón –Nanigui- es decir, en mis recuerdos de cuando viví en la comunidad cuando tenía cuatro años, según cuenta mi mamá. Quizá fueron esos relatos los que provocaron esa urgencia de llevar a cabo esa aventura. De esos tiempos aún está presente el arribo del huracán Fifí a costas hondureñas en 1974. Su impacto destructor en las comunidades garífunas ubicadas en la costa atlántica hondureña fue devastador. Lo anterior es posible de imaginar, en el tanto, el Fifí es considerado uno de los huracanes más devastadores y con mayor fuerza destructiva en el siglo XX.

De ese viaje ha quedado marcado un recuerdo, la experiencia de elaborar cazabe –ereba, alimento básico de la dieta de los garífunas, tradición heredada de las mujeres indígenas nativas Arahuacas. Para ello se utiliza una técnica similar a la empleada por sus ascendientes nativos americanos de la cuenca caribeña y del territorio amazónico. El cazabe es una tortilla de yuca de gran tamaño que generalmente se corta por la mitad para evitar que se quiebre y así poder almacenarla hasta por un año con mayor facilidad entre telas que las agrupan. Las mujeres garífunas de la comunidad elaboran grandes cantidades que son repartidas entre las familias de las mujeres que participan en el proceso de preparación. Esta experiencia me permitió reconocer el valor del trabajo en grupo y lo que ello conlleva; la fuerza de la unión, el intercambio de conocimientos, el entusiasmo y el deseo de vivir. Es decir, las experiencias colectivas respaldan, orientan, fortalecen al grupo y abren espacios para la solidaridad.

https://www.youtube.com/watch?v=pkixbLs0_pE

Para poder retomar el tema sobre la Ruguma me detendré a narrar el proceso de elaboración del cazabe o ereba. Desafortunadamente, podría decir con un tono de alivio que no participé del proceso de extracción de la yuca.

Una cantidad impresionante de yuca fue trasladada de los solares de cultivo hasta la casa donde nos reunimos las mujeres y donde empezamos a quitarles la piel-castaña a las raíces. En medio de la plática, que yo no comprendía, cuando las mujeres hablaron en garífuna, se entremezcló el canto. También hablaron en español. No me sentí excluida por no poder hablar garífuna, al contrario, las mujeres me contaron, me explicaron y tradujeron de lo que se habló en el grupo. Pelamos grandes cantidades de yuca y luego se lavó con agua de mar.

Avanzado el trabajo, las mujeres trajeron sus inmensos ralladores de madera incrustado de piedritas de cuarzo llamada egi, y simultáneamente comenzamos a rallar la yuca. Una vez terminado el proceso de rallar la mandioca, la masa fue introducida en un colador en forma de culebra entretejida en fibras de palma de bayal llamada Ruguma. Yo la comparo con una gran boa por su flexibilidad para expandirse, y por su gran tamaño que puede variar entre los dos o tres metros por diez o doce centímetros de ancho.

La Ruguma tiene la función de extraer el veneno de la yuca, que una vez rallada es introducida con presión en su interior, haciendo que la culebra se expanda. Posteriormente es colgada a más de dos metros de una de las vigas de la vivienda. La presión por el peso de la yuca rallada y con la ayuda de un palo colocado en la parte inferior de la Ruguma, exprime la masa, eliminado el jugo venenoso. La pulpa de yuca contenida en la Ruguma es retirada y se deja secar. El Jívise, o colador redondo, es el instrumento utilizado para colar la yuca seca y obtener la harina que se colocará de forma circular sobre un comal o plancha de metal o budari, precalentado sobre un horno de barro.

Foto de Javier Maradiaga Melara
Foto de Javier Maradiaga Melara

Este relato que llamo RUGUMA un recorrido por el tiempo es un intento de establecer un vínculo entre la identidad y la memoria, ya que en él se funde el tiempo con las tradiciones y los rituales. Este homenaje a la tradición garífuna viene a ser un relato musical que nos habla de la línea familiar, de la espiritualidad, de la lucha de un pueblo en camino a lo desconocido, del culto a los ancestros y muchos más elementos que hacen posible resignificar la realidad social hondureña y encontrar, desde una lectura diversa, alternativas, estrategias o habilidades para salir del deterioro en que se sumerge nuestro país.  Un proyecto que conduce a que cada una de las hondureñas y hondureños en su multiplicada de voces y etnias podamos volver de nuevo a nuestros corazones.

“…El cambio de … frecuencia produce cambios en la conciencia, induciendo estados de sanación espontánea y estados místicos, haciéndonos más receptivos a la auto sanación…el sonido puede modificar el ritmo de nuestra respiración, haciéndola más profunda, reducir el número de latidos de nuestro corazón, equilibrar el flujo de líquido cefalorraquídeo, recargar nuestro sistema energético, hacer que los sistemas biológicos funcionen con más homeostasis, calma la mente, el cuerpo y las emociones, lo que influye positivamente en el sistema inmunitario, el gran sanador que todos llevamos dentro”.

 La musicoterapia y la voz

«Es preciso volver de nuevo al corazón, en él residen poderes mágicos para extraer el veneno acumulado en el Alma; en la vía que conduce al corazón. La gran boa Rúguma, recorre, sacude y limpia el camino de las palabras a la memoria, su trayecto hacia el árbol de la vida, es catarsis y respiro profundo para el Alma». Ángela Lorena Peña

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Josefina Dobinger – Álvarez Quioto

Investigadora social hondureña, Mag.Sc. en Estudios de la Mujer por la Universidad de Costa Rica, Diplomado en Trabajo, educación y consejería por Instituto de desarrollo económico WIFI, Viena Austria, especialista en trata de personas, historiadora y cofundadora de Mujeres en las Artes (MUA).

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