Rolando Kattan: «La poesía es un instrumento para el mundo»

EGO20 enero, 2017

Rolando Kattan (Tegucigalpa, Honduras en 1979), poeta, bibliófilo, editor, gestor cultural y miembro de la Academia Hondureña de la Lengua. Ha publicado los libros de poesía Exploración al Hormiguero (Editorial Sexta Vocal, Tegucigalpa 2004); Poemas de un Relojero, Costa Rica, 2013); Animal no Identificado (Ed. Gattomerlino, Italia, 2014); Acto Textual (El Ángel Editor, Ecuador, 2016), El árbol de la Piña (Ed. Cisne Negro, Honduras, 2016). Parte de su obra ha sido traducida al francés, árabe, italiano, chino, griego e inglés. El autor conversa con El Pulso sobre su trabajo poético, sus proyectos editoriales, y su visión de la poesía y el mundo. Leamos:

—. ¿Cómo ves el panorama actual de la poesía hondureña?

—.«En un muy voluminoso libro sobre sus conversaciones con Borges, Adolfo Bioy Casares, recuerda las siguientes palabras del poeta: Ojalá que me dejen hablar de otros temas, además de la literatura argentina, esa idea de que todo hombre es “commis voyageur” de su país es una porquería, es la negación de la cultura, de la literatura de todo. Ojalá me dejen hablar de Whitman.  Yo comulgo con esas palabras de Borges. A mí un poema me salva y punto. La poesía no es la selección de fútbol, que va muy mal o va peor. Lo que si ocurre en Honduras es que veo (y con microscopio) poca poesía de otras fronteras y también veo poco nuestra poesía en el mundo.  Siempre recuerdo que cuando se publica un libro en Tegucigalpa queda inédito en Comayagüela. Tulio Galeas escribió un hermoso poema de su frustrante intento por encontrar un libro de Jacobo Cárcamo. Algo que además de cierto y lamentable, es terrible.  Pero no quiero escurrirme la pregunta: ¿en Honduras se escribe poesía Intemporal y “geográfica”? Lo justo sería que estas dos cualidades un día se materialicen y los poemas trasciendan sus tiempos y sus fronteras.  Ante este panorama yo tengo una esperanza que sostengo porque nuestra tradición es aún muy joven, el primer libro de poesía se publicado en Honduras fue apenas en 1882».

—. ¿Es cierto que la poesía es más un estado que un oficio, como has afirmado?

—.«La poesía es un instrumento para ver el mundo; una forma de llevar la vida. Mi amigo, el poeta Joan Margarit, dice que no hay nada más terrible que un viejo inculto, pues sólo sirve para morirse. La poesía nos da esa tranquilidad de estar cerca de algo que nos salve, de encontrarnos con la muerte ya leídos, o mejor dicho ya llorados. A esto quiero referirme cuando hablo de la poesía como un estado.  En mi proceso creativo el poema existe y se forma junto con mis días, el poema es un ente vivo e individual, no suele pertenecer a la realidad sino a lo oculto, a lo que no se ve, y hay que, de algún modo, acercarle una lámpara de palabras. Cuando lo mencioné lo comparaba con la narrativa, sin desdeñar a un escritor de novelas que se sienta todos los días y escribe entre 6 o 8 horas diarias; me parece que esto no ocurre con el poeta, si lo hiciera terminaría repitiéndose, como le ocurrió a Neruda, en sus últimos libros».

Cuando un poema adquiere forma real y llega el momento en que es inevitable escribirlo, el poeta debe buscar la perfección en el “cómo” decir su “qué”, y pasar, como decía Pound, la prueba de sinceridad entre el fondo y forma».

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Foto de El Heraldo.

—. ¿Quién es el poeta y cuál es su función social?

—.«El poeta es un intermediario entre la poesía y el lector. Su función es crear las condiciones para que el individuo pueda encontrarse con su yo (o con su yo plural, como decías Borges). Yo creo firmemente que la poesía puede salvar el mundo y cambiar nuestra realidad a partir de este principio. Como dice el poeta Oded Sverdlik: Cada hombre carga con sus animales obligatorios. En todas las manifestaciones del arte el hombre se encuentra, tarde o temprano, con estos animales. La poesía (y el poeta como un Virgilio) nos ayudan a domarlos. Pienso que la sociedad está cada vez más diseñada o encausada para “entretener” al hombre con el fin de alejarlo de su Yo. Y esto es una dictadura perfecta, generada a partir de nuestros miedos (a mí me gustaría acuñar el termino egofobia), porque desaparece el individuo y queda preso en la colectividad. La poesía es uno de los medios que existen para liberarse del caudal de esa enajenación y así recitar a viva voz aquellos versos de Machado que dicen: Converso con el hombre que siempre va conmigo, / quien habla solo espera hablar a Dios un día; / mi soliloquio es plática con ese buen amigo / que me enseñó el secreto de la filantropía. Y me quedo con ese eco, el de la palabra filantropía: amar al hombre, a la humanidad».

 —. ¿Qué autor (a) hondureño (a) ha influido —de algún modo— en tu trabajo?

—.«Prefiero no hablar de influencias, pues no sé si en mi poesía haya rastros de alguien, pero les debería agradecimiento a José Luis Quesada y Rigoberto Paredes».

—. ¿Qué autor nacional de hoy dirías que ha logrado una obra poética relevante?

—.«Responderé sobre mis autores de cabecera o con aquellos que tienen poemas a los que vuelvo, releo, y recuerdo continuamente (sin ningún orden en la lista): José Luis Quesada, Rigoberto Paredes, Mayra Oyuela, José González, Roberto Sosa, Leonel Alvarado, José Antonio Fúnez, Fabricio Estrada, Rubén Izaguirre, Segisfredo Infante, Tulio Gáleas, José Adán Castelar, Pompeyo del Valle, Edilberto Cardona Bulnes, Oscar Acosta, Juan Ramón Molina, Jacobo Cárcamo, José Antonio Domínguez (pido disculpas por haber incluido en el “hoy”, a los poetas que nos han abandonado físicamente, pero creo que su poesía sigue viva HOY)».

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—. Con más de 7 libros publicados en diversos países, ¿qué satisfacciones te dan?

—.«Si hay alguna satisfacción, esta sería, ser parte de una generación que empieza a cambiar el aislamiento de la literatura hondureña.  En enero de este año 2017 coordiné el dosier sobre literatura hondureña de los Cuadernos Hispanoamericanos de la Casa de América, en el que escriben sobre el ensayo en Honduras, Segisfredo Infante; sobre la poesía, Leonel Alvarado; sobre el cuento y la micro ficción, Víctor Manuel Ramos; y sobre la narrativa, Hernán Antonio Bermúdez. Este es un trabajo que me da muchísima alegría, pues conocerán en otras latitudes nuestros creadores y pensadores».

—. ¿Qué hay de Animale non identificato (animal no identificado), ¿cuál ha sido tu experiencia con esa obra?

—.«Ha encontrado sus lectores y quisiera tener la certeza de haberles entregado un regalo en los poemas que ahí he escrito, pero esa certeza me es ajena».

—. ¿La militancia política (partidaria) es un deber del poeta?

—.«Wislawa Szymborska escribe en su poema “Hijos de la Época”: Somos hijos de la época. / la época es política. / Todos tus, nuestros, vuestros/ asuntos diarios, asuntos nocturnos/ son asuntos políticos. / Quieras o no quieras, / tus genes tienen un futuro político, / tus pieles tienen una tonalidad política, / tus ojos un aspecto político. / Lo que dices, resuena, / lo que callas, tiene un sentido/ de todas formas político. Así que demos por contada la militancia. En consonancia con mi respuesta de la función social de la poesía, un poema es capaz de salvar a un individuo y eso es una acción política. La búsqueda de la individualización que mencioné, es la búsqueda también de la libertad, y eso es político. Sobre una militancia partidaria, de derechas o izquierdas, quisiera recordar las palabras de Edmund Burke en su análisis de la revolución francesa: en todos los bandos hay buenos y malos, la buena política consiste en levantar los unos y bajar los otros. Esto nos obliga a tener una militancia por la justicia, por la lucha de los derechos humanos, por buscar de la libertad (en la individualización). Yo creo  que esto (la poesía) es ajeno a los partidos políticos, pue no conlleva ni obedece a otras formas de las mareas de la colectividad. Hay que recordad que quien busca el poder para conseguir la libertad, no consigue la libertad, sino el poder».

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—. Háblanos un poco acerca de tu reciente poemario El árbol de la piña.

(Fragmento)

Al salir de Palestina, quería encontrar en estas tierras el árbol de la piña. Imaginaba un árbol frondoso, parecido al que situó Dios en el paraíso.

Abandonó su tierra con la esperanza de una nueva y no encontró lo que esperaba.

 En este poema, mi abuelo, puede recolectar piñas de la copa de un árbol, porque en un poema pueden crecer incluso los árboles que no existen, los milenarios frutos y hasta el país natal.

Sin embargo, insisto. Lo que quiero que aquí retoñe no es el árbol, sino la esperanza de que todavía hay un sitio donde abundan los árboles de piña.

—.«Sabrá el lector que los árboles de piña no existen, pero cuando mi abuelo Afif Kattan —que murió cuando mi padre tenía 10 años— viajaba a Honduras, tenía la ilusión de conocer el árbol de aquella exótica fruta que probó alrededor de 1910 en los desiertos de Palestina. Yo tomé esa anécdota familiar para hablar de la esperanza, de la diáspora y de la patria más allá de sus fronteras. El libro es en verdad un viaje».

—. ¿Cómo ves la producción literaria hondureña actual desde tu visión de editor?

—.«Como editor, quiero publicar autores de otros países y otros tiempos. Así lo he hecho a través de las iniciativas que he impulsado, como: Los Juegos Florales de Tegucigalpa y su sello La Ronda, Leer es Fiesta, ManoNostra, Valija Diplomática, etc. Creo que esa es nuestra necesidad más urgente. Mis próximos libros a publicar son dos antologías, una de Víctor Rodríguez Núñez y otra de José Manuel Caballero Bonald, que se sumarán al catálogo en donde ya está Luis García Montero. De los hondureños quiero publicar lo vital e inencontrable, sueño con publicar Jonas de Edilberto Cardona Bulnes —de quien ya he rescatado dos ejemplares de la “desaparecida” edición de Costa Rica—, y que circule en el exterior como lo hizo la edición de Juan Ramón Molina. Con las generaciones contemporáneas, mi compromiso es sacarlos de Honduras, así como gestioné con Ediciones Perro Azul el libro de Denise Vargas, poeta que surge de Alicanto, el taller que fundé en memoria de Rigoberto Paredes».

—. ¿Cómo contarías tu experiencia como editor de la nueva versión de Tierras, mares y cielos de Juan Ramón Molina?

—.«Quería un libro a la vieja usanza, de cuando en Honduras se editaban libros dignamente. Una edición que circulara por el mundo gratuitamente y llegara a manos apropiadas. No es posible por ejemplo que Juan Ramón Molina nunca se haya editado en España, esa edición sigue buscando replica, y espero que llegue algún día. Sólo soy parte una profecía de Molina. Digo parte porque hemos sido muchos y más grandes que yo, quienes lo hemos editado, empezando por Froylán Turcios, Rafael Heliodoro Valle, Miguel Ángel Asturias, Óscar Acosta, Eliseo Pérez Cadalso, Julio Escoto, Segisfredo Infante y Rigoberto Paredes. He aquí la profecía, en su poema Río Grande: Pero mi oscuro nombre las aguas del olvido/ no arrastrarán del todo; porque un desconocido/ poeta, a mi memoria permaneciendo fiel,/ recordará mis versos con noble simpatía,/ mi fugitivo paso por la tierra sombría, /mi yo, compuesto extraño de azúcar, sal y hiel».

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—. ¿Qué hay de tu papel como editor en Leer es Fiesta?

—.«Leer es fiesta fue la demostración que en Honduras la gente no lee porque no tiene acceso a los libros. Reafirmo mi compromiso de vida por trabajar para llevar literatura a todos los hogares. Recuerdo que cuando le planteé la idea a Salvador Madrid y le solicité su colaboración como editor, me cuestionó que en algunos casos regalábamos los libros a escuelas o personas que podían comprar los libros, y yo le dije: «Salva, en Honduras el rico tiene pan y el pobre no, el rico tiene salud y el pobre no, pero los libros y la cultura están vedados para todos», y él me respondió  ironizando: «Si verdad, en Honduras los ricos lo único que saben es inglés». La ignorancia no es cuestión de clases, ni siquiera es una política de gobierno, el gobierno ignora la cultura, porque el hondureño (de quienes se compone el gobierno) ha estado siempre distante de los bienes culturales. Es un círculo vicioso que hay que romper.  Ahora estoy trabajando en un proyecto con el que se regalarán más de 100,000 mil libros. Hay que estar pendiente para el segundo semestre de este año (2017)».

—. Como académico de la lengua, ¿qué percepción tenés de los cambios que experimenta nuestro castellano?

—.«Lo lamentable de nuestra lengua es que cada vez conocemos menos las etimologías de las palabras, en donde hay una riqueza insondable; esto nos lleva a utilizar incorrectamente las palabras, perder precisión en el habla y desafortunadamente, con el tiempo, a usar menos palabras, y que otras terminen en ese horrible adjetivo del diccionario: desuso».

—. ¿Qué pensás del lenguaje popular (el caliche) hondureño?

—. «Después de un gran trabajo realizado por Atanasio Herranz, percibo una decadencia en el estudio del español hablado en Honduras».

—. ¿Qué aprendiste y qué desaprendiste en estos años de trabajo literario?

—.«He buscado en mi mal primer libro, y en mis errores, al entusiasta joven que quería escribir, y he tratado de salvarlo trabajando en crear las condiciones que faltan: talleres, bibliografía, bibliotecas, libros, para así salvarlo en otros. No hay verdades absolutas, ni caminos definitivos, con el tiempo he aprendido que vale más una pregunta en el cielo, que cien verdades en la mano. Yo he tomado mis preguntas y he buscado con ellas los caminos».

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