REVOLUCIONARIOS SIN REVOLUCIÓN

EGO18 septiembre, 2016

Por Albany Flores


El concepto revolución en Honduras ha sido utilizado durante más de cien años, aunque paradójicamente, en Honduras, a diferencia de otros Estados latinoamericanos, no hubo revolución, y más bien, el territorio hondureño sirvió como centro logístico y de operaciones para el proyecto contrarrevolucionario impulsado por los Estados Unidos en el siglo XX.

En su artículo “En busca del concepto revolución en Honduras”, el historiador Edgar Soriano Ortiz, escribe que: «La palabra revolución y su significado en la realidad social de Honduras, es un ejercicio válido para sopesar las influencias internacionales —con mayor o menor fluidez— y la construcción simbólica de sus usos a lo interno de la población, que han ocasionado fuertes contradicciones socio-políticas en los pasados dos siglos…La palabra revolución tuvo un lugar privilegiado en el imaginario colectivo, comprendida en un contexto marcado por los enfrentamientos que suponían la organización de un Estado y la consolidación de la institucionalidad civil y militar» (El zángano tuerto, N° 1, Año I, p. 34).

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La revolución en Honduras ha fluctuado simplemente como un concepto propiamente discursivo que hasta ahora no llegó a consolidarse en la praxis.

En la reciente entrevista concedida a El Pulso por el también historiador Omar Aquiles Valladares sobre este tema, el estudioso consideró:

«En Centroamérica, el único lugar donde triunfó una revolución fue en Nicaragua, pero la misma respondió al interés de un pueblo cuya unidad granítica permitió que se derrumbara una tiranía monstruosa como la de los Somoza. En el salvador la guerra civil produjo decenas de miles de muertos. En aquel momento el FMLN no triunfó, pero al menos forjó una actitud de lucha en buena parte de la población salvadoreña, hasta que en 2009 llegó a la Presidencia con Mauricio Fúnez. En Honduras no se dio una insurrección porque este es un país con mayoría de población rural, y el campesino, al estar ligado a la tierra, se vuelve un ser conservador, y por ello no podía generar un acto revolucionario. De hecho, ni siquiera la Reforma Agraria logró impulsarlos al cambio. Por otra parte, el sector obrero (casi inexistente) no tenía —ni tiene— la formación política para encarar un proceso de revolución; el movimiento obrero organizado es reciente. La educación en general no ha preparado al hondureño para que asuma su destino y pelee por sus derechos, los mismos que le han sido negados durante muchísimo tiempo».

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Por su parte, cuando El Pulso lo abordó sobre esta temática, el reconocido politólogo Edgardo Rodríguez fue puntual al decir que la revolución no se había dado en Honduras: «Porque no existía lo que el marxismo llama “las condiciones subjetivas necesarias” para que se produzca una revolución. Es decir, no había suficiente conciencia del pueblo, ni tampoco una organización política revolucionaria que liderara el proceso… no puede haber revolución porque no hay conciencia de clase, conciencia revolucionaria ni tampoco una organización política capaz de realizar esa tarea».

Los factores históricos, políticos y sociales que han imposibilitado la consumación de una revolución en el país tienen que ver con diversas manifestaciones socio-culturales establecidas desde el periodo de dominación del Imperio español, y que han sobrevivido hasta nuestros días. Para el historiador Valladares, estos factores se deben, entre otros, a que:

«La formación católica impuesta a sangre y fuego durante el periodo colonial generó un carácter conformista en el hondureño, lo que probablemente hizo creer al ciudadano que un ataque al status quo era un ataque contra Dios mismo. Y no es que el hondureño sea cobarde, pues  sólo desde el inicio de la vida republicana hasta la década de 1930 se registraron más de 300 levantamientos armados; pero, como había sido envilecido, se dejaba guiar a la matanza, por el color de una enseña política o por el discurso hipnotizador del cacique de turno. El hondureño no tiene conciencia de clases».

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LA REVOLUCIÓN, ¿UN ASUNTO ESTRICTAMENTE DE IZQUIERDAS? 

Cuando se habla de revolución o revolucionarios, automáticamente se piensa en la izquierda. Por lo menos esta es una idea heredada del proceso revolucionario ruso —y del impacto de la revolución cubana en América Latina—, que logró consolidar su discurso izquierdista (socialista) en una revolución verdadera; aunque no del todo funcional, pues la historia ha demostrado que dicha revolución (a pesar de sus aciertos) no produjo mayores cambios positivos a la población rusa común. Durante los ochenta año de la URSS, ésta estuvo monopolizada por los miembros del Politburó, y casi todas sus políticas estuvieron orientadas al fortalecimiento armamentístico, la industria militar, la carrera espacial, etc, pero no se tradujo en la mejora de la calidad de vida los ciudadanos de las más de cien naciones —con enormes carencias, desigualdades, opresiones y modos de vida rurales— que conformaban el Imperio.

No. La revolución no es estrictamente un proceso producido desde la izquierda. El fenómeno ganador de las izquierdas sudamericanas a finales del siglo XX e inicios del siglo XXI, que posicionó a la izquierda casi por primera vez —si contamos el gobierno de Allende en Chile y algún otro— en  el oficialismo y relegó a las derechas a la oposición (Castellanos, Asís. “Para estudiar las dere”…El zángano tuerto, N°2, Año II, pp. 7-11), puede ejemplificar lo que apuntamos sobre la oposición  hecha desde la derecha, o sobre el hecho hipotético de la revolución hecha desde la derecha.

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Cuando estalló la Revolución mejicana de 1909 (a la sazón la primera revolución occidental del siglo XX) el concepto de izquierda apenas aparecía vagamente en los lenguajes académicos, políticos y filosóficos, y no puede decirse que las poblaciones indígenas civiles que se rebelaron contra la dictadura de Porfirio Díaz, prolongada durante más de 35 años, fueran militantes de nada, mucho menos de la izquierda. En ese sentido, la izquierda ha sido deslealmente vituperada y erróneamente nombrada defensora y representante “real” de la revolución.

En todo caso, la revolución es un nuevo régimen político, social y económico establecido por la inconformidad de un pueblo (o del sector mayoritario de éste) frente un régimen que no obedece a sus necesidades y aspiraciones más elementales de sobrevivencia, desarrollo y paz.

En su estudio sobre El concepto de «Revolución», Luis Villoro propone que «…el concepto revolución es un concepto moderno.  Quizá se usa por primera vez en la Glorious Revolution inglesa en 1688. Pero es la Revolución francesa la que generaliza el término. Se bautiza «revolución» así misma para sellar con ese concepto un vuelco de la historia: ruptura, corte que se niega a una época e inicia una nueva. Desde entonces se convierte en un concepto clave para comprender la Época Moderna» (Revista del Centro de Estudios Constitucionales de Madrid, N° 11, enero-abril, 1992).

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¿REVOLUCIÓN EN LA REVOLUCIÓN?

Ya dijimos que la revolución en Honduras es un hecho retórico y no práctico. Pero ¿Es cierta esa idea de creer que la revolución es la solución a los conflictos sociales y la inconformidad de una nación con respecto a un gobernante? Es muy posible que sí, así como también es posible (como lo demostraron la Revolución libia de 1969, la ugandesa, la rusa, etc.) que no. Por otra parte, puede ser también que la revolución  necesite una revolución en sí misma, y que sea necesario una revolución dentro de la revolución, como lo ha planteado Regis Debray en su estudio “prologado” por Roberto Fernández Retamar.

En el caso hondureño, al no contar con un proceso revolucionario en el siglo XX, el territorio nacional jugó un papel contrarrevolucionario, sirviendo primero de Estado americano aliado contra el avance y propagación del “comunismo” —razón por lo que el régimen de Jorge Ubico colaboró con la dictadura hondureño al fusilar al líder opositor del Partido Comunista de Honduras, Juan Pablo Waingwrigth—, por el acrecentado temor de los gobiernos americanos a una posible revolución comunista, como en efecto ocurrió con la Revolución cubana consumada en 1959. Después de ello sirvió de base de operaciones y estrategia del Ejército de los Estados Unidos (Palmerola), para que fuera posible liquidar la revolución sandinista de 1979 (La Contra). El resultado salta a la vista: la Revolución sandinista sobrevivió y tomó su propio rumbo de continuidad presidencial, y Ortega se presenta como candidato presidencial por séptima vez, teniendo como compañera de fórmula a su esposa Rosario Murillo. Esa revolución centroamericana, es un ejemplo claro de lo que Edelberto Torres Rivas ha denominado como Revoluciones sin cambios revolucionarios.

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En la continuación de la entrevista al historiador Aquiles Valladares, éste consideró respecto a la participación de Honduras en la guerra contrarrevolucionaria de Nicaragua:

«Ese hecho generó desprestigio al país, pues la vergonzosa participación de los gobiernos de turno permitió que nuestro territorio se convirtiera en un “portaviones” del poder hegemónico norteamericano (eso se decía en esos años). A mi juicio, al no existir una vocación revolucionaria en el hondureño, lo que se generó fue un pensamiento antirrevolucionario y entreguista al imperialismo Yanqui».

¿Por qué el discurso revolucionario de la izquierda hondureña no se concretó en una Revolución?

«Porque estaba alejado de la realidad hondureña, era un discurso de izquierda pensado para condiciones sociales de otros países. Dicho de otra manera, una cosa es el pensamiento revolucionario de la Revolución rusa, de la cubana y la nicaragüense, y otra muy distinta es la realidad hondureña de esos años. A la vez, esto evidenciaba un escaso conocimiento de la realidad social y cultural del hondureño, además, por supuesto, que los líderes de izquierda no predicaban con su ejemplo, y como lo vemos hoy día, los líderes izquierdistas de antaño son ahora ultraderechistas».

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¿Existen condiciones verdaderas para una Revolución en Honduras hoy?

«Es posible que sí existan las condiciones para un proceso de cambio, pero esas condiciones no son las suficientes. Y en tanto no haya educación y formación política en la población y existan verdaderos líderes que piensen más en función del bien común, antes que en el bien individual, no se podrá tener la oportunidad de hacer un cambio revolucionario».

La idea de “revolución” en territorio hondureño cobró nuevos ánimos a partir del Golpe de Estado de junio del 2009, pero el proyecto, como en el pasado, sigue siendo solamente discursivo, en un entorno político con marcadas tendencias militaristas, un gobierno con ambiciones continuistas y una sociedad dividida e inconforme con las acciones de sus gobernantes. En el país de los revolucionarios sin revolución, ésta siguirá postergada.

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