¿QUÉ COMEREMOS?

EGO3 septiembre, 2018

Por Julio Raudales

Las cuatro de la madrugada del último día agosto: Reviso, con cierta vehemencia y desazón, las imágenes de los 7 u 8 diarios hondureños en su versión digital y no puedo evitar que me llame la atención el hecho de que en ninguno se menciona la situación del sector agrícola en el país.

A nadie parece preocuparle que estemos entrando al último cuarto del año y se haya perdido buena parte de la primera cosecha de granos, que las autoridades anunciaran hace pocas semanas el alargue de la “canícula” y que probablemente las lluvias no llegarán sino hasta octubre, que las bodegas del IHMA estén cada día mas vacías y que en los mercados, los productos que componen la canasta alimenticia estén escaseando y por tanto mas caros.

La “farándula” está muy entretenida con el dialogo político recientemente instalado, y mas aun, con el show montado en la sede de los partidos políticos tradicionales, los vericuetos de “Pandora” y hasta con la clasificación a semifinales del Motagua en la Concacaf. Pareciera como si el asunto de la alimentación nos fuera a bajar del cielo.

Apenas fue noticia de contraportada el anuncio de que se importarán unas 60 mil toneladas métricas de arroz, ya que la producción no será suficiente para satisfacer la demanda. Casi nadie se entera de que desde hace bastantes años traemos frijoles y maíz del exterior y pocas personas saben que, al sentarse a la mesa, al menos el 60% de lo que se comen es traído de fuera de nuestras fronteras.

En efecto, las estadísticas del Banco Central y el INE coinciden en que para el 2017 importamos casi US$ 5,000 millones en alimentos y lo mas curioso es que el consumo de productos alimenticios extranjeros se ha venido incrementando en forma sostenida desde hace mas de 25 años. ¿Resultado? Una cada vez mas negativa brecha comercial y, por tanto, mayor endeudamiento con el resto del mundo.

No debe extrañarnos pues, que nuestro lempira se vaya debilitando persistentemente frente a la divisa. Desde 1990, año en que se oficializó la devaluación del lempira frente al dólar, nuestra moneda no ha hecho sino perder su valor, casualmente en la misma medida en que ha estado disminuyendo nuestra capacidad de producir alimentos.

En general, una moneda se aprecia frente a las extranjeras, cuando la economía se robustece. Si la producción mejora, generalmente la moneda se afianza; contrariamente, el debilitamiento en la producción provoca escasez de divisas, debido a las pocas exportaciones y a la necesidad de aumentar el consumo de bienes importados. He ahí la principal explicación de la devaluación en nuestro país.

Pero ¿Que hacer frente a este debilitamiento en la producción de alimentos? Lo fundamental es que el gobierno inicie una política eficiente de incentivos a los productores, pequeños y grandes, de manera que se pueda asegurar el cultivo efectivo de la tierra, la crianza y apaciento de ganado y aves o la pesca en la escala necesaria para abastecer la mesa de la población.

Es un deber indelegable de las autoridades el asegurar que los costos de producción y transacción en el campo sean lo mas bajo posibles para que el sector gane competitividad.

Para ello, es necesaria una reestructuración en las instituciones que apoyan el desarrollo del sector productivo en el país. Desde hace ya bastante tiempo, el presupuesto dirigido a mejorar la producción agrícola destinan la mayoría de su presupuesto al pago de planilla, de manera que el gasto de capital, desarrollo de infraestructura, asistencia técnica y acceso a crédito es casi inexistente. De no revertirse dicha situación, el sector productor de alimentos continuará su escalada hacia la debacle.

Hay en el país una gran cantidad de pequeños y medianos productores agrícolas que en cada estación del año programan con denuedo e inteligencia el desarrollo de cultivos y producción para abastecer el mercado alimentario, no obstante el escaso apoyo oficial que reciben. La alternativa para muchas y muchos es abandonar el país al comprobar la desidia oficial, tan necesaria para facilitar el acceso al mercado y el desarrollo de oportunidades para que cumplan con sus metas.

Es necesario que se desarrolle una consciencia clara, para evitar que el final nos pille con la ominosa respuesta dada por el célebre coronel a su esposa en la novela del Gabo, cuando a la pregunta ¿Que comeremos?, en el paroxismo de la desesperación, el protagonista no pudo contener la espantosa palabra…

Esperemos que a los hondureños no nos toque, aun es tiempo.


Julio Raudales es sociólogo, vice rector de la UNAH, presidente del Colegio de Economistas de Honduras, ex Ministro de Planificación y Cooperación.

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