por Arturo Torres | Psicología y Mente

La psicología aspira a ser una ciencia y, como tal, debe estar basada en datos objetivos. Sin embargo, también es cierto que para llegar a conclusiones relevantes sobre ciertos temas, es necesario tener en cuenta las interpretaciones y puntos de vista subjetivos de las personas que forman los colectivos estudiados. Por ejemplo, si se trabaja con aborígenes del Amazonas, es necesario llegar a conectar auténticamente con estas culturas tan diferentes a la Occidental, mucho más acostumbrada a los rigores del método científico.

El psicólogo español Ignacio Martín-Baró creía que bajo esa aparente objetividad de la psicología más preocupada por obtener resultados generalizables a toda la especie humana hay una incapacidad para reconocer los problemas de culturas diferentes a la propia. A partir de esta idea, desarrolló un proyecto que es conocido como Psicología de La liberación y que el psicólogoArturo Torres  analiza en el portal Psicología y Mente.

Ignacio Martín-Baró

¿Quién fue Ignacio Martín-Baró?

Martín-Baró nació en Valladolid en el año 1942 y después de ingresar como novicio en la Compañía de Jesús, partió hacia América Central para completar allí su formación en la institución religiosa. Hacia 1961 fue mandado a la Universidad Católica de Quito para estudiar Humanidades y, más tarde, a la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Una vez fue nombrado sacerdote en 1966, fue a vivir a El Salvador y obtuvo allí su licenciatura en Psicología en el año 1975 a través de la Universidad Centroamericana (UCA), tras lo cual se doctoró en Psicología Social en la Universidad de Chicago. A su vuelta a la UCA, donde empezó a trabajar en un departamento de psicología. Sus críticas abiertas contra el gobierno del país lo situaron en el objetivo de las fuerzas paramilitaresdirigidas por la clase política dominante, los cuales lo asesinaron en el año 1989 junto a varias personas más.

En la noche del miércoles 15 de noviembre al jueves 16 de noviembre de 1989, como a la una de la madrugada, un grupo de unos 30 hombres vestidos con los uniformes del Batallón Atlacatl de la Fuerza Armada del Salvador, entraron en el campus universitario de la Universidad Centroamericana (UCA). Con el toque de queda y la supervigilancia que había en la zona sólo ellos podían haber entrado allí. Fueron varios los testigos de oído y varios los que desde casas vecinas pudieron ver, con la complicidad silenciosa de la luna. Caminaban con total impunidad, seguros de que nadie iba a molestar su “trabajo», la muerte que anunciaron de distintas formas a lo largo de ese día.

Al entrar en las instalaciones de la universidad, lo hicieron por el Centro Pastoral Monseñor Romero, contiguo a la casa de los padres Jesuítas. Con un tiro certero atravesaron, por el corazón, una fotografía de Monseñor Romero. Todos los sacerdotes se levantaron con el ruido. El día anterior, uno de los sacerdotes había ido a dormir a otra comunidad. Desde hacía días no estaba allí tampoco Jon Sobrino, que había ido a la lejana Tailandia a dar unas conferencias. De los ocho que componían la comunidad, estaban seis: El conocido teólogo de la liberación Ignacio Ellacuría y otros cinco, alguno de avanzada edad: Ignacio Martín Baró, el vicerrector de la UCA, Segundo Montes, Juan Ramón Moreno, Amando López y Joaquín López López, todos ellos españoles menos éste último, que era salvadoreño.

Estaban a medio vestir cuando llegaron a matarlos. Forzaron la puerta de entrada a la zona de los cuartos, en el piso de arriba. Los sacaron a un pequeño patio. Allí los obligaron a tumbarse boca abajo en la tierra. Así los miró el mundo, en fotografías que recorrieron los periódicos y las revistas y en las que se disimula el horror de sus rostros desfigurados por las balas. Les dispararon a la cabeza con balas explosivas.

A dos de los Jesuítas asesinados los arrastraron hacia adentro de la casa, dejando un reguero de sangre. No sabemos en qué momento doña Elba y Celina, su hija de 15 años, que ayudaban en la casa, lloraron o gritaron. Tenían que matarlas, no podían quedar testigos. Murieron abrazadas, cosidas a balazos.

Después de la media hora que parece haber durado la masacre, los asesinos estuvieron por más de tres horas dentro del recinto universitario. En la casa de los asesinados registraron los cuartos, los revolvieron, robaron radios, papeles, algún dinero, robaron los recuerdos de Monseñor Romero que se conservaban en el Centro Pastoral y después dispararon ráfagas de balas sobre todas las paredes de la casa y varios de los coches de la universidad.

Pocos minutos después de las 6 de la mañana el esposo de doña Elba fue a la casa de los padres a iniciar un nuevo e incierto día y encontró los cadáveres. Corrió a avisar al padre provincial José María Tojeira, que dispuso que nadie tocara nada para facilitar la investigación. Entre los primeros en visitar el lugar estuvieron el arzobispo Monseñor Rivera y Damas y su auxiliar Monseñor Rosa Chávez. Monseñor Rosa fue claro: “Los han matado los mismos que mataron a Monseñor Romero».

¿Qué es la Psicología de la Liberación?

Ignacio Martín-Baró negó que la psicología sea una ciencia destinada a conocer patrones de conducta atemporales y universales, compartidos por toda la especie humana. En vez de eso, señaló que la misión de este ámbito de conocimiento es comprender el modo en el que el contexto y los individuos se influyen mutuamente. Sin embargo, el contexto no es simplemente un espacio compartido por varios individuos a la vez, ya que en ese caso todos viviríamos en el mismo contexto. Para este psicólogo, el contexto incluye también el momento histórico en el que se vive, así como la cultura a la que se pertenece en un momento determinado. Concebía la Psicología como una disciplina cercana a la Historia.¿Y para qué puede servir conocer el proceso histórico que ha generado los contextos culturales en los que vivimos? Entre otras cosas, según Martín-Baró, para saber reconocer los «traumas» de cada sociedad. Conocer el contexto específico en el que cada grupo social vive hace más fácil conocer problemas distintivos de los colectivos oprimidos, como los pueblos con orígenes indígenas cuyas tierras han sido conquistadas o las sociedades nómadas sin posibilidad de poseer tierras ni de heredarlas.

Conocer el contexto específico en el que cada grupo social vive hace más fácil conocer problemas distintivos de los colectivos oprimidos. En imagen, masacre de cárcel en Honduras.

Contra el reduccionismo

En definitiva, la Psicología de la Liberación establece que para abarcar todos los problemas de los seres humanos hay que mirar más allá de los males universales que afectan individualmente a las personas, como la esquizofrenia o la bipolaridad, y hay que examinar también el medio social en el que se vive, con sus símbolos, rituales, costumbres, etc.

De este modo, tanto Ignacio Martín-Baró como los seguidores de sus ideas rechazan el reduccionismo, una corriente filosófica que aplicada a Psicología se basa en la creencia de que el comportamiento de alguien puede entenderse analizando solo a esa persona o, incluso mejor, las células y el ADN de su organismo (determinismo biológico).

Así pues, es necesario dejar de investigar aspectos del comportamiento humano en contextos artificiales pertenecientes a países ricos e ir a abordar el problema allí donde se produce. De este modo se puede satisfacer la necesidad de abordar problemas de raíz social y no individual, como por ejemplo los conflictos y ambientes de estrés creados por el enfrentamiento entre nacionalismos.

El trauma en la sociedad

Normalmente, el trauma en psicología se entiende como una huella emocional cargada de sensaciones e ideas profundamente dolorosas para la persona, ya que hacen referencia a experiencias vividas en el pasado por ella misma y que causaron mucho malestar o estrés agudo.

Sin embargo, para Martín-Baró y la Psicología de la Liberación el trauma también puede ser un fenómeno colectivo, algo cuya causa no sea una experiencia vivida individualmente sino colectivamente y heredada a través de las generaciones. De hecho, señala Martín-Baró, la psicología convencional a menudo es utilizada para alimentar esos traumas colectivos de manera discreta con fines propagandísticos; se busca canalizar ese dolor hacia metas que convienen a una élite.

Así pues, para la Psicología de la Liberación conocer los problemas mentales frecuentes en una zona nos habla sobre la historia de esa región y, por consiguiente, apuntan en dirección a una fuente del conflicto que debe ser abordada desde una perspectiva psicosocial, no actuando sobre individuos.

¿Qué es la Psicología Social?

La psicología social es una rama dentro de la psicología que analiza los procesos de índole psicológica que influencian al modo en que funciona una sociedad, así como la forma en que se llevan a cabo las interacciones sociales. En suma, son los procesos sociales los que modulan la personalidad y las características de cada persona.

También se suele describir a la psicología social como la ciencia que inquiere acerca de los fenómenos sociales, tratando de desentrañar las leyes y principios por los que se rige la convivencia entre humanos. Así pues, esta rama de la psicología se encarga de investigar las distintas organizaciones sociales, intentando extraer patrones de conducta de las personas que conforman el grupo, sus roles y el conjunto de situaciones que modulan su comportamiento.

¿Qué estudia exactamente la psicología social?

El objeto de estudio de la psicología social son, como hemos dicho, la influencia de las relaciones sociales sobre la conducta y los estados mentales de las personas. A este efecto, uno de las teorías clave en esta disciplina es la del interaccionismo simbólico. Uno de sus antecesores, George H. Mead, desarrolló un profundo estudio sobre lenguaje, gestos y conducta, como productos de las relaciones interpersonales que permiten la vida en comunidad y, concretamente, sus interacciones personales cara a cara.

Obviamente, en nuestras sociedades existen organizaciones e instituciones constituidas alrededor de ciertos condicionantes socioculturales que son un producto de la interacción entre personas. Siendo así, no es difícil imaginar que existe una conciencia colectiva que nos facilita la comprensión de estas articulaciones sociales.

La psicología social, pues, estudia los procesos psicológicos y sociales observables, cosa que nos ayuda a entender cómo actuamos los individuos cuando formamos parte de grupos o sociedades. La psicología social también engloba el estudio de las actitudes personales y la influencia (bidireccional) con el pensamiento social.

August Comte

Uno de los principales representantes de la psicología social por su relevancia en el surgimiento de esta disciplina, es el sociólogo francés Auguste Comte (1798 – 1857). Este investigador fue el pionero en plantear conceptos como la moral positiva y preguntarse acerca de varios aspectos que relacionaban el rol del sujeto en el sí de una sociedad y cultura, además de no abandonar su curiosidad por los fundamentos psicobiológicos que influyen también en la conducta humana.

Karl Marx

Otro de los autores precursores de la disciplina de la psicología social fue el filósofo, economista y sociólogo alemán Karl Marx (1818 – 1883). Este fructífero intelectual empezó a sugerir ciertos conceptos y elementos que servirían, posteriormente a su muerte, para establecer las bases de la psicología social. Por ejemplo, fue el precursor de una línea de investigación que relacionaba las influencias culturales, institucionales, religiosas, materiales y técnicas sobre la psicología del individuo.

Entre las aportaciones de Karl Marx a los inicios de la Psicología Social encontramos el hecho de remarcar que lo que pensamos y sentimos está históricamente construido, no surge de nuestro interior de manera aislada.

La escuela estadounidense: Mead, Allport y Lewin

A los dos intelectuales citados antes, podemos añadir la enorme influencia de los que, esta vez sí, se consideran los padres fundadores de la psicología social. Tres psicólogos estadounidenses: George Mead, Floyd Allport y Kurt Lewin.

El último de ellos, Kurt Lewin es considerado el artífice de la denominada Psicología Social Moderna, escuela que a la postre construyó los cimientos sobre los que se edificaría la Psicología de la Gestalt. Es, además, el autor de la Teoría de Campo, que nos explica que las variaciones individuales de la conducta en relación a la norma están fuertemente condicionadas por la pugna entre las percepciones subjetivas del individuo y el ambiente psicológico en que se encuentra. Así pues, Lewin concluye que el comportamiento humano solo puede ser cognoscible dentro de su propio entorno, en su ambiente. La conducta, entonces, debe comprenderse como una miríada de variables interdependientes.