Para entender mejor las alianzas políticas

ALG29 mayo, 2020

En política no hay alianzas fortuitas, toda unión se hace con la plena consciencia de lo que se gana y se entrega, luego de hacer un cálculo frío de las armas con que se cuenta en la carrera por mantener o lograr el poder. Así, cuando vemos el surgimiento de una nueva alianza en el Partido Nacional compuesta por Ricardo Álvarez y Roberto Castillo, frente a la candidatura de Mauricio Oliva, lo que estamos viendo es la unión de dos fuerzas internas del nacionalismo.

En términos generales el Partido Nacional conformó en el siglo XX tres fuerzas internas: el cariísmo, que surge de la victoria de la guerra civil de 1924 y se consolida con el ascenso al poder del general Tiburcio Carías Andino en 1933, a costa de la otra fuerza interna, liderada por Manuel Gálvez y Julio Lozano Díaz que luego asumirían la etiqueta de reformistas.

Porque nadie gobierna solo —ni los dictadores— para lograrlo necesitan llegar a acuerdos con las fuerzas opositoras más importantes que le permitan el ejercicio del poder, aplastar así a la oposición adversaria y echar adelante su proyecto político.

En el caso de Tiburcio Carías, representante de los sectores terratenientes, agrícolas y ganaderos, necesitó aliarse con el sector de la oligarquía más cercano al capital transnacional (Lozano y Gálvez fueron ambos abogados de las compañías bananeras).

Debilitado el cariísmo luego de 16 años en la presidencia, asciende con fuerza el sector reformista del Partido Nacional. Llegan entonces a la presidencia Juan Manuel Galvez (1949-1954) y su vice presidente, luego jefe de estado, Julio Lozano Díaz (1954-1956). Ese proyecto de siete años, si bien concentrado aún en el Partido Nacional, tenía matices distintos de los de su antecesor: cambios en la política económica más orientada al capital transnacional, creación de instituciones modernas como el Banco Central entre otros. Más adelante Tiburcio Carías y los sectores a los que representaba intentó recuperar el poder en el país, participó incluso en las elecciones de 1956, pero la historia no espera a nadie.

Hay otro sector que surge en el Partido Nacional 20 años después de concluido el caiato, liderados esta vez por el general Juan Alberto Melgar Castro, que llegó a la presidencia a través del golpe de Estado en contra de las políticas reformistas de López Arellano. Melgar, como una tercera fuerza política en el partido, surgió como alternativa a las dos fuerzas hegemónicas. Su base principal estuvo siempre en la capital de la república.

El momento más alto del melgarismo fue la candidatura de la viuda de Melgar, doña Nora Gúnera, quién logró la nominación por consenso ante las tensiones que comenzaban a surgir nuevamente en los años 90 al interior del partido.

Su yerno, ahora en desgracia, Miguel Pastor, será el último de ese clan que logrará la alcaldía de Tegucigalpa y hará un esfuerzo por alcanzar además la candidatura oficial al competir contra Ricardo Álvarez y Porfirio Lobo. Al no lograrlo, negoció con Pepe Lobo la dirección de Soptravi, cargo que ahora lo tiene en problemas.

Pero la fuerza política del melgarismo no desapareció con Miguel Pastor, como veremos más adelante es Tito Asfura quién recupera esa antorcha.

Regresemos brevemente a los ochenta.

Durante todo el gobierno militar de los setenta, liderado por la línea melgarista, fue vicepresidente Ricardo Zúniga Agustinus. Éste, más cercano al reformismo cachureco (Gálvez-Lozano) fue el candidato del partido en las elecciones de 1981. Su alianza con los militares contempló en 1985 negociar con Suazo Córdova para permitir que este se mantuviera dos años más en el poder, a costa de la candidaturade Rafael Callejas Romero que recogía las aspiraciones de una generación más joven de reformistas. Surge aquí la crisis constitucional del 85 que se resuelve con la Opción B, que da vida a las elecciones internas. El jefe de Campaña de aquella primera candidatura de Rafael Callejas fue Ricardo Maduro.

Durante la década de los noventa y la primera década de los 2000, existía todavía esa pugna de poder entre las tres corrientes principales del Partido Nacional. Nora fue candidata en las presencial en las elecciones de 1997 (cuando Rafael Callejas la traicionó facilitándole la victoria a Carlos Flores Facussé), Miguel Pastor fue alcalde del Distrito Central en 2002, cuando Ricardo Maduro (del reformismo/callejismo) era presidente de la República y más adelante precandidato a la presidencia en 2005, cuando se enfrentó y perdió frente a Pepe Lobo, que era presidente del Congreso.

Pero aquella fuerza política que fue la dictadura del cariísmo, inexistente casi de la política nacional la segunda mitad del siglo XX, estaba lejos de desaparecer.

Durante los noventa Porfirio Lobo Sosa se hizo un nombre como mediador de las distintas fuerzas políticas en el partido. Un hombre que no tomaba partido por ninguno de los bandos, fue ganando el poder aprovechando esas grietas entre el reformismo y el melgarismo. Un papel similar tuvo Ramón Lobo Sosa con los distintos carteles del narcotráfico, pero ese es tema de otro análisis.

Aunque su aparición en la política estaba más emparentada con el sector reformista del Partido Nacional hegemónico toda la segunda mitad del siglo XX, el sector de clase correspondiente a Porfirio Lobo Sosa siempre estuvo más cercano al sector económico del cariísmo. Recordemos su mensaje nostálgico en la campaña de 2005, cuando contaba con nostalgia a los cachurecos agobiados por la crisis social, la tranquilidad de los años de la dictadura: «en los tiempos de Carías se podía dormir con las puertas abiertas», en yuxtaposición a la violencia que comenzaba a surgir en el país por causa de las maras y pandillas.

Porfirio Lobo Sosa es realmente un accidente de la historia. Fue el mediador que se coló en los puestos de dirección hasta que resultó imposible de deshacerse de él, en gran medida, gracias a la fuerza oscura que le dio el hermano.

En los cálculos del reformismo cachureco, Lobo Sosa nunca debió ser presidente de la República (como tampoco debió serlo Juan Orlando Hernández), para ellos el heredero era Ricardo Álvarez.

Es gracias a la crisis interna del Partido Liberal que desembocó en el golpe de Estado de 2009 y el desgaste que las políticas económicas de los gobiernos de Callejas y Maduro, que Lobo Sosa y Hernández Alvarado logran hacerse con el poder.

Recordemos ahora al sector económico que representaba el cariísmo: terratenientes y burgueses, ligados al capital nacional, con mucha tierra y mucho ganado, pero sin dinero. Ese sector de clase fue perdiendo poder en la medida que el capitalismo evolucionaba a una economía de mercado transnacional (al igual que el sector al que representa Manuel Zelaya Rosales), que se vieron desplazados con las políticas neoliberales de Callejas, Flores y Maduro, que impulsaron el surgimiento de una nueva oligarquía, ligada ésta al sector maquilero, energético y de telecomunicaciones.

Juan Orlando Hernández está además emparentado con los Carías. Su esposa, Ana García Carías, es nieta del hermano menor del dictador Tiburcio Carías Andino. Como dijimos antes, solo la crisis de principios de siglo pudo lograr el resurgimiento del cariismo en la política nacional (como solo la crisis de principios del siglo XX generó el surgimiento de la dictadura) desplazando a los demás sectores del partido que aunque no han compartido el poder, han visto su grado de influencia reducido a costa del sector de clase al que pertenecen.

Hay un elemento más que entra en la ecuación: el impacto que genera el capital que mueve el narcotráfico.

El fin de la guerra fría hizo que las FARC recurrieran al narcotráfico como una fuente de ingreso económico para mantener la guerra contra el estado colombiano. Para finales de los noventa, Estados Unidos invirtió todo su esfuerzo para hacer de ambas guerras en Colombia una sola: la guerra contra la guerrilla y la guerra contra los carteles es el Plan Colombia. Es importante aquí afirmar que los Estados Unidos nunca ha buscado eliminar la producción de droga, saben que es imposible, su esfuerzo ha sido siempre para controlar el poder de los carteles de la droga de cara a sus intereses geoestratégicos.

Para inicios de los 2000, el desgaste del PRI en el poder por más de siete décadas era ya insostenible. Asciende a Los Pinos el PAN, terminando con una dinámica de poder entre caudillos políticos y narcos locales que había sido constante en todo el siglo XX.

Hasta ese momento los narcotraficantes necesitaban llegar a un acuerdo con el PRI y su sofisticado sistema de clientelismo para mover su producto, a partir del 2000 con Vicente Fox en el poder, comprendieron que podían influir en la elección de candidatos. Ya no serían solamente candidatos apoyados por el narcotráfico, en algunos casos narcotraficantes lograrían hacerse con el poder político de estados y ciudades.

Ese cambio hizo que Estados Unidos impulsara la Iniciativa Mérida en Méxic, a partir del 2006. Era como un plan Colombia mexicano. Los carteles mudaron entonces su zona de operación a Centro América.

Desde la década de los ochenta Ramón Lobo se convirtió en una suerte de mediador entre las disputas de grupos y carteles del narcotráfico. Cuando había un conflicto, era a él que recurrían. Esos vínculos serán luego aprovechados por su hermano menor, Porfirio Lobo Sosa que logra hacerse con la presidencia en 2010.

Los narcotraficantes siempre han preferido actuar en la periferia de los países. Las zonas más alejadas de los centros de poder, fueron desbordadas rápidamente por el capital del narcotráfico.

Viene entonces la crisis financiera de 2008.

La oligarquía nacional ha usado siempre al Estado Hondureño como principal fuente de ingreso para sus negocios. Honduras es un país demasiado pequeño en población y capacidad adquisitiva como para hacer prosperar empresa alguna. Con la crisis financiera, el Estado de Honduras se vio imposibilitado para acceder a los recursos necesarios para mantener a las empresas parasitarias de la oligarquía. Comienza a hacer uso de los recursos de la ERP para su subsistencia y cuando estos se terminan, a los que venían de Venezuela con condiciones sumamente favorables. Nadie, en su sano juicio, habría sido capaz de rechazar las condiciones de préstamo que el chavismo ofrecía a Honduras. El mismo Jaime Rosenthal Oliva afirmó en relación al Alba y Petrocaribe que era tonto no tomar el préstamo ofrecido por Chavez en las condiciones que se daba.

Recordemos nuevamente a qué sector de clase representaba la presidencia de Manuel Zelaya Rosales. Él también, al igual que Lobo Sosa, un accidente producto de la crisis interna. Manuel Zelaya pertenece al sector burgués que se vio desplazado con las políticas económicas de Callejas, Flores y Maduro.

Comienzan entonces las tensiones en el Partido Liberal, que para hacer corta la historia terminan con Pepe Lobo y Juan Orlando Hernández ganando la presidencia (gracias al poder económico que inyectaron los carteles mexicanos y hondureños).

Manuel Zelaya Rosales es en gran medida responsable del ascenso al poder de Porfirio Lobo Sosa al quitar su apoyo al candidato liberal Elvin Santos. Su no apoyo al partido Liberal se hizo con el acuerdo que Lobo Sosa le facilitaría las condiciones para el retorno al país y la creación de un nuevo partido: Libertad y Refundación. Pero en el fondo es porque estos tres políticos: Zelaya, Lobo y Hernández, pertenecen al mismo sector de clase oligárquica.

Ahora, volviendo a la fotografía que nos sirvió de inicio para este análisis.

Tenemos a Ricardo Álvarez, heredero de Ricardo Maduro, representante de esa oligarquía enriquecida con el neoliberalismo, ligada al capital maquilero, energético y de comunicaciones, con grandes vínculos con el capital transnacional (heredero a su vez del sector reformista del partido: Callejas-Zuniga-Gálvez).

Tenemos a Ricardo Castillo, primo hermano del desaparecido Rafael Callejas, heredero directo del ahora inexistente Monarca (también heredero a su vez del sector reformista del partido).

Hasta hace muy poco, Roberto Ramón Castillo Callejas manifestaba su malestar contra el gobierno de Juan Orlando Hernández por no haber hecho nada para impedir el proceso criminal en contra de Rafael Callejas Romero en Estados Unidos. Ricardo Álvarez a su vez cuenta con reparos por el mal manejo de fondos en su administración en la alcaldía capitalina y aunque sigue siendo el designado presidencial, nunca ha negado su interés en desmarcarse lo más posible de las políticas de Hernández. Da la impresión entonces que todos los descontentos con Juan Orlando se han agrupado —con la excepción de Pepe Lobo, que como accidente de la historia ha desaparecido políticamente. Nadie, con excepción de su hijo Jorge Lobo (actual diputado al CN) y algunos caudillos locales de Olancho, están realmente interesados en apoyar políticamente ningún proyecto que venta de Lobo Sosa y su familia. Igual destino le hubiera deparado a Manuel Zelaya Rosales en el liberalismo si no hubiera conformado él su propio partido.

Podemos afirmar entonces que el sector reformista del Partido Nacional respalda la candidatura del doctor Mauricio Oliva. ¿Pero qué hay detrás de eso? ¿Qué hay detrás de esta agrupación en contra (aparentemente) del alcalde del distrito central Tito Asfura?

El actual alcalde del Distrito Central cuya administración si bien desgastada luego de dos períodos sigue siendo fuerte a nivel de aceptación popular, ha titubeado en su decisión de dirigir la candidatura de un movimiento interno en el Partido Nacional.

Tito Asfura surge en el partido a la sombra de Miguel Pastor. Aunque su clase corresponde al sector reformista, su origen político parece representar más al melgarismo. Recordemos que la base política del distrito central ha sido vital para el Partido Nacional, y desde los años del general Melgar, ha estado bajo el control del melgarismo (Melgar-Gúnera-Pastor-Asfura).

Sugiere entonces que esa alianza surge para enfrentar al bloque melgarista del partido, actualmente con el control del Distrito Central, si bien ese sector ha demostrado anteriormente ser incapaz de construir una base nacional. Es muy poco probable que Tito Asfura logre montar un movimiento nacional capaz de derrocar a Mauricio Oliva en un proceso interno.

Ricardo Álvarez por otro lado publicó este día una nostálgica foto de Nora de Melgar, afirmando que la ama, llamándola jefa. Miguel Pastor, yerno de ahora anciana y retirada de la política doña Nora, está en la actualidad procesado por corrupción y vinculado a negocios de los cachiros durante su administración en Soptravi. Pero eso no le quita el cariño que su base aún le tiene.

El Partido Nacional nunca ha sido muy amigo de los procesos de elecciones internas. Las veces que lo ha hecho, ha sido para aplastar a la disidencia de los grupos en ese momento marginados, y la estrategia ha sido siempre crear muchos candidatos internos controlados por el hegemónico y juntos aplastar en las mesas al opositor. Esta vez no hay Loreleis que hagan comparsa a la candidatura de Oliva.

Mauricio Oliva ha sido presidente del Congreso Nacional durante todo el gobierno de Juan Orlando Hernández. Su control en el Congreso ha sido vital para llevar a cabo las políticas de la presidencia de la República y muchas de las acusaciones con que cuenta Juan Orlando Hernandez (adentro y afuera del país, incluyendo corrupción y narcotráfico) también parece afectar a Mauricio Oliva. Por otro lado, es claro que el vínculo del doctor Oliva con el presidente Hernández le arrastra en sus aspiraciones presidenciales y de entrar a una contienda interna, Tito Asfura se vería obligado a remarcar eso en ánimo de atraer al voto duro del nacionalismo, urgido por mantener el clientelismo vital de su partido.

Si bien las posibilidades de Juan Orlando Hernández de mantenerse en el poder un tercer período son reducidas (eso no quiere decir inexistentes) es mentiras que luego del 27 de enero de 2022 se retirará tranquilamente a gozar de la vejez en su finca en Gracias. Como animal político que es, buscará mantener el control del partido, que actualmente parece compartir con Mauricio Oliva. Tito Asfura no representa oposición contra esa maquinaria.

Todo indica entonces que Tito Asfura se unirá a la candidatura de Mauricio Oliva, a cambio mantendrá el control del melgarismo en la ciudad capital. Mauricio Oliva irá a las elecciones generales como el candidato por consenso del Partido Nacional, fortalecido con sus bases.

En cualquiera de las opciones que se den: ganar la presidencia o perderla, Juan Orlando Hernández mantiene una cuota importante de poder en el partido.

A mi juicio, esta última opción (la de perder la presidencia manteniendo el control del partido) es a lo que el presidente Hernández apuesta, pero eso será materia para otro análisis.

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