Otro golpe… otra resistencia

EGO15 noviembre, 2019

 

 

Por Gilberto Ríos Munguía (•)

Bolivia se convirtió en el vórtice de la política hemisférica a partir de un nuevo golpe de estado que más allá de denotar las diferencias internas de ese país, reflejan la tensión continental entre dos visiones políticas que aumentan a cada momento sus contradicciones naturales. Muchos son los acontecimientos y perspectivas sobre ellos que deben tomarse en cuenta para explicarlo o aproximarse a entenderlo; sería un error considerarlo como un fenómeno de tipo nacional y aislado de su contexto.

46 años han transcurrido después del golpe de estado en Chile; el presidente Salvador Allende que llegó al gobierno mediante elecciones democráticas y con un programa socialista, desarrolló una agenda para combatir desde el estado, las estafas de las empresas monopólicas del país y de compañías trasnacionales, que limitaban el desarrollo, concentraba la riqueza en poca manos y aumentaba la explotación de la clase trabajadora.

En Chile, en medio de la cruel dictadura militar, de manera personal los “Chicago Boys”, encabezados por Milton Friedman, desarrollaron la bases del modelo neoliberal; a la par de masivas violaciones a los derechos humanos, que incluyeron miles de asesinatos políticos, torturas, desapariciones, exilio, desarticulación de organizaciones populares, persecución sistemática de la oposición política y social, etc. El nuevo modelo no podía entrar de forma racional y civilizada, porque encarnaba desde su concepción, el incremento de la acumulación capitalista aún en menos manos, a través de la liberación del mercado laboral, es decir, de la sobre explotación de la clase trabajadora y la disminución de los derechos laborales a su mínima expresión.

En los noventas, ante la disolución de antigua Unión Soviética y la orfandad ideológica relativa a ella de sectores importantes de la izquierda latinoamericana, se impusieron los designios del consenso de Washington; países como Chile “volvían a la democracia” y en el resto de América Latina penetraba con mayor rigor el Modelo Neoliberal. En unos países ya había comenzado su implantación desde la segunda mitad de la década de los ochenta y en Venezuela había sufrido su primera fractura importante con el alzamiento popular en el caracazo en 1989.

También al comienzo de esa década de los noventas, surgió el Foro de Sao Paulo, que aglutinó en su primer momento a partidos políticos y organizaciones político-militares desmovilizadas con el compromiso por parte de las élites, de ser insertadas en las lógicas electorales en iguales condiciones. Menos de 10 años después, lo que había comenzado con un alzamiento popular en Caracas, se convirtió en poder formal con apoyo de las masas, clases medias, sectores de burguesía con conciencia nacional y militares patrióticos principalmente; era el primer gobierno de izquierda que alcanzaba el poder por la vía de las elecciones luego del golpe de estado en Chile en 1973, es decir, 26 años después.

El Chavismo desató una oleada de gobiernos progresistas en muchos países de América Latina, éstos más allá de implementar modelos socialistas (si somos rigurosos con los conceptos), devolvieron el papel protagónico al Estado y lo impulsaron como regulador del mercado e instrumento para lograr una distribución del ingreso más equitativa; estas medidas contribuyeron –no sin oposición de las élites- al crecimiento económico y desarrollo con mayor justicia e inversión social, demostrando que el Estado tenía capacidades superiores al interés privado y su lógica concentradora.

En el 2002, el imperialismo y su élite petrolera dirigieron la desestabilización del Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, hasta lograr el golpe de estado del 11 abril; Pedro Carmona Estanga asumiría el poder por 48 horas, lo que le valió el título de “Pedro el breve”; el 13 de abril la acción conjunta de las masas y la lealtad de militares patriotas, restituyeron en el poder al Presidente Constitucional Hugo Chávez Frías. Con estas acciones la derecha oligárquica revelaba nuevamente su visión del poder y la democracia.

El 2004, también con un golpe orquestado por fuerzas conservadoras locales y el imperialismo norteamericano, fue derrocado el presidente Jean-Bertrand Aristide de Haití; desde ese entonces a la fecha no se han realizado elecciones transparentes, llevando al país a una peor situación económica y social. No obstante, por años se ha mantenido una resistencia activa, en los últimos meses existe un alzamiento popular que demanda elecciones y garantías para la participación democrática, el régimen del empresario Jovenel Moïse ha respondido con violencia y represión provocando más de cincuenta asesinatos políticos.

El 2009 tocó el turno en Honduras. Era el mejor momento de la integración latinoamericana en el peor momento de la crisis financiera norteamericana provocada por el estallido de la burbuja inmobiliaria del 2008. El Presidente Manuel Zelaya que había llegado al poder representando un partido tradicional de la derecha, identificó la necesidad de romper los lazos de dependencia con Estados Unidos y abrazó la causa latinoamericana. Después de la asonada militar vino la resistencia y luego la creación del Partido Libre -expresión política de la izquierda. Bajo la participación democrática ocurrieron los fraudes electorales de 2013 y 2017 también orquestados desde Washington y operados por los lacayos locales.

Continuaron los golpes contra Dilma en Brasil y Lugo en Paraguay, la traición de Lenin Moreno, el injusto encarcelamiento de Lula, la aplicación del mecanismo del Lawfare (la guerra contra la izquierda por la vía de los aparatos judiciales), el perfeccionamiento de la guerra de cuarta y quinta generación, y la combinación de todas las formas de contrarrevolución que ahora están perfeccionadas con complejos mecanismos de inteligencia digital, meta data, campañas que replican mentiras en todas las latitudes del globo y que configuran una nueva realidad de dominación del sistema.

A la vez, existen gobiernos populares que resisten la embestida, pueblos que luchan por su liberación, mecanismos de articulación continental que superan las fronteras, redes sociales virtuales y reales que superan los cercos mediáticos, actos heroicos de los pueblos que transcienden la represión y las celadas; identidades de lucha que se crean al fragor de la resistencia y al calor de la esperanza de un mundo sin clases sociales.

El pueblo boliviano resiste al golpe, los ojos del continente ahora están atentos a la posibilidad de la retorno del orden constitucional y la restitución del presidente Evo. El pueblo se apodera de las calles y la resistencia se convierte en faro de dignidad.

 

 (•)Dirigente del Partido Libertad y Refundación.

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