El país donde los muertos votan

EGO5 julio, 2017

A finales de marzo del presente, cientos de habitantes de la comunidad de La Libertad, Francisco Morazán, marcharon por un acto inusual: el entierro  definitivo y simbólico de los más de 300 muertos que salieron a votar en las Elecciones Primarias.

Es sólo una muestra aislada de lo particulares y surrealistas que pueden ser los comicios electorales en Honduras. además de una anticipa muestra de lo que serán los comicios de noviembre próximo.

Las denuncias fueron efectuadas por los simpatizantes  de la corriente “Unidos por la nueva Honduras”, quienes afirmaron que el movimiento “Juntos por más cambios” se había alzado con la victoria «porque los difuntos habían salido ese día a votar por ellos». Ambas corrientes internas del oficialista Partido Nacional.

Además, manifestaron con sarcasmo que «de ahora en adelante harán proselitismo en los cementerios y visitarán las tumbas».

La noticia se ha repetido esta semana. Los líderes y representantes del Partido Libertad y Refundación (LIBRE) han denunciado públicamente que «más de un millón de muertos estarán habilitados en el padrón electoral para las Elecciones Generales de Noviembre». Según ellos, esto sería el primer paso oficialista para la ejecución de un gran fraude electoral.

El oficialismo ha dicho que en realidad esos muertos «no interferirán en el proceso eleccionario». Así lo dijo el Magistrado del Tribunal Supremo Electoral (TSE), Davis Matamoros Batson, quien retó a las a las autoridades y candidatos de la Alianza de Oposición contra la Dictadura a que demuestren lo contrario.

Batson reiteró que «no es cierto que esos muertos participarán», y que si muchos de ellos están en el padrón electoral es porque muchos hondureños no declaran ante el Registro Nacional de las Personas a sus familiares fallecidos.

Aunque el tema sea controversial y tales acusaciones de la Alianza sean un componente de la pugna política entre los partidos contendores, la “participación” de los muertos en los procesos electorales de los países centroamericanos parece cosa sabida desde hace décadas.

Pero esto es solo uno de los muchos elementos anómalos en la política de la región, en este caso la hondureña. A los muertos votantes se unen la compra de votos, el robo de urnas, la adulteración de papeletas, el soborno electoral, etc.

El Informe presentado por el Centro de Documentación de Honduras (CEDOH), Honduras: compra de votos y democracia 2013, revela que «el fenómeno de la compra de votos, como práctica distorsionadora de la voluntad ciudadana para elegir, cada cuatro años, a las autoridades que dirigen el país, es un fenómeno antiguo que ha evidenciado un crecimiento acelerado en los dos últimos procesos electorales y que requiere la atención de la academia para encontrar los factores explicativos y contribuir a tomar las mejores decisiones para su inmediato control…Honduras aparece como el país con un mayor porcentaje de compra de votos a nivel centroamericano, superando con creces a Guatemala y Nicaragua, países en los que se han realizado estudios similares».

Se informa que el en las Elecciones Generales del domingo 24 de noviembre del 2013, un porcentaje del 81.27% de los ciudadanos habilitados para votar se hizo presente en los centros de votación. El resto, el 18.73% no se presentó, es decir, no votó.

Resalta que las elecciones generales del 2013 se realizaron en un contexto favorable para el gobierno y el partido oficialista. Según los resultados de la encuesta de representatividad nacional que es materia de análisis en este texto, alrededor del 25 % de hondureños evalúa como “muy bueno” y “bueno” el desempeño del gobierno que presidía Porfirio Lobo. El 38.79 % lo consideraba como “regular” y un 35 % entre “malo” y “muy malo”.

El tercio electoral con una posición crítica era el principal espacio para que la oposición pueda empezar a capitalizar una alternativa frente al candidato del partido de gobierno.

El informe utiliza estrategias de investigación para determinar en qué grado se compran votos en Honduras. Si se preguntara lo siguiente: “¿Usted recibió dinero o regalos a cambio de su voto?”, la mayoría de personas cuestionadas no sería honesta en sus repuestas. «A pesar de esta dificultad, sorprende el alto porcentaje de encuestados que reconocieron, sin reparos, su participación en este tipo de comportamiento clientelar: 10.22».

Se determinó que en los casos afirmativos de compra de votos, un 10.22% fue directa, y un 49.01% fue colectiva.

Una medición alternativa y más confiable de la compra de votos es a través de un experimento de lista (González Ocantos et al, 2012). Bajo esta modalidad, los encuestados son asignados aleatoriamente en dos submuestras (una la llamamos grupo de control y la otra grupo de tratamiento).

A aquellos del grupo de control se les asigna un cuestionario con una lista de cuatro actividades que los candidatos o los partidos realizan durante una campaña electoral. Para los del grupo de tratamiento, la lista crece a cinco actividades (o ítems) en la cual se incluye el elemento sensible (es decir, el referido a la compra de votos).

A partir de esta proporción es posible hacer un análisis agregado de las características principales de este subgrupo, disminuyendo significativamente la estigmatización social negativa, y, por lo tanto, aumentando el número de respuestas más honestas. A continuación el fraseo utilizado convencionalmente en el experimento de lista aplicado:

Grupo Control: Colocaron carteles/afiches de campaña en su barrio/ciudad – Visitaron su hogar – Transmitieron publicidad de campaña por televisión o radio – Lo/la amenazaron para que votara por ellos.

Grupo Tratamiento: Colocaron carteles/afiches de campaña en su barrio/ciudad – Visitaron su hogar – Le repartieron bienes, servicios o dinero a cambio de su voto. – Transmitieron publicidad de campaña por televisión o radio – Lo/la amenazaron para que votara por ellos.

Eso sí, ni los muertos votantes ni la compra de votos son práctica común de un partido en particular, ambas han sido prácticas históricas de la clase política más tradicional del país, representada en el bipartidismo (Partido Nacional y Partido Liberal).

A esas prácticas fraudulentas, a través de la adulteración de actas electorales, se ha unido el opositor Partido LIBRE, por lo que el panorama de las Elecciones Generales de Noviembre no se presenta como un proceso confiable de ninguno de los partidos en contienda.

Ya sea por compra de votos, robo de urnas, sobornos o adulteración de actas electorales, el fraude electoral es una figura que puede presentarse desde cualquier frente político, desde cualquier partido. Así lo ha demostrado la experiencia, la historia.

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