María Graciela Amaya Barrientos de García Lardizábal

EGO29 julio, 2016

…Por Anarella Vélez Osejo.

En 1977, Zoila Madrid, Teresa Galindo, Melba Reyes y otras[1], nos organizamos en una colectiva feminista que denominamos Graciela Amaya García —GAG—. Queríamos una Graciela presente en la vida universitaria, pretendíamos dejar el fuego de su impronta en cada mujer universitaria, vivíamos intensamente la dulzura de su ejemplo, la fuerza de su carácter. Pretendíamos que ella nos perteneciera, nos empoderamos con su vida y con su obra. Nos incentivó el conocimiento que hasta entonces teníamos de la existencia y la obra de Gracielita, como la llamábamos. Una vida única, una vida poema, en la que latía la revolución, el compromiso, en la que encontrábamos respuestas a nuestras incógnitas. Pensábamos que su presencia en la historia de nuestro país era digna de ser emulada. Sabíamos que había luchado contra la ignorancia por considerarla dañina para nuestros pueblos, y que por tanto debía ser erradicada, estábamos persuadidas de la conveniencia de organizarnos bajo la tutela de su nombre para emprender la educación de nuestras contemporáneas impulsadas por fuerza de su historia.

Graciela Amaya Barrientos (San Salvador, 2 de enero de 1895-México, 1985) llega a Honduras en 1915. Al poco tiempo dio los primeros pasos por las difíciles rutas de la lucha social. Sabíamos que abandonó las ocupaciones tradicionales de la mujer, que se convirtió en una transgresora. Fundó, junto a otras mujeres, la primera organización de mujeres en Honduras, llamada Sociedad Cultura Femenina (1926). Ese espacio se convirtió en el escenario de todo tipo de debates y combates. Con aquel acto abrió, silenciosa, el camino de la emancipación femenina en Honduras. Fundaron una escuela nocturna para mujeres pues entendía que no había otro modo de despejar sus miradas sobre la subyugación femenina. Organizó foros en los que se las ilustraba sobre las causas de la propia opresión y la de los obreros. Se organizaban reuniones para rememorar el día internacional de las mujeres trabajadoras, el día internacional de los trabajadores. Desde la Sociedad Cultura Femenina se emitía un boletín; se fundó una universidad obrera; se apoyó la candidatura obrera a la presidencia de la República de Manuel Cálix Herrera en 1932.

La vi personalmente en dos ocasiones. La primera, cuando la UNAH[2] le rindió un homenaje, el cual se realizó en el Teatro Manuel Bonilla, regresaba a nuestro país tras 33 años de proscripción y persecución judicial. La segunda cuando, en 1981, Ramón Oquelí nos encomendó, al poeta Rigoberto Paredes y a mí, que le entregáramos unos ejemplares de su Antología de la obra de José Cecilio del Valle. Ella nos recibió cálidamente en su casa de la calle Belline, Colonia Peralvillo de la ciudad de México. Ambos encuentros son para mí inolvidables.

Cuando integramos la GAG creímos haber nacido para perdurar, como el sol o la lluvia, sin embargo nuestra organización fue una víctima más de los tiempos en los que surgió y la represión la asfixió. Sin embargo, la vida cabal, íntegra, de Gracielita continúa siendo un espejo en el cual debemos mirarnos cada día para evitar la nostalgia, reivindicar la memoria y transformar nuestras prácticas.

Tegucigalpa, 24 de julio de 2016

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[1] La colectiva feminista Graciela Amaya García fue una organización constituida en el seno de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y su principal objetivo era el de autoformarnos y transmitir una cultura feminista a otras universitarias.

[2] La Universidad Nacional Autónoma de Honduras y la Federación de Estudiantes Universitarios de la UNAH le rindió un merecido homenaje en septiembre de 1977.

[Nota del editor] Durante el mes de julio de 1944 el pueblo hondureño se movilizó en contra del gobierno de Tiburcio Carías y éste en represalia expatrió a Gracielita hacia El Salvador, en donde se incorporó a las actividades políticas en la Unión Nacional de Trabajadores, UNT. Participó en la campaña presidencial del Dr. Arturo Romero, hasta el golpe de Estado del 21 de octubre de 1944, promovido por Osmín Aguirre y Salinas. Nuevamente le tocó huir, y se refugió en Guatemala de donde la expulsa luego el Dr. Juan José Arévalo, en febrero de 1946. Habrían de pasar más de tres décadas para que Graciela Amaya Barrientos volviera a Centro América, su patria.

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