Los retos de la oposición ante las elecciones generales.

EGO8 mayo, 2017

Por Daniel Esponda

En las últimas elecciones generales que vivimos, pudimos identificar cuatro segmentos de votantes, divididos en dos grandes grupos: en primer lugar los que son conservadores y apoyaron el golpe de estado del año 2009 de manera directa o indirecta, lo decimos porque en este sector de los votantes encontramos electores que fueron camisetas blancas y están convencidos que las políticas neoliberales, conservadoras y derechistas de sus partidos son las correctas para sacar al país adelante. Pero también existe en este mismo sector un grupo de personas que no estuvo de acuerdo con el golpe de estado, pero se han mantenido en los partidos golpistas y en los partidos paracitos de los golpistas, estos ciudadanos apoyan de manera indirecta el golpe, dado que las políticas por las que se dio ese evento se mantienen y se profundizan cada día más.

El segundo segmento que debemos caracterizar es la población que se mostró en contra del golpe de Estado y que avanzó a expresiones organizativas, sociales o partidarias, constituidos principalmente en el Partido Anti corrupción (PAC) y el Partido Libertad y Refundación (LIBRE) pero este segmento se divide en dos grandes sectores; los que se opusieron al golpe de estado y no son melistas y los que se opusieron al golpe de estado y son melistas. A partir de estos elementos podemos comprender por qué ha sido imposible una alianza real en la oposición, es decir no existe una verdadera cohesión en la oposición por que no comparten principios programáticos y mucho menos ideológicos, ni son guiados por los mismos liderazgos.

Este escenario solo permite entonces hacer alianzas coyunturales para avanzar a estadios en los cuales se puedan construir oportunidades donde sea factible competir en elecciones de manera equitativa y democráticamente. Tomando en cuenta las limitantes de la democracia burguesa. Es decir que la alianza en el nivel presidencial, es la única posibilidad para sacar del poder ejecutivo a los nacionalistas.

También debemos dejar claro que las fuerzas políticas poseen su peso específico indudablemente, el partido de gobierno cuenta con una base social considerable, sumada a ello el tremendo clientelismo que han amasado con los proyectos asistencialistas. Por otro lado, la oposición sigue apareciendo dispersa y sin un programa claro, lo que pone en mucha incertidumbre a la población.

En las condiciones políticas que se encuentra el país sería triunfalista e ingenuo pensar que un partido de la oposición por si solo pueda derrotar el fraude o derrotar al partido de gobierno.

Nos parece positivo la actitud de algunos partidos de la oposición al deponer candidaturas de sus líderes para construir una alianza electoral en el nivel presidencial, pero esa misma alianza se debe construir en el legislativo.

Nos debemos preguntar ¿hasta adonde se pueden caminar juntos con la tremenda diversidad ideológica de la oposición? No cabe duda que el anhelo de la mayoría de la población hondureña es sacar del poder a los nacionalistas, pero muy poco se analiza sobre un posible gobierno de la oposición. Al parecer, muchos ya se ven repartiéndose ministerios y pujando por asumir el control del aparato estatal.

La realidad objetiva, es que los gobiernos de coalición son muy complicados de administrar y necesitan muchísima madurez, la salida que tiene la oposición es sacar del poder a los nacionalistas, hacer un gobierno de sacrificio, limpiando la corrupción, enjuiciando a los culpables, saneando la institucionalidad, convocar a una Asamblea Nacional Constituyente, que siente las bases de un verdadero Estado de Derecho, democrático, representativo y sobre todo que facilite las posibilidades económicas y sociales para sacar a Honduras de la miseria y desigualdad a la que está sometida en manos del bipartidismos y la oligarquía más intolerante de la región, de los contario nuestros estado está condenado a seguir debilitándose.

En consecuencia este virtual gobierno de la oposición deberá revitalizar el Estado, cambiar el estamento legal del país, llamar a elecciones libres y democráticas donde todas las fuerzas políticas de la nación puedan competir de manera equitativa y el pueblo pueda elegir por quien quiere ser gobernado.

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