Latinoamérica expectante ante cambios de Trump

EGO20 enero, 2017

Pese al misterio que rodea el nuevo gobierno de Donald Trump, su bandera en favor del proteccionismo traerá cambios importantes para América Latina que venía centrando su relación con el coloso del norte en otras áreas.

Por años la relación de Estados Unidos con América Latina ha estado cimentada en cuatro pilares: seguridad, migración, comercio y cooperación. Con la llegada de Trump a la Casa Blanca, la balanza se inclina poderosamente hacia uno de estos pilares, lo que traerá efectos sobre toda la estructura. Sus mensajes de “Hacer Estados Unidos grande otra vez”, ya le ha generado tensiones con otros colosos como China que ha advertido que en una guerra comercial nadie saldrá bien librado. Pero América Latina no es China, y sólo el aleteo de lo que será el nuevo gobierno en Washington, ya empieza a generar huracanes en la región.

El caso de México, es el que más ejemplifica ese cambio en la relación. Trump anunció que renegociará para su conveniencia el Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, y que cobrará altos impuestos a las empresas que no quieran abandonar México y producir empleos en su país. Aún sin ser Presidente en ejercicio, sus declaraciones provocaron, en parte, que el peso mexicano acelerara su desplome: pasó de 18.5 pesos por dólar el 8 de noviembre de 2016, a 21.5 pesos al 13 de enero de 2017, según el Banco de México.

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Paradójicamente en el caso de Cuba, que parecía ser uno de los puntos más delicados por las manifestaciones verbales de Trump durante su campaña, desde esta perspectiva no parecieran tan graves las cosas. Varios expertos han señalado que lo negociado con la isla no entra en conflicto con las ideas del nuevo presidente, esto a pesar que en campaña dijo que revertiría lo avanzado en el proceso de la normalización de las relaciones bilaterales.

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Las medidas proteccionistas no son una novedad para el gobierno estadounidense, que se ha caracterizado por la liberalización en sus prácticas comerciales en el exterior, y los subsidios para la producción y exportación de productores locales desde la fundación del país. La ley Hawley-Smoot, por ejemplo, que fue instaurada después de la crisis de los años 30, elevó los aranceles a productos importados, permitiendo al país aumentar su producción local y ser competitivos en el mercado internacional.

Aunque durante los 60 las consideraciones frente al comercio fueron más laxas, a partir de los 70 y como medida para reconstruir la economía después de la Guerra de Vietnam, Nixon volvió a fortalecer las medidas de protección al producto local.

Pero en el caso de la crisis de 2008, la solución vino de la mano del rescate del sector financiero,  lo que estimuló que las grandes industrias estadounidenses se ubicaran en otros países, generando desempleo dentro de la clase media al interior.

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Es desde la perspectiva de generación de empleo interno, que la política migratoria con los latinos entra a un gran estado de incertidumbre. Para países como Honduras, Guatemala, El Salvador y Nicaragua, el temor ante una deportación masiva, incluso más incisiva que la que ya se está haciendo efectiva, acentúa las sospechas sobre una posible crisis por la disminución en el envío de remesas que, en el caso salvadoreño, por ejemplo, representa más de 16 por ciento del Producto Interno Bruto y en el de Guatemala un aproximado de 10 por ciento.

La preocupación en El Salvador, que tiene más de dos millones de ciudadanos viviendo en suelo estadounidense, llevó incluso a formalizar una visita de parte del canciller salvadoreño, Hugo Martínez, al equipo de transición de Trump para abordar uno de los temas más calientes en la agenda migratoria: las decenas de miles de deportaciones desde el período Clinton, hasta el número considerable de salvadoreños deportados que llegaron a bordo de dos vuelos semanales durante la administración Obama.

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Para Honduras, el embajador Jean Nealon informó por medio de su cuenta de Twitter, que el gobierno de los Estados Unidos continuará apoyando los esfuerzos para aumentar el desarrollo económico, fortalecer las instituciones y mejorar la seguridad. Se espera que pese a su política migratoria, el gobierno de Trump mantenga su respaldo a la lucha en contra del narcotráfico y las pandillas que mantiene la región.

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La incertidumbre no es exclusiva de los más vulnerables. Para Panamá, por ejemplo, en donde las grandes élites están acostumbradas a tener contacto directo con el gobierno de turno después de convivir con el país del norte dentro de su propio territorio durante un siglo, la llegada de Trump llegó por sorpresa por su condición de “outsider”.

Con la llegada del Presidente No. se abren caminos inciertos por el impacto que pueda tener las medidas que tome contra otros países de la región y sus tratados de Libre Comercio. El economista Adolfo Quintero señaló que “Panamá es un importador de productos de EEUU y en la búsqueda de Trump de impulsar la economía a partir de un renovado proteccionismo “será una plataforma en la parte logística y del tránsito por el Canal”.

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Por su parte, Argentina es el único país que ha manifestado sentirse tranquilo ante las tendencias de Trump hacia un nuevo proteccionismo. Su presidente, Mauricio Macri, quien manifestó su apoyo explícito a Hillary Clinton durante su campaña, señaló que el intercambio comercial entre ambos países es muy bajo y que la apuesta va más a crear nuevos lazos, que a abandonar los que ya existen. Una sensación similara a la que se respira en el resto de los países del Mercosur.

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Otra de las decisiones que podrían afectar la economía de la región es el retiro de Estados Unidos del Tratado Comercial con el Pacífico, en el que participan 12 países de América Latina, Asia y Oceanía, -incluidos México, Perú y Chile-, aduciendo que buscará firmar acuerdos bilaterales con algunos países del tratado para “devolver empleos industriales a orillas de América”.

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Para Colombia, que también tiene un TLC amenazado por las declaraciones del nuevo gobierno, las preocupaciones están más centradas en el tema de cooperación. Durante 2016 la administración de Obama diseñó en conjunto con el gobierno de Juan Manuel Santos un programa llamado Paz Colombia, en el que se apoyaría la implementación del Acuerdo de Paz. El enfoque del nuevo presidente pondría en peligro la asistencia esperada.

Aunque John Kerry, nominado por Trump para ser Secretario de Seguridad Interna de Estados Unidos, haya señalado que Colombia era uno de los mejores aliados que tenía Estados Unidos en la región, los enfoques que tienen ambos países para enfrentar la violencia son disímiles, especialmente en lo relacionado con el narcotráfico, como lo señaló un reciente artículo del diario El Tiempo.

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En el primer día de su administración, Trump sigue sin revelar un plan de acción que haga sostenibles las pretensiones que ha declarado tener para Estados Unidos. En las últimas horas los medios se han llenado de proyecciones y especulaciones sobre lo que serán los próximos cuatro años para el mundo de acuerdo con las decisiones tomadas por una de las grandes potencias del mundo.

Lo que sí ha dejado vislumbrar el nuevo Presidente a través de la elección de su gabinete y su discurso de “los hombres y mujeres olvidados, ya no van a seguir siendo olvidados”, es que el capitalismo salvaje de Estados Unidos entra en etapa de recrudecimiento. Para América Latina esto significa ponerse a tono con esa política, y comprender que las otras áreas de tradicional relación van a perder protagonismo.

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