LA IGLESIA: EL ESTADO LAICO EN HONDURAS [2/3].

EGO10 diciembre, 2016

En Honduras, como en muchos Estados del mundo, los conceptos de laicismo, laicidad y Estado laico no hace honor a sus significados, pues el Estado y la nación hondureños siguen siendo ampliamente religiosos.

La Constitución de la República establece la libertad de culto y un Estado laico. El Estado y la Iglesia no tienen funciones entre sí, y por tanto, la Iglesia no puede participar de los asuntos del Estado. En la práctica, esto jamás ha sucedido, y la Iglesia sigue tan cercana al poder político como en el pasado —por lo menos en América Latina—, desde otros escenarios y con un discurso comedido y agazapado. Honduras no es un Estado laico.

Cuando El Pulso lo abordó sobre este tema, el abogado Gabriel Nasser Rodríguez expresó:

«El Estado, en este caso los gobiernos o el gobernante de turno, deben cumplir y hacer cumplir la leyes de la República, tal como lo demanda la Constitución, pero en Honduras el Estado laico no ha podido consolidarse no sólo por la debilidad de los gobernante en el asunto, sino porque la sociedad misma es una sociedad profundamente religiosa. Por ello, los políticos entienden que asumir una postura antirreligiosa (en este caso anticristiana) no sólo sería políticamente incorrecto para nuestro contexto, también sería fatal para la imagen pública del gobierno mismo, pues, en una sociedad tradicionalmente religiosa, la liberta de culto y el laicismo aún son temas tabú. En síntesis, el Estado laico no existe porque la clase política sigue utilizando la idea de Dios en su beneficio, y lo hace invocando públicamente la fe cristiana para contar con la simpatía de la sociedad, que aprecia a un gobernante que pregona su misma fe».

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Militares orando. Cortesía La Prensa.

Por su parte, el historiador nacional Jorge Alberto Amaya, ha escrito lo siguiente sobre la concepción de Estado laico en Honduras, y sobre las luchas históricas por la laicidad en el territorio:

«Los cimientos de la constitución del Estado laico se ubican en los procesos revolucionarios a partir de la Revolución Francesa y del influjo del pensamiento Ilustrado del siglo XVIII, que postulaban los ideales de igualdad, libertad y fraternidad, así como el desmantelamiento de los privilegios que consagraban beneficios solamente a la aristocracia y al clero durante el denominado “Antiguo Régimen”… En el caso de Centroamérica y Honduras, esas políticas públicas se empezaron a aplicar a partir del proceso de la “República Federal” de Francisco Morazán (1830-1838), cuando el gobierno respaldó las demandas liberales que se habían promulgado por decretos desde 1824, y que reconocían la necesidad de aprobar la separación entre el Estado y la Iglesia, y al mismo tiempo impulsar la libertad de cultos[1]».

A pesar de los intentos morazanistas, la separación de la Iglesia y el Estado hondureño sólo ocurrió en el gobierno de la Reforma, cuya gestión determinó la definitiva separación del clero de los asuntos de la gobernanza civil que concernían al gobierno y a la clase política. Los  gobiernos de la Reforma (1876-1891) establecieron que la clase sacerdotal debía ocuparse de la formación ética, espiritual y moral de los pobladores, y que por tanto debían dejar las responsabilidades económicas, cívicas y civiles a la administración pública.

El proceso resultaba lógico. Un Estado cuya sociedad era resultado de la multiplicidad de etnias, leguas, culturas y tradiciones, no podía vivir bajo el sometimiento de un credo definido e impuesto por la Corona española durante la Conquista y la Colonia. Por supuesto, la injerencia de la Iglesia en las actividades del Estado (la Provincia) durante la Colonia, tenía dos motivos principales: el ejercicio de control social que la Iglesia había implantado desde la Edad Media a través de la fe y la fidelidad al Dios; y la protección de las prebendas y cuantiosos beneficios económicos que recibía, y que le convertían en una institución con poderes supremos.

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Óscar Andrés Rodríguez, el Cardenal político. Cortesía La Tribuna.

La Iglesia disfrutó de los mayores beneficio económicos[2] casi hasta finales de la primera mitad del siglo XIX, cuando el Estado hondureño inició unja lenta transformación de la administración pública y una especie de prematura modernización del Estado, con presidentes como Coronado Chávez (la Universidad), Juan Nepumuceno Lindo, Santos Guardiola, José María Medina, quien sentó las grandes bases sobre las que se instalaría el gobierno reformista de Soto y Rosa. Aunque todos ellos eran hombres religiosos, fueron comprendiendo que para la mejor funcionalidad de los gobiernos, era necesaria la implementación de  políticas y leyes modernas, que no consideran el papel político de la Iglesia.

Estamos ante la impasividad política y social, y bajo la predominancia de un Estado religioso, cristiano y muchos casos teocrático. Pero la búsqueda del Estado laico, así como la construcción de los procesos de laicidad no sólo ha dejado de florecer en Honduras, también lo hacho en toda América latina. En la primera parte de esta crónica La Iglesia: el avance de la secularización, expusimos que los países de la región siguen siendo naciones con profundas raíces y costumbres cristianas, y que por tal razón el avance de la secularización no ha experimentado el considerable crecimiento producido en la Europa de la Post-guerra, y en países sudamericanos como el Uruguay, que con un 38% de agnosticismo se presenta como el país más secular de Hispanoamérica.

En Centroamérica sigue predominado la tendencia cristiana (protestantes y católicos), con un incremento del 29% de los evangélicos en los últimos veinte años, y en detrimento de la religión católica. Guatemala y Honduras siguen siendo las naciones del istmo como mayor religiosidad. Todo ello demuestra el porqué de la no consolidación del laicismo del Estado.

La aparente división entre Iglesia y Estado se acabó radicalmente con la inauguración del gobierno de Porfirio Lobo a inicios del 2010, pues el discurso nacionalista de “Unidad Nacional” echó mano del enorme poder de convocatoria y convencimiento con los que aun cuenta la Iglesia hondureña. Esta vez, no obstante, el acercamiento del gobierno no era exclusivo con la iglesia católica, ahora se sumaban las filas de las denominaciones protestantes. El gobierno, sucesor del gobierno de facto de Roberto Micheletti, urgía de la capacidad de la Iglesia para agrupar personas para un objetivo común: la unidad de una nación radicalmente dividida por el golpe de Estado de junio del 2009.

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El pastor evangélico Ebal Díaz, Ministro de la Presidencia.

De ese modo, las opiniones públicas sobre asuntos políticos de algunos de los líderes más emblemáticos de la religiosidad, como el Cardenal Óscar Andrés Rodríguez, el Arzobispo Juan José Pineda, el Obispo Rómulo Emiliani, el Arzobispo Darwin Andino, el Obispo Luis Alfonso Santos, y los pastores evangélicos Evelio Reyes, Oswaldo Canales o Misael Argeñal, fueron cada vez más constantes, y su principal cometido, en la mayoría de los casos —con sus excepciones—, ha sido la validación y aceptación de los gobiernos corruptos impulsados desde los brazos políticos más conservadores y económicamente poderosos. La clase política de hoy, como en el pasado, tiene a su disposición con los ejércitos cristianos.

«[…] esa alianza entre las Iglesias Católica y Evangélica con la extrema derecha han provocado lo que denominamos como una “clericalización de la vida pública”, situación de extraño “hibridismo” donde ya no se distingue lo público de lo religioso… frente a esa alianza nefasta para el pueblo y para la democracia, evidentemente se han desacreditado muchos líderes religiosos y las Iglesias mismas…produciendo una “desacralización de muchas figuras eclesiásticas que antaño eran consideradas impolutas o casi sagradas”… Para contrarrestar esa tendencia, las Iglesias han desplegado con el Estado mismo una campaña permanente de “conversión religiosa”, y de “ritualización de la religión dentro de la política[3]”».

En la Honduras que preside Juan Orlando Hernández, el Estado laico ha muerto, y así como el gobierno ha traído de vuelta a la vida nacional al poder militar —léase sobre militarización— también trajo de regreso a un poder tan nocivo como el poder militar, el poder eclesiástico.

De este modo, se entiendo entonces por qué razón el principal asesor del gobierno de turno es el pastor evangélico Ebal Díaz,  por qué las sesiones del gabinete de gobierno desde Porfirio Lobo, comienzan con una oración, por qué el Presidente del Congreso Nacional inicie las legislaturas en el nombre de Dios, o por qué el mismo (Mauricio Oliva) llegó con una cruz de ceniza a presidir una legislatura en el transcurso de la semana santa de este año.

Todo ello es parte de una estrategia de la clase política, que al saberse casi irremediablemente desprestigiada y mal querida, busca escudarse y revalidarse a través de la capacidad manipuladora de la religión, haciendo uso la fe y la ingenuidad de gran parte de la población. Con todo ello, el presente gobierno ha caído en una acción antihistórica y  sumamente retrograda, pues como hemos escrito con anterioridad, el Estado civil como el Estado laico fueron conquistas históricas de los Estados liberales que buscaban el orden y el progreso.

 

Citas al pie. 

[1] Amaya, Jorge Alberto. “Las luchas por el laicismo en la historia de Honduras”, El Zángano Tuerto, N°1, Año I, Tegucigalpa, pp. 5-8.

[2] Capellanía, Cofradías, Diezmo, Primicias, Obras Pías, etc.

[3] Amaya, Jorge Alberto. “Las luchas por el laicismo…”.

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