LA HONDA PROFUNDIDAD DE LAS «HONDURAS»

EGO29 julio, 2016

Por: Albany Flores Garca.

En una de sus más famosas y acertadas cavilaciones, Rafael Heliodoro Valle llegó a decir que la historia de Honduras puede escribirse en una lágrima. Más tarde, en su libro Secreto Militar, el poeta yoreño Roberto Sosa le contestó, sin ambages, que la historia de Honduras puede escribirse en un fusil, sobre un balazo, o mejor, dentro de una gota de sangre.

En realidad, ya el mismo Heliodoro Valle nos había presentado algunos de los nombres que históricamente se le han dado al territorio que hoy llamamos Honduras; Hibueras, Guaymuras, Jonduras, etc.

No obstante, autores como Rodolfo Pastor Fasquelle se han preguntado ¿Quién engendró la patria?, ¿de dónde sale Honduras? Honduras sólo puede ser una nación soñada, de ensueño, y concebida mediante un incontinente imaginario poético.

«Honduras», performance realizado por Jorge Oquelí.
«Honduras», performance realizado por Jorge Oquelí.

Sobre ello hicieron especial referencia los más geniales pensadores hondureños de los siglos XIX y XX, desde que Juan Ramón Molina expresara sus adoloridos cantos a la tierra que había hecho de él un hijo enfermo de este siglo, hasta que el gran Ramón Oquelí advirtiera que «uno de los mayores problemas del país está en la ausencia de una memoria». Porque Honduras es para Oquelí una sociedad del olvido. Honduras es La estampa de la espera.

Honduras es la nación imaginada que no pudo ser, es la nación que no es, que no fue. Honduras es la nación de las profundidades.

En la opinión del ensayista chileno Juan Arancibia Córdova, la imposibilidad que históricamente ha tenido el territorio hondureño en la construcción del espectro nacional estriba en aspectos puntales concernientes a la deficiente e ineficaz administración pública, el incipiente sentido de la identidad nacional, y la incapacidad de la clase política de constituir el Estado nacional constituyéndose ella misma en una clase nacional, es decir, el Estado nacional hondureño no existe porque la clase gobernante nunca se sintió nacional, en lo que la escritora ítalo-hondureña Francesca Randazzo, en un guiño de complicidad con Ramón Oquelí, ha denominado como La patria de la espera.

 Foto: ars504.com
Foto: ars504.com

En ese sentido, la obra del artista plástico hondureño Jorge Oquelí, quien ya nos había sorprendido con sus fantásticas propuestas en el campo de la instalación artística, pone de manifiesto, y de contragolpe, el amplio significado simbólico de lo hondo, de las profundas inmersiones del hombre que día a día naufraga  en las honduras de las aguas revueltas; de una sociedad en blanco y negro que todavía se busca como un niño perdido, en una pequeña nación cuya historia puede perfectamente escribirse «en el olvido de una lágrima, de un fusil, y de una gota de sangre».

Oquelí, el artista y creador sin límites, hunde su imagen en la hondura, en la deseable candidez del agua que vuelve de las profundidades del alma; casi como si evocara la mítica esencia de los primeros hombres que habitaron las aguas de las aguas del viejo Anaximandro. Oquelí es entonces habitante de la espera, de la lenta marea que se mueve en la calma, de la calma, y de la honda profundidad de las Honduras.

Foto: ars504.com
Foto: ars504.com

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