La Edad Media no fue tan oscura como nos la contaron

EGO16 octubre, 2018

Por  | magnet

La Edad Media en Europa comienza, según la convención historiográfica más extendida, en 476 con la caída del Imperio romano de Occidente y acaba en 1453 con la toma de Constantinopla por los otomanos y el fin de la Guerra de los Cien Años. Una época oscura de casi mil años de simple transición entre la Edad Antigua y la Edad Moderna (de ahí su nombre) marcada por el retroceso intelectual y cultural, la ignorancia, la superstición, el inmovilismo, la guerra, el hambre, las enfermedades y la subyugación de los siervos y las mujeres. O eso nos han contando.

Aunque esta sea la visión que a día de hoy aún predomina a nivel popular y el adjetivo medieval se usa con tono despectivo, los medievalistas llevan siglos batallando contra este mito hijo del humanismo y la Ilustración.

El origen de esta visión del Medievo como una época óscura y supersticiosa se debe a «una mezcla de fanatismo de la Ilustración, odio al papado del protestantismo, anticlericalismo francés y esnobismo clasicista», según el historiador y bloguero ateo Tim O’Neil. Merece una mención especial como propagador de la leyenda, debido a su enorme éxito, el libro Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano del historiador británico del siglo XIX Edward Gibbon.

La división tripartita de la Historia (Edad Antigua, Edad Media y Edad Moderna) fue establecida por los humanistas en el siglo XV.

«Por un lado estaba la Antigüedad, que ellos admiraban y les parecía maravillosa. Todo lo demás es despreciable, una etapa a la que no se le da ni nombre es el tiempo de la oscuridad, de las tinieblas. Es la Edad Media, nacida del prejuicio propio de un humanismo que solo reconoce elementos de civilización en la antigua cultura clásica. Esa visión, que es una visión propagandística, propia del Humanismo del siglo XV, nos la hemos creído y nos la seguimos creyendo hoy día», explica Carlos de Ayala, catedrático de Historia Medieval de la Universidad Autónoma de Madrid y vocal de Sociedad Española de Estudios Medievales.

Ciencia y tecnología: no tan estancados

Aunque a nivel popular se considera que la ciencia se estancó y fue perseguida por la Iglesia, en realidad la Edad Media puso las bases de la ciencia moderna con nombres como Alberto Magno (beatificado y canonizado), Roberto Grosseteste, Roger Bacon, John Peckham, Thomas Bradwardine, William Heytesbury, Richard Swineshead, John Dumbleton, Richard de Wallingford, Nicolás de Oresme, Jean Buridan, Nicolás de Cusa, Guillermo de Ockham y Walter Burley. Muchos de los anteriores, además de científicos y lógicos, eran miembros de órdenes religiosas mendicantes y seguidores de la escolástica.

«Roger Bacon es un franciscano inglés del siglo XIII y es el padre del empirismo, que es la base de la ciencia moderna. Toda la corriente de caracter filosófico nominalista que tiene sus orígenes en el siglo XI y en la figura de Abelardo, está en la base de esa metodología filosófica que en último término va a dar lugar a la ciencia moderna», desmitifica el catedrático Carlos de Ayala.

Entre los avances tecnológicos medievales destacan para el medievalista francés Jacques Le Goff en su libro Una larga Edad Media los progresos en la producción agrícola con el desarrollo de la rotación trienal de cultivos, que se tradujo en la obtención de dos cosechas al año y un aumento de la producción, y la introducción del arado de reja y vertedera. Esto, junto a una mayor extensión de la superficie cultivada, da lugar al «progreso más espectacular» de la Edad Media: el crecimiento demográfico.

En ese erial para el conocimiento que fue el Medievo también surgieron las primeras universidades como la de Bolonia, Oxford, Cambridge, La Sorbona de París y Salamanca.

En el siglo XII y XIII se empiezan a construir las grandes catedrales góticas (estilo considerado a posteriori como tenebroso pese a ser luminoso) como Nôtre Dame de París o la de Burgos, que «nacen esencialmente de desarrollos técnicos como la invención del crucero de ojiva y del arbotante», expone la medievalista francesa Régine Pernoud en su libro Para acabar con la Edad Media.

Otros grandes avances son la expansión y adopción de la pólvora, el papel y el molino de agua; así como la invención del molino de viento, la yunta de los bueyes, el reloj mecánico, la brújula, las gafas y el botón. En el ámbito militar destacan las monturas, las espuelas y los estribos, entre otros muchos hallazgos.

Los malentendidos casos de Galileo y Bruno

Vale. Y podrías pensar «¿y Galileo Galilei y Giordano Bruno qué?». Tanto el caso de Giordano Bruno (1548 – 1600) como el de Galileo Galilei (1564 – 1642) sucedieron en la Edad Moderna y ambos también están rodeados de mitos.

El supuesto mártir de la ciencia por el que se tiene al místico, filósofo, matemático y astrónomo Giordano Bruno, no fue condenado por sus teorías astronómicas sino teológicas: Bruno no creía en la Santísima Trinidad ni en la virginidad de María ni en la divinidad de Jesús. Eso, junto contra otras tesis heréticas, fue lo que le llevó a la hoguera y no defender el modelo copernicano.

Más mitos rodean la condena de la Inquisición a Galileo. Por un lado, Galileo no defendió que la Tierra fuese redonda porque era algo ya aceptado por los estudiosos medievales y la propia Iglesia. El mito surge en el siglo XIX como parte de una defensa del darwinismo frente a la sinrazón de los religiosos. Aunque sí fue condenado por su defensa del heliocentrismo, fue encarcelado en su casa por el resto de su vida y no quemado vivo como algunos creen.

La transición de la Edad Media a la Moderna, ejemplificada de modo maravilloso por El Bosco en su Jardín de las Delicias, está teñida de más mitos que realidades.

Además de la represión contra Bruno y Galilei, abundan numerosos ejemplos de eventos calificados de medievales que ocurrieron realmente en la época del Renacimiento y los humanistas.

«La Inquisición que conocemos es moderna. Cuando realmente se produce el ajusticiamiento sistemático no va a ser tanto en la Edad Media, donde la Inquisición no está sometida todavía a los poderes políticos, como lo estará en época moderna, sino que está sometida a unas estructuras eclesiales que no tienen una capacidad de coerción más allá de la alianza que establecen con los poderes políticos. La Inquisición medieval es un juego de niños al lado de la moderna», aclara Carlos de Ayala.

La cruel e infausta Inquisición que hemos asociado al medievo nace, en realidad, como un instrumento del estado moderno

Y es que aunque la Inquisición episcopal nace en 1184 con una bula del papa Lucio III para acabar con la herejía cátara, institucionalizándose y centralizándose en el papa en 1231, la Inquisición «más popular y que nosotros conocemos no es medieval». La Inquisición española que, bajo mandato directo de los Reyes Católicos, se instaura a partir de 1484 es una nueva Inquisición «fruto de una nueva concepción de la vida política y anuncia lo que va a ser el Estado moderno», una Inquisición que no será abolida definitivamente hasta el año 1834, durante el reinado de Isabel II.

Algo similar ocurre en Portugal y Roma. La Inquisición portuguesa se establece en 1536, bien entrada la Edad Moderna, y no es abolida de forma definitiva hasta 1821, ya en la Edad Contemporánea. Por su parte, la Inquisición romana que condenó a Bruno y Galileo no toma forma hasta 1542 en el contexto de una Contrarreforma que busca acabar con la expansión del protestantismo.

Entender la pintura flamenca y renacentista que tanto nos maravilla es imposible sin acudir, por ejemplo, a Giotto y a muchos otros primitivos pintores del trecento.

No obstante, para Régine Pernoud la Inquisición medieval no dejaba de presentar un lado positivo en aspectos concretos de la vida. «Sustituía el procedimiento de acusación por el procedimiento de investigación. Pero sobre todo, en una época en que el pueblo no está dispuesto a tomarse a broma a los herejes, introduce una justicia regular. Pues, anteriormente, en muchos casos la justicia laica o incluso la cólera popular infligía las peores penas a los herejes”, añade.

Un ejemplo de esa ira colectiva fue la que sufrió el predicador Pedro de Bruys, quemado por una turba en 1131 tras incendiar cruces en el sur de Francia.

«La Inquisición del siglo XVI, que en lo sucesivo estará enteramente en manos de los reyes y emperadores, iba a producir un número de víctimas sin proporción con las que hubo en el siglo XIII. En España se llegará al extremo de servirse de la Inquisición contra los judíos y los moriscos, lo que equivalía a apartarla completamente de su finalidad. En efecto, la Inquisición era, por decirlo así, para uso interno», explica Pernoud.

Los célebres libros prohibidos y quema de brujas

El Índice de libros prohibidos también surge en la Edad Moderna. En 1515 el papa León X establece la censura previa en toda la Cristiandad y surgen diversos índices de libros prohibidos, siendo el primero el de la Inquisición española en 1551. Se dejan de hacer más ediciones del índice católico en una fecha tan reciente como 1966 por orden de Pablo VI.

En el imaginario colectivo del Medievo tiene un lugar particular la caza y quema de brujas. El caso más famoso en España es el de Zugarramurdi(Navarra), en 1610 (Edad Moderna) y allende nuestras fronteras los juicios de Salem en Massachusetts. ¿Massachusetts, Estados Unidos? Sí, bueno, en las Colonias Británicas que posteriormente darían lugar a Estados Unidos (en 1692 y, obviamente, en la modernidad).

Como explica Carlos de Ayala, aunque la brujería está presente en la Edad Media «es muy marginal. Los grandes procesos contra las brujas son de época moderna. En la Edad Media los procesos contra las brujas, que existen, son contados. Son más propios del siglo XVI y XVII». Unas quemas de brujas en plena Edad Moderna que, según la tesis de la filósofa Silvia Federici en su libro Calibán y la bruja, están en la base de la transición del feudalismo al capitalismo y la acumulación primitiva capitalista. Federici sitúa entre 1580 y 1630 el punto álgido de la caza de brujas.

Fue en la Edad Moderna, post-medieval, cuando los imperios imponen la esclavitud para ordenar nuevos territorios antaño ajenos a su control

Otro lugar común es la falta de libertades y las pésimas condiciones de vida que padecían los siervos frente al despotismo de sus señores feudales. Este análisis superficial obvia un hecho: el esclavismo en la Edad Antigua y la Edad Moderna. «La Edad Media no es una época de esclavitud, lo cual no quiere decir que no hubiera esclavos», expone de Ayala. Una esclavitud que vuelve a ser elemento característico en los siglos modernos y contemporáneos «cuando los imperios coloniales empiezan a hacerse con espacios que hasta ese momento no estaban bajo su control», añade.

El siervo medieval es una persona y es tratada como tal. «Su amo no tiene sobre él el derecho de vida y de muerte que le reconocía el derecho romano» sobre el esclavo, señala Régine Pernoud:

El siervo tiene todos los derechos del hombre libre: puede casarse, fundar una familiar, y su tierra pasará a sus hijos cuando muera, lo mismo que los bienes que haya podido adquirir [y aunque le está prohibido abandonar la tierra del señor] él sabe que tendrá su parte de la cosecha (…) En nuestros países occidentales, la vinculación de la servidumbre jugó en favor del campesino. En los países de la Europa central y oriental, el campesino libre estaba expuesto a todos los azares, a toda la inseguridad que es todavía la de una gran parte de los campesinos de África o de Asia.

Federici narra en Calibán y la bruja cómo a cambio del trabajo que estaban obligados a realizar en la tierra del señor, «los siervos recibían una parcela de tierra que podían utilizar para mantenerse y dejar a sus hijos» como herencia. Este acuerdo «incrementó la autonomía de los siervos y mejoró sus condiciones de vida», y sobre todo, al tener el uso y la posesión de una parcela de tierra, «los siervos siempre disponían de recursos».

Porque el feudalismo, sistema político predominante durante la Edad Media, es ante todo un sistema pactista, basado en un acuerdo «entre un rey que necesita de unos recursos que no tiene y aquellos que pueden proporcionarle esos recursos», resultando en un limitación del poder real, explica de Ayala.

El delicado equilibrio de poder de la Edad Media favoreció un pactismo que, con el nacimiento del estado moderno, se transforma en el más cruel absolutismo

Es precisamente en la Edad Moderna cuando surge el absolutismo, un régimen «más restrictivo con las libertades porque los reyes o príncipes medievales no tenían la capacidad, la fuerza o los recursos como para hacerse lo suficientemente absolutos, lo que les obligaba a negociar» con la nobleza, el clero y el campesinado, aclara el catedrático.

El parlamentarismo hace su aparición por primera vez en Europa en las Cortes de León de 1188 y comenzó en otros reinos como Inglaterra y Francia con el Parlamento y los Estados generales respectivamente durante el período medieval.

Desmontando la imagen de la mujer en el medievo

Ocultadas por los mismos humanistas que se inventaron un Medievo tenebroso, las mujeres tuvieron un papel muy relevante en la sociedad medieval. Hasta las reinas consertes como Blanca de Castilla o Leonor de Aquitania ejercieron el poder político en Francia en ausencia o muerte de sus maridos, pese a que la Ley Sálica impedía el acceso al trono a una mujer.

Situación que no ocurría en otros reinos como atestiguan Matilde de Inglaterra, Urraca de León, Berenguela de Castilla, Juana I y Juana II de Navarra y Petronila de Aragón. En los tiempos modernos la mujer pasó a ser «relegada a un segundo plano» y quedar «excluida de toda función política o administrativa», señala Pernoud.

Juana de Arco, interpretada al modo decimonónico por Isidore Patrois.

Esta pérdida de derechos ocurrió por el «redescubrimiento» del derecho romano, reivindicado «por todos aquellos que veían en él un instrumento de centralización y de autoridad», según la tesis de Pernoud. Un derecho que empezó a «impregnar las costumbres y modificar los hábitos y las mentalidades en la misma Francia» desde finales de la Edad Media y que niega derechos a la mujer y a los hijos para centrarlos en el pater familias.

En el siglo XVI la mayoría de edad en Francia, que era a los doce años para las chicas y a los catorce para los chicos en la mayoría de las costumbres que regían las diferentes sociedades medievales, se vuelve a situar en la misma que estaba fijada en Roma: veinticuatro años. Un siglo más tarde se hace obligatorio que la mujer tome el apellido del marido tras casarse.

Es la Edad Media una época en la que la mujer ostenta cotas de poder inimaginables siglos más tarde, y en los que el derecho romano tiene gran influencia

Dentro de la institución patriarcal por excelencia que es la Iglesia Católica, varias mujeres gozaron de un «poder extraordinario» en la Edad Media. «Algunas abadesas eran señores feudales cuyo poder era respetado igual que el de los demás señores, algunas llevaban el báculo como el obispo y administraban a menudo vastos territorios con pueblos», narra la historiadora francesa.

La mujer no tenía acceso a la recién creada universidad pero la enciclopedia más conocida del siglo XII, el Hortus deliciarum, fue escrito por la abadesa Herrada de Landsberg. Hildegarda de Bingen y Gertrudis de Helfta son otras autoras y religiosas medievales destacadas.

El infierno ilustrado por Herrad de Landsberg en Hortus deliciarum.

En el ámbito civil, las mujeres que ejercieron multitud de oficios: maestra de escuela, boticaria, yesera, tintorera, copista, miniaturista, encuadernadora, herrera, carnicera, panadera, candelera, sombrerera, cervecera, cardadora de lana, comerciante… La mujer no será apartada explícitamente de toda función pública en Francia hasta finales del siglo XVI, por un decreto fechado en 1593. Durante el feudalismo el padre y la madre ejercían «conjuntamente la tarea de la educación y la protección de los hijos, así como, llegado el caso, la administración de sus bienes».

La Edad Media acaba poco después de la muerte de Juana de Arco, una mujer que encabezó el ejército francés, algo que según Pernoud en los siglos siguientes no hubiese sido posible. Opinión compartida por el medievalista Jacques Le Goff, quien dijo estar profundamente convencido «de que para la condición femenina en Europa no hubo peor época que el siglo XIX. Para la mujer, lo peor ha sido el triunfo y la difusión de los valores burgueses».

No había inmovilidad, pero tampoco idealización

«Teniendo en cuenta los medios modernos de locomoción, el turismo viene a ser hoy lo que fueron las peregrinaciones en otros tiempos. Nos hemos puesto de nuevo a viajar precisamente como en los tiempos medievales». Así desmonta Régine Pernoud la leyenda sobre una Edad Media aislada y sin apenas circulación de personas y mercanías.

Para Carlos de Ayala hablar de inmovilidad en esta época implica «no tener en cuenta la realidad» porque «la gente se movía y mucho». Además de las peregrinaciones, la actividad comercial como ferias y mercados resultó en viajes constantes. A su vez, el nacimiento de las universidades supuso «la movilidad cultural con el movimiento de no pocos universitarios». También es la época de grandes viajeros como Marco Polo, destaca de Ayala.

El gran crecimiento demográfico y la expansión urbana también provocó grandes movimientos humanos como la colonización alemana en la Europa Central y Oriental o la repoblación de la Península Ibérica paralela a la mal llamada Reconquista. Y es que la guerra también suponía el desplazamiento de guerreros y de los refugiados que huían de la persecución.

Uno no consigue esta dispersión de germanoparlantes a principios del siglo XX sin haberse movido mucho durante la Edad Media.

Frente a los mitos de una edad oscura de los renacentistas ilustrados, tampoco conviene caer en la idealización del Medievo que hicieron los románticos del siglo XIX. Como remarca el catedrático Carlos de Ayala, la Edad Media no es mejor que otras épocas «sino que simplemente no es peor».

Entre los puntos negros de la historia medieval, de Ayala destaca el antisemitismo. Aunque proviene de tiempos antiguos, en el Medievo «hay un pico en la persecución de los judíos» con numerosos pogromos y expulsiones de la población judía de diversos reinos cristianos, aunque el historiador recuerda que en la Edad Moderna y la Edad Contemporánea también han sufrido persecuciones al ser utilizados como chivos expiatorios en épocas de crisis.

Es cierto que hay picos de antisemitismo en el Medievo, y que las cruzadas y diversas persecuciones de herejes tiñeron de sangre la historia de la Edad Media

Las nueve Cruzadas, aunque rodeadas de numerosos mitos como los relacionados con los caballeros templarios, que buscaron tomar el control de Tierra Santa tuvieron lugar en la Edad Media, entre los años 1095 y 1272. Otras persecuciones contra herejes como los husitas, los cátaros y los valdenses en territorio europeo también fueron denominadas cruzadas y llenaron de muerte, guerras religiosas y desplazamientos forzados el continente.

Un error común es atribuir las palabras «¡Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos!» al inquisidor Arnaldo Amaric durante un asedio contra los cátaros pero, según Régine Pernoud, ningún historiador defiende la veracidad de esta frase.

Acabar con la Edad Oscura para siempre

«Se podría reservar el término de Edad Media para los dos últimos siglos» de los diez que duró, un período de transición «entre feudalismo y monarquía». Y «solo para este último período estarían justificadas las opiniones simplistas para las que la Edad Media fue una época de guerras, hambres y epidemias”, prosigue la medievalista en su libro. Epidemias como la de la peste negra que mató a un tercio de la población europea en el siglo XIV pero que fueron poco comunes en el resto del período medieval, intensificándose su frecuencia en la era moderna.

Un fenómeno estructural de la economía medieval fueron las hambrunas, en palabras de Le Goff, «que tan sólo desaparecieron a finales del siglo XVIII en Francia y en el siglo XX en Rusia (…). Lo que en mi opinión ha podido alimentar la idea de una Edad Media oscura es su debilidad económica o más concretamente las consecuencias que esto engendró para la vida de las mujeres y hombres de esa época», escribió.

La Peste Negra en Tournai, un cuadro de 1349.

La represión de la sexualidad fue una constante medieval frente a cierto libertinaje sexual de los antiguos romanos. Desde el inicio de la Edad Media se recuperaron las principales prohibiciones del Antiguo Testamento: el incesto, la desnudez, la homosexualidad y la sodomía. La negación del placer es, en opinión de Jacques Le Goff, una de las sombras de este período histórico.

De esta realidad surgen, de nuevo, mitos propagados por los ilustrados como el cinturón de castidad. La leyenda afirma que los hombres medievales que iban a la guerra se lo ponían a sus esposas para asegurarse su castidad en su ausencia. En realidad se populariza su uso en el puritano siglo XIX para evitar la masturbación femenina y no hay constancia de su utilización antes del Renacimiento.

Pese a la evidencia histórica y la opinión de los medievalistas, esta visión errónea de la Edad Media continúa presente entre el público general. «Hemos heredado esa propaganda propia del Humanismo», explica Carlos de Ayala, quien responsabiliza también a los periodistas y medios de comunicación que cuando «hablan de un régimen opresivo lo llaman medieval, fruto de una repetición de esquemas que en último término obedecen al desconocimiento». Conviene desmitificar este período de la Historia que, como todos, tuvo sus luces y sus sombras. Que la Ilustración no llene de oscuridad el milenio precedente.

Acerca de El Pulso

Propósito: Somos un equipo de investigación periodística, que nace por la necesidad de generar un espacio que impulse la opinión sobre los temas torales de la política, economía y la cultura hondureña. Estamos comprometidos con el derecho que la gente tiene de estar verdaderamente informada.

Derechos Reservados 2019-2021