ILUMINADAS, EL MÁS RECIENTE POEMARIO DE ANARELLA VÉLEZ

EGO8 septiembre, 2016

«Si es que podemos profetizar, en el futuro las mujeres escribirán menos novelas, pero mejores, y no sólo escribirán novelas sino también poesía, crítica e historia. Pero, al decir esto, estamos mirando a lo lejos, a esa dorada y quizás fabulosa época en que las mujeres tendrán lo que durante tanto tiempo les había sido negado: tiempo libre, dinero, y un cuarto para ellas.»

Virginia Woolf

Iluminada la palabra e iluminada la poesía que hoy nos presenta Anarella Vélez

La luz como elemento literario ha sido una constante en la obra de poetas clásicos vinculados a la divinidad como Juan de la Cruz, Unamuno, Sor Juana Inés de la Cruz, entre otros. La luz en contraposición a la oscuridad, la luz como elemento primario según Platón, la luz como pasaje hacia lo eterno, hacia la inmortalidad

Esto es, a nuestro juicio, lo que busca Anarella Vélez, alumbrar una historia olvidada, casi secreta, subjetiva, no contada. La historia oscura, con tintes casi clandestinos de la vida de las mujeres, a través de la estética y las palabras: La de Perséfone, Simone, Edith, Manuela, Sayda. Voy a hablar de una perspectiva casi desconocida para nuestros críticos y autores hondureños: La crítica literaria feminista, que a pesar de desconocida y vilipendiada en base a la ignorancia de estos lares (a excepción de las feministas) existe y se discute desde hace más de cuatro décadas o más alrededor del mundo.

Anarella como buena historiadora, muestra en este contexto un camino de ancestras, una genealogía de rebeldes a través del acto o la palabra. Nos muestra un camino de mujeres paradas en el tiempo (parafraseando a Juana Pavón) y laten en un camino sinuoso y complejo con historias públicas como Virginia Woolf o Alejandra Pizarnik, hasta las más íntimas como la historia de la Nana o de la omnisciente y amada madre. Mujeres que huyen de la oscuridad y la trascienden.

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Para entender la crítica literaria feminista podemos decir que es aquella «que estudia la ideología que informa el canon literario y los intereses a los que sirve. Atiende a la parcialidad del relato histórico o del valor estético. Presta oído a los silencios». Expande las voces. Y sin embargo y aunque este cambio radical comienza con el reconocimiento de la marginación de las mujeres de la tradición literaria y con el subsiguiente cartografiado de la imaginación femenina o la geografía feminista, para algunas críticas1 el análisis feminista no puede confinarse a perpetuidad, a no ser que quiera correr el riesgo de encerrarse en un ghetto, en la literatura de mujeres, ya que todo texto (independientemente de que su autor sea mujer u hombre) ha sido conformado por la serie de asunciones estéticas y políticas sobre el género que puede ser considerada como poética sexual2.

La crítica feminista exige algo más que la simple inclusión de las escritoras como meros apéndices en la historia literaria3; porque incluir a las mujeres en la historia obliga a hacerse preguntas que reestructuran y reescriben todas las disciplinas. No es sólo que se restituya lo silenciado y se lo haga visible y audible (lo cual en sí mismo es ya un acto de justicia cultural imprescindible), la lectura de las escritoras altera necesariamente los estándares sobre la valía literaria.

La escritura y la mujer escritora, en este caso son una corriente de crítica literaria feminista que se ha ido desarrollando a la par de otros análisis de la cultura patriarcal; como modo de resistencia. La escritora y su escritura, se constituyen la mayoría de las veces en la resistencia misma (al orden, al sistema, al patriarca)

Las escritoras contamos con literatura propia cuya importancia histórica se oblitera o se minusvalora. A través del tiempo se ha logrado que este interés por la escritura de mujeres haya podido recuperarse y hacer una relectura de escritoras en todas las épocas y en casi todos los países del mundo: «El interés feminista o un importante auge editorial4, al sacarse a la luz multitud de escritoras olvidadas, al editarse biografías5, cartas y diarios de creadoras. Todo ello ha permitido constatar la existencia de una poderosa tradición literaria de mujeres, separada y en absoluto subordinada: una corriente subterránea, rápida y poderosa» (Moers, 1963:42), que es donde se inscribe la obra de Anarella. Por supuesto, el descubrimiento de las relaciones entre autoría individual y tradición literaria femenina tiene un nuevo centro de preocupación: el de la teorización de la existencia de una estética de mujeres, debate que ha probado ser uno de los de más continuada controversia.

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Por otra parte, Anarella rescata a las coterráneas, las mujeres latinoamericanas, escritoras, poetas, próceres, revolucionarias en obra o palabra. La mujer racializada que aparece en sus textos, la que se libera del yugo del conquistador, del hombre, del patriarcado, la que tiene una sexualidad diferente a la tradicional, la lesbiana… sabemos que el camino es largo y la pregunta obligada será: ¿qué cambios se producirán cuando la literatura de las mujeres, las historias de las mujeres heterosexuales y lesbianas, blancas y de otras razas sea no sólo «añadida» sino «naturalizada» en las distintas tradiciones literarias nacionales?. Iluminadas es parte de esa respuesta. Pero es que hay aún más, porque la historia literaria que se pretende desde el feminismo. Las historias de las mujeres como la Malinche, Tonatitzin, recién empiezan a dibujarse en la obra de las autoras y específicamente en la obra de Anarella. Rey Chow explica sobre feminismo y cultura, en una cita que bien puede ser analizada desde la perspectiva de los feminismos decoloniales: «Para la feminista del Tercer Mundo, la cuestión no es nunca afirmar solamente el poder como mujer, sino demostrar cómo el interés por las mujeres es inseparable de otros tipos de opresión y negociación cultural» (1990, 1980).

Por tanto, en ningún momento debe olvidarse que la crítica feminista no sólo surge sino que es indisociable de la lucha del movimiento feminista por la liberación de las mujeres y, en consecuencia, no busca sólo interpretar el mundo sino, y fundamentalmente, cambiarlo. La crítica feminista no es una interpretación más del mundo: vaciarla de su contenido político es pretender domesticar su carácter profundamente revolucionario que exige el cambio radical de la sociedad. El canon literario no es suficiente, no nos abarca, nos toca por lo tanto, saltarlo, superarlo.

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Quiero retomar la alegoría a la luz, que da el nombre al poemario que hoy presenta Anarella Vélez. La luz, además de alejar la oscuridad, los miedos reales e imaginarios que pueblan la vida de las mujeres y no digamos de las escritoras, abre a una posibilidad de escenarios porque la luz en su carácter refractario es donde se dibujan o desdibujan los demás colores. Eso se traduce como el inicio de la vida diversa y primigenia.

La autora se ilumina a si misma y sale a lo público, proporcionando estelas de luz a las demás, reconociendo a las históricas, a las que la memoria quiere traer al presente e indicando a las demás que la sigan. Un texto sumamente cuidado, donde el esteticismo y por supuesto la belleza se mezcla con el afán histórico, con la reivindicación feminista, que de acuerdo a criterios académicos y literarios no están desvinculados, sino todo lo contrario.

Es una invitación a que los demás creadores (hombres y mujeres) puedan hacer lo mismo con el mismo rigor académico y la calidad estética que hoy ofrece Iluminadas. Esperamos también que la crítica literaria hondureña siga nuestros pasos al empezar a analizar textos de escritoras desde la mirada diversa, pluri-racial y étnica, desde la mirada y crítica feminista. Es posible hacerlo, sin embargo, estamos conscientes que es todo un reto que pocos/as se atreven a enfrentar.

Finalmente decir que nuestra presencia aquí el día de hoy responde también a la construcción de esa otra cultura de la que habla Anarella en su poemario, un poder que va creciendo desde el apoyo y la fuerza que nos damos entre nosotras y que las Diótimas de Milán llaman «Affidamento». Lorena Cabnal tiene un hermoso verbo con el que no estarían de acuerdo los policías hondureños de la RAE: «Acuerparnos», que más allá de lo que plantea la Academia de la Lengua con el adjetivo de «apoyar». Acuerparnos es estar presentes con la voz, con el cuerpo y el espíritu, es un acto de fe, amor y confianza hacia la otra, mujer y escritora, nuestros símiles, mi igual. Es ser comunidad, siendo una desde nuestras diferencias, «mujeres huyendo de la muerte» como el poema de la autora que dedica a Sherezada, la princesa, la eterna cuentista que evade a la muerte cada noche, a través de los cuentos, en una guerra no nombrada donde su vida, es el precio por el amor a otras mujeres, por el amor a su matria, a si misma. Enfrentar entonces, las muertes cotidianas y la parca final, definitiva a través de la rebeldía al silencio con este acuerpamiento, constituye hasta ahora nuestro acto más radical.

Bienvenidas Iluminadas a la narrativa de mujeres, a la narrativa feminista, a la poesía hondureña.

Jessica Isla | Junio 2016

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1 Julia Kristeva y Alice Jardine son seguramente las críticas más representativas de este modo de pensamiento. Véase «Tiempo de mujeres», de Kristeva (1979) y Gynesis. Configurations of Woman and Modernity (1985) de Jardine.

2 El afortunado término es de Elaine Showalter, en su The New Feminist Criticism (1986).

3 Véase, por ejemplo, «The Value and Perils for Women of Reading Women Writers» de Nancy Evans, en Koppelman (ed.) (1972).

4 Con la creación de editoriales especializadas o la apertura de líneas editoriales específicas en editoriales ya consolidadas. En España sirven de ejemplo las editoriales Horas y Horas o Egales, y las colecciones de feminismo en editoriales como Anthropos, Cátedra, Icaria y Castalia.

5 Buen ejemplo de ello es la colección «Biografía», de Circe.

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