Honduras: entre el oficialismo impositivo y la oposición sin ideas

EGO13 febrero, 2017

Honduras, la nación de las profundidades, el país al que el gran pensador Ramón Oquelí denominó como La estampa de la espera, se debate entre un presente marcado por los mismos signos de un pasado que algún momento creyó extinto. Las dos fuerzas políticas más fuertes del presente se devoran entre sí por el control del poder, pero ninguna de las dos parece estar a tono con los discursos retóricos de sus agendas y personajes políticos. De un lado está el oficialista Partido Nacional de Honduras, del otro está el novísimo Partido Libertad y Refundación surgido —al igual que en el pasado remoto lo hizo el propio Partido Nacional— de una nueva división y crisis del Partido Liberal.

En su lúcido artículo El ABC de un nuevo golpe de Estado en Honduras, el Dr. Joaquín Mejía ha escrito que «La reelección del Presidente Juan Orlando Hernández no es un simple capricho personal que surgió a último momento. Es parte de un plan bien orquestado que se fraguó desde que se convirtió en presidente del Congreso Nacional en el gobierno de Porfirio Lobo Sosa, el cual surgió de unas cuestionadas elecciones organizadas por el gobierno de facto que asumió el poder después del golpe de Estado en 2009».

A decir verdad, el Dr. Mejía tiene mucha razón cuando escribe que la reelección del actual Presidente no es un simple capricho del actual mandatario y que tampoco es una empresa espontanea, pero creemos que su no es cierto que dicho proyecto haya surgido en el periodo post-golpe de Estado cuando el Partido Nacional asumió el poder tras las elecciones generales en las que Porfirio Lobo Sosa venció al candidato liberal Elvin Santos.

El Partido Nacional ha emprendido un proyecto reeleccionista para el cual ha preparado a sus bases, líderes y militancia desde principios de la década de 1990, cuando llegó al poder con el entonces joven y audaz candidato Rafael Leonardo Callejas. Fue allá cuando dio inicio todo, y no en el gobierno de Porfirio Lobo. Pero sí es cierto que esta nueva etapa de gran dominio nacionalista tuvo sus raíces en el golpe de Estado que en junio del 2009 se produjo en el seno del Partido Liberal, y perpetrado por las Fuerzas Armadas al mando de Romeo Vázquez en contubernio con dos de los tres Poder del Estado, la élite económica, y el beneplácito de los Estados Unidos a través de su Embajador Hugo Lorenz.

Asegurar que el proyecto reeleccionista de Juan Orlando Hernández es un proyecto estrictamente personal, es, dados los hechos históricos, también aventurado; la misma en una empresa institucional, de un Partido, del PN, y aun cuando la sala constitucional no hubiese aprobado la reelección, y partiendo del hecho que su candidato hubiese sido otro y no el actual mandatario, es muy probable que debido a su estructura, uniformidad de sus intereses, y la disciplina de su militancia, el PN se reeligiera en el poder como institución; pues hasta hoy día, el PN ha vencido a la oposición.

Por primera vez, desde el comienzo de la primera etapa de la democracia iniciada en 1882—una democracia rota con el golpe de Estado del 2009—, el Partido Nacional de Honduras ha llegado a dos gobiernos consecutivos, y apunta a un tercero.

El gobierno de Juan Orlando Hernández se presentó en un momento de álgidas críticas a su partido, pues desde el gobierno de Porfirio Lobo, el Partido Nacional había dado importantes señales de deseos de continuidad y autoritarismo. Esto tiene una explicación. Cuando el gobierno de Lobo se inauguró en enero del 2010, producto de las elecciones celebradas en noviembre del 2009, el Partido Nacional se había mantenido en silencio y prácticamente “fuera” de los conflictos internos del Partido Liberal, que sumados a las disposiciones de la élite económica y las Fuerza Armadas, concluyó con el golpe de Estado. Por su parte, el inicio del gobierno de Hernández se vio marcado por su predecesor, y por las propias acciones del entonces Presidente del Congreso Nacional, en su afán por la conquista del poder.

“La primera gran aparición de Juan Orlando Hernández se dio a comienzos del 2010, cuando resultó electo Presidente del Congreso Nacional, siendo casi un desconocido para las masas, y ocupando repentinamente un puesto para el que se habían anunciado tres posibles nombres. Aparecían en la lista los Diputados nacionalistas Celin Discua, Antonio Rivera y Rodolfo Irías Navas. De hecho, el Diputado por el Departamento de Atlántida, Rodolfo Irías Navas, ya había dirigido algunas legislaturas al inicio del gobierno, a falta del nombramiento del titular del CN.

Hernández Alvarado había sido Diputado por el Departamento de Lempira durante cuatro periodos consecutivos, y con la edad de 41 años, había sido impulsado para ocupar el puesto principal del Legislativo por algunos de los principales líderes nacionalistas como Óscar Álvarez Guerrero, Ricardo Álvarez, Armando Calidonio y el ex-candidato presidencial Oswaldo Ramos Soto”.

¿Por qué se lo eligió Presidente del Congreso antes que poderosos nombres de la política nacional como los mencionados?, porque el PN encontró en él al líder autoritario, fuerte, inteligente y audaz que necesitaba para consolidar volver a consolidar un poder político que desde finales del Reformismo Militar había perdido de manera considerable.

Con la casi aniquilación del Partido Liberal, el PN recuperó el viejo poder hegemónico que había ejercido en la país en todo el siglo XX, pues vale recordar que, como hemos escrito con anterioridad, el PN gobernó al país casi de forma ininterrumpida desde 1903 hasta 1982, con sólo 4 cuatro gobiernos liberales en ese lapso de tiempo (1907-1911; 1916-1920; 1929-1933; 1957-1963) que con excepción del gobierno de Villeda Morales (1957-1963) no representaron un mayor contrapeso al nacionalismo imperante; y que incluso los gobiernos castrenses del Reformismo Militar fueron apegados y controlados por ello, pues sus principales líderes como Oswaldo López Arellano o Juan Alberto Melgar Castro, eran abiertamente nacionalistas, aunque por su posición no lo dijeran.

Eso demuestra que el PN ha ejercido un poder absolutista y dictatorial casi desde su fundación como institución política, creando en el país una dictadura partidario (como el PRI de México) amparada por el poder militar, exactamente como en el presente. Pero también demuestra que ello es un asunto de partido, no de un nombre en particular.

Hoy, en este “nuevo panorama” político en el que el PN ha logrado un imponerse otra vez, y amenaza con consolidar un tercer mandato consecutivo que bien podría convertirse en un cuarto, la oposición necesita más que nunca tomar decisiones puntuales, valientes e inteligentes para detener un proyecto que podría (y es) tan nefasto como en el siglo XX.

Es cierto que Juan Orlando Hernández es quizá el Presidente más odiado de la historia de la nación (y decimos “quizá” porque antes no hubo redes sociales, ni tv, ni la posibilidad de decir lo que se quiera), pero el error de la oposición y de la ciudadanía ha estado en personalizar  los hechos en el actual mandatario, y no en el partido al que representa; es decir, en la función y no en la estructura, porque la función es transitoria, pero la estructura es permanente. Ello significa que tarde o temprano el Presidente de turno se irá del poder, pero su partido seguirá.

En cuanto al papel desempeñado por la oposición, el abogado y analista Gabriel Nasser Rodríguez declaró a El Pulso que:

«El gran problema de la oposición es que no es la novedad que pretende. La estructura de LIBRE por ejemplo es nueva, pero sus actores principales siguen siendo las mismas personas que formaron parte de las estructuras tradicionales del poder, pero que se venden ante la ciudadanía y la opinión pública como héroes renovadores de la política nacional. Cualquiera que sea acucioso y tenga un poco de memoria sabría notarlo, sino vea las fotos de la máxima dirigencia de LIBRE; son las mismas caras del Poder Ciudadano. Esto no quiere decir que todo está mal en LIBRE, porque si somos honestos, la gente más valiosa, el oro de este país es la gente que milita en ese partido; que es la que trabaja duro, la que viene hasta la Capital a marchar con todo su corazón y convencimiento porque de veras quieren ver que su país mejore, pero de nada sirve, porque sus líderes siguen siendo los mismos. Por otra parte, veo que uno de los mayores problemas de LIBRE es que están cometiendo el mismo error que el PN: “matar” a todo aquel que se atreva a hacerles la menor crítica, como si fuera un partido sacrosanto».

¿Cuál es la mayor dificultad de la oposición (no solo de LIBRE) para llegar al poder?

«Mire, yo creo que la oposición el LIBRE y que el PAC se le unió porque sabe que no tiene la estructura para vencer al Partido Nacional. Es decir, la Alianza del PAC con LIBRE y no al revés. Pero creo que la mayor dificultad, además del control casi total de las instituciones del Estado que ejerce el PN, es que es una oposición sin ideas, porque hasta ahora la oposición no ha presentado ninguna iniciativa verdaderamente considerable, no ha presentado un posible plan de gobierno creíble, y sigue enfrascado en un discurso mediocre. Hasta ahora la oposición no propone nada, y todo su discurso se resume a la crítica hacia el gobierno. Eso es terrible para el país, porque esa alianza es la única esperanza que tiene el país hoy día de frenar las intenciones continuistas del Partido de gobierno».

¿Cree que si la oposición cambia su discurso y propone un plan de gobierno podría vencer al PN?

«Creo que aun así la oposición, unida como está ahora, puede vencer a PN, porque la gente no quiere al actual mandatario, y si gana, será el símbolo más fuerte de sospecha, indignación  e ilegalidad, que puede traer terribles consecuencias para el país. Pero francamente veo muy difícil que la oposición gane las elecciones, porque hoy por hoy el PN es un partido fuerte y tiene controlado todo».

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