Fundación de las Iglesias de San Francisco y La Merced en Tegucigalpa

EGO17 febrero, 2017

Honduras se ha destacado desde sus inicios como una nación profundamente religiosa. Se sabe que la primera misa celebrada por los españoles en tierra americana se celebró en 1513 en el puerto de Trujillo, en el Atlántico hondureño.

La Conquista tenía no sólo un interés económico, también tuvo un marcado motivo religioso y un deseo por promover y llevar el cristianismo hasta nuevas tierras. No podemos obviar que al momento del contacto con América y el comienzo de la Conquista, la Corona de Castilla y Aragón libraba todavía una cruenta guerra con los moros, que se había prolongado durante más de siete siglos.

Dicha guerra no sólo tenía como objeto la expulsión de los moros (musulmanes), sino, y sobre todo, evitar la propagación del islamismo frente a las costumbres cristianas que había imperado en la vida europea desde el siglo IV. Irónicamente, el “descubrimiento” de América ocurrido en 1492, coincidió con la entrada de la Corona de Castilla al último reducto moro en la ciudad de Granada, lo que a su vez propició la capitulación de su último rey, Boabdil.

Ese hecho fue vital para la renovación de la fe española que se tradujo en el deseo de la Corona por llevar el cristianismo a todo el mundo. De hecho, toda la Conquista se estableció sobre un pensamiento cristiano, por lo que el proceso tuvo como protagonistas principales al Tríptico español conformado por los soldados, los conquistadores y los sacerdotes. Según ha escrito Todorov, uno de los principales motivos del Almirante Colón era la evangelización de los pueblos de Asia a los que se dirigía en su plan original, por lo que sus empresas tenían un matiz de nuevas Cruzadas[1].

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Iglesia San Francisco.

Dado que ya habían fundado la Iglesia de Los Dolores, los misioneros franciscanos decidieron levantar —mediante solicitud a la Corona—, un convento. Una vez obtenida la licencia del rey, apelaron al apoyo económico de los hombres pudientes del Real de Minas. De ese modo, los hermanos Cristóbal y Alonso Rodríguez Bravo, y el señor Carlos Ferrufino, cedieran las parcelas y unas casa de adobe ubicadas en el sector de La Plazuela, levantando así, en 1592, un Convento en honor a San Diego de Alcalá, mismo que fue fundado en 1598 por Fray Nicolás de Vargas.

Con la inauguración del Convento, los misioneros emprendieron un  nuevo proyecto: la construcción de una iglesia en el costado izquierdo, proyecto que se prolongó durante más de un siglo por lo escases de recursos. No obstante, gracias a la perseverancia de los misioneros, en 1735 se finalizó la construcción de la iglesia, abriendo sus puertas a los feligreses en febrero de ese año, de acuerdo a los apuntes hechos por el Obispo Fray Antonio López de Guadalupe.

Como era lógico, la iglesia fue dedicada al santo de la Orden, San Francisco de Asís. Tenía comunicación con el Convento a través de dos grandes puertas. Su decoración consistió una entrada principal, gradas de madera que conducían al coro y al campanario, un retablo principal de madera tallada elaborado en Guatemala y traído en piezas. En los nichos del retablo se exponían las imágenes de San Francisco, San José, Santa Clara y San Diego; y en la parte superior un fabuloso medallón de La Trinidad, obra del gran pintor hondureño de la Colonia, José Miguel Gómez.

Con los siglos, los edificios donde fueron construidos el Convento y la iglesia, fueron ocupados para el funcionamiento de otras instituciones ligadas a la administración pública y militar, como la sede de la primera imprenta instalada por el gobierno de Francisco Morazán, el Cuartel San Francisco y la Universidad de Honduras en el siglo XIX.

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Iglesia La Merced.

Sabemos muy poco sobre la historia eclesiástica hondureña. Y en este punto, no es responsabilidad de los historiadores, sino a la secretividad con que se han manejado hasta hoy en día los archivos de la Iglesia. El acceso a los documentos administrativos del clero “latinoamericano” de la época colonial, siguen guarecidos bajo la protección de las autoridades religiosas.

Alrededor del año 1620, llegaron al Real de Minas los frailes de la Orden de Nuestra Señora de la Redención de los Cautivos (frailes mercedarios), con el propósito de fundar un Convento; deseo que no prosperó, pues  a comienzos del siglo XVII existía una Cédula Real que estipulaba que no podía existir más de un convento en cada población, y en el Real de Minas de Tegucigalpa ya había existía el Convento de San Diego de los franciscanos, que tiempo después pasó a llamarse Convento San Francisco. Ante tal dificultad, los mercedarios se albergaron en la aldea de Santa Lucía.

A finales del siglo XVII, cuando el Real de Minas había crecido significativamente, los franciscanos cayeron en razón de que era necesaria la creación de un nuevo convento en el poblado, y autorizaron a los frailes mercedarios radicados en Santa Lucía a que construyeran: «Primero una plaza ubicada al final de la Cuesta del Río, más los edificios destinados al centro religioso, incluyendo uno que en 1701 se habilitó como un pequeño hospital atendido por María de Mendoza, esposa del Sargento Juan de Peralta[2]».

De ese modo, durante la Colonia, las casas de los religiosos ejercieron funciones caritativas y de cuidado a los pobladores del Real de Minas. En ellas se recibía a los mineros y demás pobladores, quienes recibían atenciones médicas, instrucciones religiosas, y, en ciertos casos, eran también instruidos en áreas del conocimiento como  la Gramática, la Teología o el Latín.

Citas al pie.

[1] Todorov, Tzvetan. La Conquista de América, el problema del otro. Siglo XXI editores, México, 2007.

[2] Reina Valenzuela, Reina. Op., cit.

[3] Algunos datos para este artículo han sido proporcionados por el historiador Nahum Valladares y Valladares.

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