ENTENDER CÓMO FUNCIONA LA DESINFORMACIÓN PARA COMBATIRLA

ALG26 agosto, 2019

La información cumple un papel importante en el desarrollo actual de las sociedades, en donde con un clic podemos condenar a alguien de por vida o reclamar por lo que creemos es justo; sin embargo, saturados de estímulos como estamos, nos es cada vez más difícil discriminar la verdad de la mentira. Incluso profesionales de la información y políticos pueden caer en esta trampa y convertirse de forma accidental (asumiendo que no hay un dolo) en voceros de teorías que lejos de construir destruyen los valores democráticos.

La edición de septiembre de la revista Scientific American publicó  el artículo de Cailin O’Connor titulado «Cómo se propaga la desinformación y por qué confiamos en ella». En él afirma que «la información errónea compartida en los sitios web de las redes sociales ha alimentado una epidemia de falsas creencias, con ideas erróneas generalizadas sobre temas que van desde la prevalencia del fraude electoral (en democracias como la norteamericana, y también entre muchas, la hondureña), hasta poner en duda incidentes dramáticos como el tiroteo en la escuela Sandy Hook en 2012».

A quienes no vivimos en Estados Unidos podrá parecernos extraño escuchar que muchos norteamericanos creen que el incidente en donde murieron más de 26 personas, entre ellos 20 niños, es un montaje y nunca existió realmente. ¿Pero no es así acaso también en Honduras? Constantemente sigo escuchando a personas que hablan de la muerte de la ingeniera Hilda Hernández Alvarado como si fuera algo falso, montado. ¿Basados en qué información acreditan eso?

«Los mecanismos básicos que propagan el miedo ahora se han intensificado y, en algunos casos, conducido a una profunda desconfianza pública hacia las instituciones sociales básicas», afirma el artículo de Scientific American.

Según el artículo de Scientific American,«muchas de las creencias falsas más dañinas de hoy en día son impulsadas inicialmente por actos de propaganda y desinformación, que son deliberadamente engañosos y tienen la intención de causar daño. Parte de lo que hace que la propaganda y la desinformación sean tan efectivas en la era de las redes sociales es el hecho de que las personas que están expuestas a ella la comparten ampliamente entre amigos y compañeros que confían en ellas, sin la intención de engañar a nadie. Las redes sociales transforman la desinformación en información errónea» y allí comienzan los problemas.

Para comprender cómo persisten las falsas creencias, O’Connor explica como muchos teóricos de la comunicación y científicos sociales han intentado simular una representación simplificada de las interacciones sociales humanas utilizando un algoritmo informático y luego estudiar estas simulaciones para aprender algo sobre el mundo real.

Ellos hicieron uso de un modelo de contagio. En este modelo, las ideas son como virus que van de mente en mente. Comienza con una red, que consiste en nodos, que representan individuos, y bordes, que representan conexiones sociales.

«Los modelos de contagio son extremadamente simples, pero se han utilizado para explicar patrones de comportamiento, como la epidemia de suicidio que, según los informes, se extendió por Europa después de la publicación de The Sorrows of Young Werther de Goethe en 1774 o cuando docenas de trabajadores textiles estadounidenses en 1962 informaron que sufrían de náuseas y entumecimiento después de ser mordido por un insecto imaginario. También pueden explicar cómo se propagan algunas creencias falsas en Internet».

Antes de las últimas elecciones presidenciales de EE.UU., recuerda el artículo, una imagen de un joven Donald Trump apareció en Facebook. Incluía una cita, atribuida a una entrevista de 1998 en la revista People, que decía que si Trump alguna vez se postulara para presidente, sería republicano porque el partido está compuesto por «el grupo más tonto de votantes».

«Aunque no está claro quién lo hizo, sabemos que este meme pasó rápidamente de un perfil a otro. El sitio web de verificación de hechos Snopes informó que la cita fue fabricada en octubre de 2015 y fue compartido más de medio millón de veces».

Cada persona que compartió el meme de Trump simplemente confió en el amigo que lo había compartido en lugar de verificarlo por sí mismo, indica el artículo.

Puede parecer que el problema aquí es la pereza de verificar la información o la credulidad, y por lo tanto, la solución es simplemente más educación o mejores habilidades de pensamiento crítico. Pero eso no es del todo correcto. A veces, las creencias falsas persisten y se extienden incluso en comunidades donde todos trabajan muy duro para aprender la verdad reuniendo y compartiendo evidencia. En estos casos, el problema no es la confianza irreflexiva. Va mucho más profundo que eso.

Para entender este fenómeno el artículo de Cailin O’Connor explora el marco de epistemología de red.

El marco de epistemología de red fue desarrollado por economistas hace 20 años. Los modelos de este tipo tienen dos partes: un problema y una red de individuos (o «agentes»).

El problema consiste en elegir una de dos opciones para comprender un fenómeno: una solución expuesta por una «autoridad» y otra por su comunidad.

Los agentes pueden aprender no solo de sus propias experiencias, sino también de las experiencias de sus vecinos. Por lo tanto, la comunidad de un individuo es muy importante para determinar qué creencias desarrollan en última instancia.

Las personas, de forma general, recolectan datos intencionalmente, compartimos datos y luego experimentamos las consecuencias por nuestras malas creencias.

Los resultados expuestos en el arco de epistemología de red nos enseñan algunas lecciones importantes sobre la difusión social del conocimiento y, de las desinformación.

 

Nuestra forma de aprendizaje es muy antiguas, van incluso al origen de nuestra especie: trabajamos juntos en el manejo de la información, porque es mejor que trabajar solos, una persona que enfrenta un problema solo, es probable que lo resuelva en la peor teoría. Es esa habilidad de compartir información que nos hace ser la especie que somos. Ahora estamos confrontados con el éxito de esa misma habilidad que nos hace homo sapiens: el lenguaje, la creatividad y la mentira.

«En una comunidad tiende a haber cierta diversidad en lo que la gente cree —dice el artículo de Cailin O’Connor—. Algunos prueban una acción; algunos prueban otra. Esta diversidad significa que generalmente se reúne suficiente evidencia para formar buenas creencias».

Con el argumento expuesto en esta tesis, podríamos creer entonces que la información «correcta», nos hace inmunes a la desinformación, pero el problema es aún más complejo, pues incluso este beneficio grupal no garantiza que los agentes aprendan la «verdad».

Un entendimiento equivocado de las estadísticas, como de la ciencia y el origen de la información, pueden llevar a comprensiones erróneas de los datos.

«La evidencia científica real es probabilística. Por ejemplo, algunos no fumadores contraen cáncer de pulmón, y algunos fumadores no contraen cáncer de pulmón. Esto significa que algunos estudios de fumadores no encontrarán ninguna conexión con el cáncer. De manera relacionada, aunque no existe un vínculo estadístico real entre las vacunas y el autismo, algunos niños vacunados serán autistas. Por lo tanto, algunos padres observan a sus hijos desarrollar síntomas de autismo después de recibir las vacunas».

Cadenas de evidencia engañosa de este tipo pueden ser suficientes para conducir mal a toda una comunidad.

«La confianza social es importante para creer cuando las personas tratan algunas fuentes de evidencia como más confiables que otras. Esto es lo que vemos cuando los anti-vacunas confían en la evidencia compartida por otros en su comunidad más que en la evidencia producida por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades u otros grupos de investigación médica. Esta desconfianza puede provenir de muchas razones, incluidas experiencias negativas anteriores con médicos o preocupaciones de que la atención médica o las instituciones gubernamentales no se preocupan por sus mejores intereses. En algunos casos, esta desconfianza puede estar justificada, dado que existe una larga historia de investigadores médicos y clínicos que ignoran los problemas legítimos de los pacientes, particularmente las mujeres».

En el diagrama | Propagandistas tratan de desinformar un grupo de personas sobre temas específicos. Podemos usar este modelo para representar un set de evidencias, y propagandista que intenta desviar al observador de un fenómeno con información falsa. Propagandistas industriales cambian la creencia pública seleccionando y compartiendo aquella información que tiene los resultados que refuerzan su punto y motivan a la acción. Esto puede desinformar al público en casos donde el grupo comparte un consenso de la información. Esta estrategia de desinformación toma ventaja de la la naturaleza aleatoria inherente en resultados científicos.

El artículo continúa señalando algo que a mí en lo personal me resulta muy preocupante.

«En las versiones del modelo donde los individuos no confían en la evidencia de aquellos que tienen creencias muy diferentes, encontramos que las comunidades se polarizan, y aquellos con creencias pobres no aprenden mejores. Cuando agregamos conformismo al modelo, lo que vemos es la aparición de camarillas de agentes que tienen creencias falsas. La razón es que los agentes conectados al mundo exterior no transmiten información que entre en conflicto con las creencias de su grupo, lo que significa que muchos miembros del grupo nunca aprenden la verdad».

Dicho de otra manera, el rechazo que el grupo expresa a los datos expuestos por alguien de creencia distinta, lleva a que ese agente no comparta la información que tiene, cerrando el paso a la comunidad completa a conocer la verdad.

O sea, los grupos sociales ejercen presión en contra de la información que contradice sus creencias. Vea a su alrededor y piense si no es ese el caso de Honduras.

«Simplemente compartir nuevas evidencias con grupos escépticos probablemente no ayudará, debido a problemas de confianza. Convencer a miembros confiables de la comunidad para que denuncien la vacunación podría ser difícil debido al conformismo».

Un portal cualquiera, disfraza su noticias falsas amparándose en el sentimiento generalizado reforzado, precisamente por noticias falsas. Busca reforzar la sensación en la población que los medios de comunicación le mienten. Me llama la atención en este caso que la nota aparece «firmada» por el MEU.

Cómo votamos, qué compramos y a quién aclamamos depende de lo que creamos sobre el mundo. Pero eso que creemos también puede estar «curado», entendiéndolo como una selección específica, para limitar nuestro entendimiento de la verdad. Un ejemplo clásico que el artículo de Cailin O’Connor expone en la revista Scientific American, proviene de la industria del tabaco, que desarrolló nuevas técnicas en la década de 1950 para luchar contra el creciente consenso de que fumar mata.

«Durante las décadas de 1950 y 1960, el Instituto del Tabaco publicó un boletín bimensual llamado “Tabaco y salud” que informaba solo de investigaciones científicas que sugerían que el tabaco no era dañino o una investigación que enfatizaba la incertidumbre sobre los efectos del tabaco en la salud. Los folletos emplean el llamado intercambio selectivo. Este enfoque implica tomar una investigación científica real e independiente y curarla, presentando solo la evidencia que favorece una posición preferida. El intercambio selectivo puede ser sorprendentemente efectivo para configurar lo que una audiencia de no científicos llega a creer sobre cuestiones científicas de hecho. En otras palabras, los actores motivados pueden usar semillas de verdad para crear una impresión de incertidumbre o incluso convencer a las personas de afirmaciones falsas».

El intercambio selectivo está en todas parte, en la ciencia y en los medios que consumimos. Quiero creer, para cerrar esta nota, que aquello que genera el mal también puede generar la cura: será importante entonces encontrar individuos que compartan lo suficiente en común con los miembros de las comunidades para establecer su confianza. Una nueva generación de influencer, quizás, educados de forma constante, en la cual la comunidad confíe, que nos ayuden a combatir la información falsa, con verdades verdaderas.

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