¿En quién pesan los muertos?

ALG2 diciembre, 2017

Muchas fueron las instancias que en distintas ocasiones advirtieron que el tono de odio generado en la campaña  electoral serviría de detonante para la violencia que ahora, lamentablemente, estamos viendo en todo el país.

Y como debe ser, en estas circunstancias, muchos son los responsables de habernos llevado hasta este punto, por acción u omisión, por maldad o ingenuidad a costa de la vida de hondureños y hondureñas que dejan su sangre en las calles.

Desde la negativa del TSE de dar espacio a Libre en los puestos de control  que garantizaría un proceso transparente tan necesario para el contexto que vivimos, hasta el atraso que el mismo organismo ha tenido en dar el resultado final de la contienda que a siete días de la votación no tenemos sino datos preliminares.

Culpa también tienen los candidatos Juan Orlando Hernández y Salvador Nasralla, por declararse ganadores el mismo 26 de noviembre a sabiendas de no contar con los datos completos que les dieran como ganadores, mismos que aún hoy no están disponibles, y sacar a sus seguidores a celebrar una victoria falsa, pues solo puede declararlos ganadores el organismo competente que todas las partes legitimaron desde el momento mismo en el cual plasmaron su candidatura en la papeleta.

Culpa tiene Salvador Nasralla por su actitud irresponsable de encapricharse en ser él el presidente sin presentar el 100% de las actas que dijo tener hace una semana; luego de meses de haber declarado que no reconocería otro resultado distinto que su victoria, pues no considera que el TSE sea imparcial, excepto cuando le daba la victoria en la contienda y llamar reiteradamente a la población a salir a defender su voto sin importar las condiciones de seguridad para esos mismos manifestantes que dice representar.

Las posiciones ambiguas de Salvador Nasralla y sus improperios en contra del Partido Nacional, descalificativos, insultos, declaraciones de odio, ahora están costando vidas y a él parece no importarle sino ser el presidente.

Culpa tiene la policía, que debiendo cumplir el toque de queda que declaró el gobierno para salvaguardar los bienes y las personas, se exceden en el uso de la fuerza violentando los derechos humanos de la población civil que ejercen su derecho legítimo a la protesta.

La policía debe actuar sobre los grupos que aprovechando la crisis salieron a la calle a saquear negocios y violentar la seguridad de las personas, siempre garantizando los Derechos Humanos como dijeron al principio, irrestrictamente.

Los órganos de investigación deben darnos una explicación de quiénes son esos grupos, que estamos seguros no son los militantes de Libre sino bandas que aprovechando la crisis alimentan la misma con terror sobre la población en general.

Porque desconocer que en esta crisis está también la mano del crimen organizado, bandas de narcotraficantes, pandillas y policías depurados queriendo alimentar la crisis con sangre, es actuar, por lo menos, ingenuamente.

Culpa tiene también Mel Zelaya, que a sabiendas de lo crispado de los ánimos llama a sus seguidores a altas horas de la noche y se acerca a “pumpunear” los portones de las bodegas del INFOP, en donde se realiza el conteo de votos, incitando a que las fuerzas de seguridad que tienen como misión custodiar el proceso electoral —a costa de lo que sea— y están preparados y entrenados para enfrentarse y hacer el uso de la fuerza de ser necesario.

No es la primera vez que Mel Zelaya actúa así, encendiendo la llama de la violencia sin importarle el costo que la reacción pueda tener sobre la vida de las personas que acuden al llamado. 2009 dio muchos ejemplos de eso.

Culpa tiene finalmente Juan Orlando Hernández, que desde su posición de poder se empeñó en reelegirse contando con su maquinaria electoral, sin haber buscado sanar las heridas que ese mismo tema generó hace 8 años.

La crisis seguirá, porque las partes no tienen interés en resolverla y juegan al agotamiento de las fuerzas del contrincante y mientras, la población sigue en fuego cruzado sin saber en quién, realmente, pesan los muertos.

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