ELECCIONES EN EUA: DE VUELTA A LOS NACIONALISMOS

EGO9 noviembre, 2016

Por Albany Flores


El triunfo del candidato presidencial del Partido Republicano sobre la aspirante demócrata Hillary Clinton, la noche de ayer 8 de noviembre, no fue el resultado de la formidable campaña política y discursiva del vencedor Donald Trump: fue el claro y desalentador mensaje de la mayoría de una nación que, según el propio discurso republicano, se propone la nueva imposición del poderío blanco en los Estados Unidos.

Es la confirmación de las sospechas que desde hace uno años se han venido fraguando con respecto a las disposiciones del pueblo estadounidense, frente a la masiva migración hacia su territorios, desde todas partes del mundo, en un tiempo en que el Imperio libra diversas y extenuantes batallas.

Cada año, los Estado Unidos reciben a cientos de miles de migrantes de todo el mundo, principalmente latinoamericanos. Sólo de Honduras, para ilustra nuestro caso, unas 75 mil personas emigran anualmente, casi todos hacia el gigante del norte. Es cierto también que gran parte de los migrantes que recibe —todos en busca de mejores condiciones de vida—, llegan procedentes de países latinoamericanos y africanos principalmente, en los que la influencia de los EUA ha sido clara.

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Si una nación demuestra que sabe actuar con una eficacia razonable y con el sentido de las conveniencias en materia social y política, si mantiene el orden y respeta sus obligaciones, no tiene por qué temer una intervención de los Estados Unidos. Theodore Roosevelt en su mensaje anual de 1904.

Desde mediados del siglo XIX, los Estados Unidos comenzaron una etapa de “conquista” de los territorios hispanos en América. En Honduras comenzaron su estrategia a partir de la década de 1850, cuando el diplomático estadounidense, Ephraim G. Squier, firmó un acuerdo entre la empresa norteamericana que representaba y el gobierno hondureño de José Trinidad Cabañas para la construcción —que no se llevó a cabo en ese momento, y sólo parcialmente después— del ferrocarril nacional interoceánico.

En esa misma década pasó por el país, durante el segundo gobierno de Santos Guardiola (1857), el viajero y cronista, William Wells. Ambos documentaron en libros (Honduras, descripción de un Estado de la América Central y Exploraciones y aventuras en Honduras, 1857 respectivamente) la situación geográfica, mineral, económica, política y social de la sociedad hondureña de la época.

Los comienzos de su consolidación en la región comenzó durante las primeras décadas del siglo XX. A partir de entonces reaparecieron las minas por la nueva fiebre del oro de fines del XIX, y surgieron las grandes plantaciones en toda América Latina, principalmente en el Mar Caribe y las Antillas.

Washington Valentine creó en emporio económico con los minerales hondureños, así como más tarde Samuel Zemurray creó una fortuna incalculable con las plantaciones bananeras de las Costa Norte el país. Desde ese momento, la hegemonía ejercida por los Estados Unidos, en casi todo el Globo, es innegable. Impone y quita poderes, invade y hace guerras.

 “El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino.” John L. O'Sullivan, 1845.

“El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino.” John L. O’Sullivan, 1845.

Durante la Guerra Fría, por ejemplo, ni Rusia ni los Estados Unidos se dispararon un tiro: fueron los pueblos periféricos del mundo los que se hicieron las guerras, peleando batallas cruentas que no habían creado. Mientras en latinoamérica se libraban guerras civiles, guerras sucias o guerras de baja intensidad, el propósito de ambas potencias, fuera de los rencores, era deshacer de las armas sobrantes que sus industrias militares habían fabricado para la Segunda Guerra. Y así lo hicieron. Crearon guerras periféricas, pero no entre sí. Su guerra, Rusia-EUA, fue sólo mediática e ideológica.

Hoy día, hablar de la influencia que ejercen los Estados Unidos en todo el mundo hispanoamericano sin hablar de la gran influencia que está ejerciendo el mundo hispano en los EUA, ya no parece tolerable. En una singular entrevista ofrecida por el escritor mejicano Juan Villoro a la revista española El Cultural, el autor mejicano ha manifestado:

«No se necesita compartir frontera para percibir la influencia de la cultura de masas. Hoy en día, la globalización significa que de Singapur hasta el Paraguay puedes ver 300 pésimos canales norteamericanos. En lo que toca a la vida cotidiana, es mayor la influencia de México  (latinoamérica) en los EE UU: la creciente importancia del fútbol, el castellano, la familia nuclear, etc[1].».

Según la nota publicada por BBC Mundo, hasta febrero de este año se registraron unos 55 millones hispanos viviendo en los Estados Unidos. Ello representa el 17% de la población total de la nación.

«Con 35 millones de personas, los que trazan su origen nacional a México conforman el 63% de toda la comunidad hispana. Le siguen los puertorriqueños, que con alrededor de 5 millones de personas llegan al 10%. Y después los salvadoreños y cubanos, cada uno con cerca de 2 millones. Las otras dos comunidades en el «top seis», son los dominicanos, que con 1,7 millones están en casi el 3% del total latino, y los guatemaltecos, con 1,3 millones de personas[2]».

Entonces, ¿por qué Latinoamerica vive en proceso electoral estadounidense cada cuatro años como si fuera propio?, la respuesta es obvia. Lo que no es tan obvio, o cuando menos no lo había sido, era esa influencia hispana de la que hablamos, y que, a pesar de haberse hecho presente en las votaciones de anoche —la mayoría apoyando el proyecto demócrata de la señora Clinton—, aun no fue suficiente para otorgar una victoria a la candidata del Partido Demócrata, frente al discurso nacionalista del republicano Trump.

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«La carga del hombre blanco» (en idioma inglés «The White Man’s Burden») es un poema de Rudyard Kipling, publicado originalmente en la revista popular McClure’s en 1899, con el subtítulo «The United States and the Philippine Islands» («Los Estados Unidos y las Islas Filipinas»). Se popularizó una lectura directa desde los puntos de vista dominantes en la época (racista, eurocéntrico, imperialista o jingoísta), justificando como una noble empresa, una ingrata y altruista obligación (incluso una sagrada misión en el sentido misionero), el dominio del «hombre blanco» sobre las definidas como «razas inferiores».

Lo que tampoco era tan obvio, es que el candidato Trump, que había oficializado su campaña en 2015, pudiera ganar las elecciones del país más poderoso del mundo. La figura de Clinton, con una carrera política extensa y una vasta experiencia en asuntos de Estado, aparecía, cuando menos ante la opinión pública y las encuestas, como potencial vencedora.

Durante toda la campaña, los medios de comunicación de todo el mundo occidental, destacaron que las premisas del proyecto político de Trump estaba orientado a declarar “la guerra” a los migrantes hispanos y las etnias islámicas. Gran parte de la campaña publicitaria contra Trump estuvo orientada a esa retórica, cuando menos en los países de la región.

La campaña electoral dio un importante giro cuando la prensa internacional comenzó a recordar a los estadounidenses, el papel intervencionista y el perfil de la señora Clinton. Pero, nada de esto parece haber sido el verdadero motivo de la derrota demócrata. La derrota demócrata parece no haber estado en la impopularidad de Clinton, en realidad estuvo en el bagaje retórico de un candidato republicano que se atrevió a prometer públicamente lo que millones de estadounidense querían escuchar en el fondo: la vuelta al control y al poder de los blancos.

¿Es en realidad esto un regreso a los viejos y peligrosos nacionalismos?, a simple vista eso parece. El discurso e Trump, en realidad una visión republicana, hace entrever que en su gobierno sólo se tomará por norteamericano a los blancos, dejando en detrimento a aquellas etnias que no lo sean.

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«México nos envía a la gente que tiene muchos problemas, que trae drogas, crimen, que son violadores» Donald Trump.

Los nacionalismos han existido en distintas etapas de la historia occidental, y sus últimas representaciones fueron caóticas para la humanidad. Así, el nacionalismo medieval se presentó como una necesidad de consolidar el Estado-nación europeo. Más tarde, entre los siglos XVIII y XIX, estos nacionalismos tomaron un rumbo distinto; la imposición del poderío una nación sobre otra, de un pueblo sobre otro. En el siglo XX, como recordamos, el nacionalismo europeo se transformó no sólo en una lucha económica y comercial, sino en un intento por imponer la supremacía de una etnia (los blancos) sobre otras etnias como los negros, los gitanos y los judíos.

Si Donald Trump cumple sus promesas de deportar a la comunidad hispana y declararle la guerra a los islámicos, Estados Unidos habrá entrado en un nuevo proceso de barbarie, en una nueva etapa de oscuridad social, de inhibición étnica y de retroceso cultural.

No se debe olvidar que hasta la segunda década del siglo pasado, la imposición de la comunidad blanca sobre los negros creó una de las etapas más vulnerables de la nación, y que la segregación racial acabó con la vida y los sueños de decenas de miles de negros, entre ellos Martin Luther King.

Entonces, ¿por qué no votó la comunidad afroamericana?, quizá por la certeza de que ninguno de los dos candidatos lucharía verdaderamente por sus derechos, quizá por la certeza que ganaría Trump, o quizá sólo como una forma de protesta por los recientes crímenes contra la comunidad en distintos puntos de la nación.

“América para los americanos”. Frase que sintetiza la Doctrina Monroe. La frase fue elaborada por John Quincy Adams y atribuida a James Monroe, quinto presidente de EEUU en el año 1823.
“América para los americanos”. Frase que sintetiza la Doctrina Monroe. La frase fue elaborada por John Quincy Adams y atribuida a James Monroe, quinto presidente de EEUU en el año 1823.

Por su parte, la comunidad hispana se mantiene en vilo. Ese brillante futuro que parecía haber iniciado con los gobiernos de Obama, y con la siempre prometida Reforma Migratoria, parece difuminada de golpe. Ahora es el tiempo de la incertidumbre.

¿Se derogarán los tratados de Libre Comercio?, ¿se deportaran a millones de hispanos como ha prometido el nuevo Presidente?, si lo hace ¿qué impacto tendría eso en la economía latinoamericana?, ¿qué impacto tendría en una economía como la hondureña que recibe más de 3,000 millones de dólares anuales con los que respira la economía nacional?, ¿cómo recibirían sus país a esa enrome cantidad de repatriados?, son preguntas que hasta ahora casi nadie podría responder.

Hillary Clinton parece haber sido vencida por su propio pasado, y por la propia astucia de un hombre acostumbrado a los medios de comunicación y la controversia. Sobre todo, Clinton parece haber sido derrotada por una nueva etapa de nacionalismo americano que de cumplirse como lo ha prometido Trump, podría desencadenar una nueva etapa de conflictos en la región y un rebrote de violencia civil en los Estados Unidos.

Irónicamente, en la nación que se ha presentado como el adalid de la democracia, esa libertad democrática ha elegido a un hombre cuya visión del mundo es totalitaria.

Anoche, en los Estado Unidos, no ganó Trump, ganó el nacionalismo y el deseo de supremacía blanca de los blancos estadounidense que ven en la comunidad latina, negra y musulmana, un peligro para su nación. Es imperativo recordar que el último nacionalismo exacerbado (el nazismo) condujo a la humanidad a una experiencia abominable y sin precedentes: la Segunda Guerra.

Sólo espero que para Trump, los hispanos no sean el peligro que fueron los judíos para Hitler. Por otro lado, la historia ha demostrado que no hay un solo pueblo endémico, y que todos somos migrantes; que no existen las razas, y sólo somos la especie humana en La Tierra.

¿Qué pasará?, ya lo veremos.

 

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Citas a pie de página. 

[1] El Cultural, “cara a cara”, noviembre-diciembre del 2000, pp. 22-23.

[2]En: www.bbc.com/mundo/noticias/2016/03/160304_internacional_elecciones_eeuu_2016_cifras_latinos_lf, visto el 7/11/2016.

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