EL PRESO 198, UN PERFIL DE DANIEL ORTEGA: LECTURA RECOMENDADA

ALG5 enero, 2019

El periodista nicaragüense Fabián Medina Sánchez publicó en septiembre pasado el libro El preso 198, un perfil de Daniel Ortega. Aunque el libro sale en medio de la crisis de Nicaragua que se desató en abril del 2018, es evidente que fue un trabajo de años de preparación. No debe considerarse, entonces, producto de una improvisación al calor de la crisis política. Constituye, sí, un perfil bastante amplio de uno de los hombres más enigmáticos de la Historia reciente de Centro América. Introvertido, hermético… según lo describe Medina Sánchez, Ortega dista mucho lo que fueron otros dirigentes de izquierda, como Fidel Castro o Hugo Chávez.

El libro inicia con el asesinato de uno de los esbirros de la dictadura, el sargento Gonzalo Lacayo, un conocido torturador de la inteligencia somocista, por cuyo asesinato Daniel Ortega purgó más de siete años de cárcel, de donde sale el número 198, su identificación en los registros penitenciarios.

Nacido el 11 de noviembre de 1945, Daniel Ortega participó desde temprano en accione de rebeldía frente al régimen somocista que gobernaba Nicaragua, se integró al FSLN en 1963, purgó siete años de cárcel, tuvo una discreta participación guerrillera y se convirtió, sin embargo, en uno de los nueve todo poderosos comandantes sandinistas que gobernaron Nicaragua durante los años 80 y desde allí derivó, finalmente en el caudillo de su partido (página 19).

Medina explica en  su libro, como esos siete años de prisión somicista cambiaron la vida de Daniel Ortega, a tal punto que, según el propio mandatario, nunca se volvió a sentir cómodo con la libertad.

«Es un personaje que no soltó la cárcel», explica Medina Sánchez en una entrevista a Infobae.

Daniel Ortega Saavedra llegó al poder por su poco carisma. Según indica Medina Sánchez, luego del triunfo de la revolución en 1979, la disputa por la presidencia entre los distintos líderes del FSLN se hizo evidente, el comandante Tomás Borges, con bastante razón, consideraba que su liderazgo y actuar en la guerra le daban mérito para ser el Presidente de Nicaragua, y Humberto Ortega, buscando evitarlo, logró colar a su hermano en el puesto pensando que sería un líder neutro entre las disputas.

Ortega fue Boy Scout, monaguillo, tuvo hasta itenión de ser sacerdote, fue revoltoso, quemó vehículos, apedreó casas y personas, asaltó y mató, cayó preso, vivió en el exilio, fue guerrillero, creyó en la transformación revolucionaria de la sociedad, coordinó la junta de Gobierno, ha sido candidato en siete campañas electorales, caudillo, cuatro veces presidente y finalmente, devino en un dictador igual o peor que el que una vez ayudó a derrocar en nombre de ideales revolucionarios (Página 13).

«Lo primero que me llamó la atención y determinó el título,» dice el autor en una entrevista, «fue su comportamiento de prisionero. Hay rasgos de síndrome de prisionero: por ejemplo, come de pie, no se mezcla con mucha gente, crea una especie de celda donde se recluye con sus íntimos, un espacio de aislamiento… Cuando triunfa la revolución, en su escolta de seguridad integró a tres ex carceleros. Hay signos que me decían que era un personaje que no había soltado la cárcel. Había una publicación en que señalaba que él se sentía incómodo cuando salió en libertad. Eso se ve con el ostracismo con el que se maneja: nunca lo vas a ver en un cine o en un restaurante, siempre se muestra como recluido.»

Según relata el libro, Daniel Ortega no tiene el curriculum de los guerrilleros más importantes del FSLN. Tuvo poca actividad, continúa Fabián Medina Sánchez. «Luego de sus años en la cárcel se fue a Cuba en diciembre de 1974, después de un asalto de sandinistas que reclamaban la liberación de algunos guerrilleros, entre ellos Ortega. Posteriormente aparece en una ofensiva guerrillera en octubre del 77, en el norte de Nicaragua, en un combate relativamente pequeño. Después se fue para Honduras. No se lo podría considerar de los comandantes con más vida guerrillera; no era de los comandantes con mayor colmillo. Sí tenía la virtud de que era callado, apartado… así llegó al liderazgo del gobierno sandinista.»

«Si él hubiera muerto en los años 60/70, sería un héroe de la causa sandinista. En los 80 llegó al poder y se fue transformando. A partir de entonces se comenzaron a ver luchas de poder entre los mismos sandinistas y como él fue personalizando el poder en el país. Su lucha se fue transformando en una lucha del poder por poder. Empezó a pactar con las personas más derechistas y se alió con personajes profundamente corruptos para mantenerse en el poder. Luego excluyó a sus camaradas de lucha y fue personalizando el partido sandinista hasta conformar un clan familiar, que persiste al día de hoy. Activó la sucesión dinástica cuando integró a Rosario Murillo como su compañera de poder. Hoy ves a sus hijos y a Murillo en la cúpula del poder, muy al estilo de Somoza. Se convirtió en una copia del personaje que derrotó a balazos en 1979.»

Rosario Murillo, la vice presidenta de Nicaragua y esposa de Daniel Ortega (una relación que siempre me ha parecido shakespeareana, como una extensión tropical de la tragedia Macbeth),  también tiene un lugar en libro de Fabian Medina Sánchez.

Rosario Murillo y Daniel Ortega se conocieron en 1977. Ella tenía otra pareja en ese entonces. Primero fue su secretaria y asistente, aprovechando la experiencia que tenía como secretaria en el periódico de Pedro Joaquín Chamorro, y con el tiempo fueron pareja, pero, según describe en el libro Medina Sánchez, en los comienzos de la relación no tuvo mucha incidencia. Llegó cuando más a desplazar a Ernesto Cardenal del ministerio de Cultura en los ochenta. Fue cuando Ortega perdió las elecciones en 1990, que Rosario le dijo: «Yo te dije que ibas a perder». Después de esa dura derrota para el sandinismo, hubo tres acontecimientos que los acercaron: la misma derrota electoral en el 90; el infarto que sufrió Ortega en el 94; y la denuncia de violación de la hija de Rosario Murillo, Zoilamérica Ortega, en el 1998. Rosario Murillo le dio la espalda a su hija ante las denuncias contra Ortega -su padrastro- por abuso sexual.

Continúa el autor en la entrevista con Infobae:

«Las encuestas hasta abril de 2018 daban 70% de aprobación al gobierno de Ortega, pero en un día cambió todo. Actualmente le dan entre el 10 y el 15 por ciento. Si se sostiene es porque se ha desatado una represión sin precedentes. Ya van más de 400 muertos en las protestas pacíficas, que fueron reprimidas con una desmesura que no esperábamos. Mandan presas a personas por pensar distinto. Ha habido civiles que fueron detenido por portar banderas azul y blanco, los colores de la bandera de Nicaragua. Los colores que hoy mandan son el rojo y el negro, los del Frente Sandinista. La irracionalidad está gobernando Nicaragua.»

Y frente a la pregunta de por qué Ortega se aferra tanto al poder, Fabián Medina responde:

«En su cálculo estaba que su gobierno no se iba a ir en este momento. Los proyectos dictatoriales piensan que van a gobernar por mil años. Así establecen compromisos bien grandes. Cuando estalla la chispa ven que tienen mucho por perder, y no lo pueden controlar si no tienen el poder. Imagino también que tiene compromisos internacionales que lo hacen mantenerse en el poder. Ya sabemos como terminan…»

El Preso 198, un perfil de Daniel Ortega, el libro de Fabián Medina Sánchez, no tiene todas las respuestas para explicar personajes tan complejos como el matrimonio Ortega Murillo; nos acerca sí, a su enigma y por eso es, definitivamente, una lectura recomendada. Faltará mucho análisis e investigación para llegar a fondo de unos de los personajes que marcó el final del siglo XX en Centro América y que está marcando el inicio del siglo XXI.

Al final queda la duda de cómo surgen los dictadores como Ortega (o como Somoza, o como Santos Zelaya), hijos históricos de su tiempo, hijos de su pueblo. Solo puedo decir que conociendo su historia, su ascendo y caida del poder, nos vacuna contra los futuros dictadores. Algo en lo que definitivamente nos ayuda el libro de Fabián Medina Sánchez.

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