El periodismo activista no es periodismo

EGO24 mayo, 2017

Ningún oficio parece haber cambiado tanto y tan rápido con la tecnología como el periodismo. Hoy día se habla de “nuevo” y “viejo” periodismo, como si la sola plataforma digital que internet ofrece haya sido suficiente para cambiar radicalmente al que Gabriel García Márquez denominó como «el mejor oficio del mundo».

El periodismo de hoy es un oficio en constante contacto con los avances tecnológicos de la modernidad, influenciado por los intereses de la industria o lo métodos y estilos narrativos de la profesión; también se relaciona (para bien o para mal) con la realidad política y natural, el entorno social y las propias perspectivas de modernidad de quien lo ejerce sin formación, ni ética ni verdadero compromiso.

En la primera y segunda parte de esta serie sobre la relación Periodismo y Poder en la era digital, nos hemos referido a los que consideramos los grandes desafíos del periodismo hondureño en tiempos de la post-verdad, y sobre lo onírico que resulta la veracidad total o imparcialidad de los medios. En el periodismo del siglo XX, gracias a la tergiversación de la realidad para fines particulares e industriales, la mentira de la realidad casi confluyen, y apenas pueden distinguirse.

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Honduras no está exenta de estos procesos, pues los procesos digitales —acaso la máxima expresión de la Globalización neoliberal— han logrado la homogeneidad y la estandarización de la sociedad occidental a la que tanto hizo referencia en su críticas el gran pensador italiano Pier Paolo Passolini.

El periodismo —el hondureño con sus limitaciones— ha tenido que enfrentarse a nuevos retos industriales, narrativos, financieros, temáticos, políticos y tecnológicos sin los cuales no podría sobrevivir en un mundo de acelerada movilidad y cambio.

El problema no es el cambio en sí; es que sus principales objetivos parecen enfocarse solamente en la captación de la audiencia, en la interacción con la audiencia por cuestiones de rating, en la implantación de modelos de negocios, en la búsqueda incesante de “likes” “vistas” o “click”, etc. Y cuando nuestra meta es captar más audiencia, quien se sacrifica es el periodismo.

La responsabilidad de informar, de abrir espacios para la opinión y el debate público, así como de prestar un servicio a su comunidad —sin que esto afecte el lucro que permite su existencia—, han pasado a un segundo plano.

Gracias a esto, muchas versiones “desgraciadas” del periodismo se han fortalecido. Ese es el caso puntual del periodismo activista que campea en la escena hondureña.

El periodismo activista es una plaga del oficio. Particularmente el periodismo activista político. Así lo han considerado los medios periodísticos más serios del mundo como El Mundo  de España, que ha dejado claro que «el periodismo es totalmente diferente al activismo».

Si un activismo debe asumir el periodista, es aquel que incumbe a la búsqueda de la verdad y el derecho a exponerla. El compromiso de la prensa es informar con la verdad (o lo más cercano a ella) al pueblo, no servir de voceros de nadie. Muchos menos de la clase política.

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Son muchos los casos hondureños de periodistas activistas, y muchos los periódicos digitales que se escudan en el periodismo para servir de comparsas y voces oficiales de los partidos o candidatos políticos de su preferencia y su simpatía. Estos medios únicamente transmiten, escriben, vociferan o publican noticias relacionadas a las “buenas” acciones de sus “elegidos” y los errores y fracasos (únicamente) de sus adversarios.

Podemos afirmar que en Honduras la prensa es militantes. Aquí reina el periodismo activista. De un lado está la prensa corporativa que recibe millones de lempiras como pauta publicitaria y coimas de los grandes consorcios, corporaciones y grupos políticos para ocultar la información de la realidad (corrupción, crimen, etc.), para que todo transcurra como si nada pasara.

El pueblo hondureño desconoce la verdad de los grandes panoramas del país, y desconoce la verdad de los hechos que le atañen. Por ejemplo, desconoce la verdad de los hechos ocurridos en el desfalco del Instituto Hondureño del Seguro Social, a cuánto ascendían las verdaderas cifras del robo, quiénes fueron sus ideólogos, quiénes lo ejecutaron, ¿son los imputados por el caso los verdaderos culpables?, si lo son, ¿son los únicos?, ¿qué altos funcionarios están involucrados directamente?, ¿qué empresarios?, ¿Cuánto se repartieron?, ¿cómo?, ¿dónde?, ¿En qué bancos están esos dineros?, ¿en qué países?, ¿a cuánto ascendió el número de muertos y perjudicados sanitariamente por el robo?, ¿hay culpables por eso?, etc, etc, etc. La gente conoce una parte de la verdad de ese caso, la que a los medios (de ambos lados del espectro político) ha convenido que se conozca, lo demás no se investiga o simplemente se oculta.

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Los grandes medios escriben reportajes y notas escurridizas, efímeras, insulsas y “cuidadosas”. Reportean muertos todos los días de sol a sol. Escriben sobre la nueva camisa de Shakira, y la nueva forma de los glúteos de JLo. No están interesados en noticias, historias y temáticas que no vendan, y han convertido al periodismo en espectáculo, y no un espacio de contrapoder, que verifica el discurso público, que enfrenta a los políticos con sus errores y que señala la corrupción de donde sea que surge, y no solo del gobierno. Porque el periodismo está para confrontar al poder, no para tomar parte de él.

La prensa corporativa hondureña no ha tomado parte importante en ninguna de las grandes crisis políticas porque ella representa los intereses de las élites. Y cuando lo hace, con en el caso del IHSS, lo hace con calculado interés de imponer una agenda o levantar un perfil. Toda su labor se resume a brindar la noticia, pero no a buscar sus explicaciones para contarlas al público. Su activismo político es fuerte hacia al tradicionalismo, pero es, aún así, menos evidente que el activismo ejercido desde la mayoría de los medios llamados “independientes” o “alternativos” ligados a la izquierda.

Allí, entre los periódicos de izquierda, el caso es crónico. La mayoría de los medios alternativos cuyos contenidos están ligados a la cobertura política, son medios abiertamente militantes del partido Libre. Sus contenidos, su reiteración, su línea editorial y su discurso no lo ocultan.

Sus titulares están siempre contra el oficialismo, en este caso contra el gobierno nacionalista de Juan Orlando Hernández. Niegan cualquier acierto del gobierno (que también los tiene) como ocultan cualquier información que pueda dañar la imagen de los políticos amigos del periódico. El problema es que no lo hacen para hacer el contrapeso que corresponde al periodismo, sino para desacreditar al gobierno con una finalidad mil veces anunciada de imponer el poder de la República a los partidos de izquierda oposición.

Así como los medios corporativos giran sus discursos y contenidos a el oficialismo, los medios “alternativos” lo hacen, con mucha más insistencia, hacia la oposición. En ese juego de poder muere la verdad. Muere la información. Muere la noticia. Muere el periodismo.

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Hace solo unos meses un portal electrónico (es un blog, no un periódico) publicó una nota en la que incluía al actual Presidente del país dentro de “los 5 narcotraficantes más importantes de Honduras”. Su nota fue replicada en el calor del momento por otro portal más serio. Luego, ante tal aseveración, el público exigió pruebas, pero no las había. El segundo portal, digamos, el profesional, tuvo que disculparse públicamente con el Presidente y decir que la nota la tomó del primer portal, el blog, que no había pruebas, que la nota «era falsa». Ello representó una lección importante para el periodismo que actúa de forma similar. Las consecuencias, de publicar una información de la cual no se tiene pruebas, son grandes y costosas para la libertad de prensa.

No es el hecho de acusar al Presidente o a cualquier político de ser equis o ye  cosa, porque si existieran las pruebas contundentes para hacerlo, eso sería lo correcto, y el periodismo (el pueblo) lo agradecería. Pero no. Se trataba de un ataque político escasamente razonado en el que dicho medio demostró su militancia y activismo por la oposición. El blog simplemente demostró que sus publicaciones distan mucho del verdadero periodismo.

El mismo blog, del cual emitimos su nombre, escribió una nota prejuiciada hace dos semanas contra El Pulso, calificando a este medio como un “pasquín periodístico”, porque no están deacuerdo con las investigaciones y concluisiones a que este medio ha llegado. Pero ese aún no es el problema, ese blog aseveraba (como juez, no como periódico) que el líder sindical Carlos H. Reyes había ridiculizado a El Pulso al contradecir una de sus notas a través de una carta dirigida a nuestro Director, el escritor Óscar Estrada.

El asunto al que se refería es más fácil de explicar de lo que el medio escribió. Se trata de la repuesta (una carta) de Reyes a la redacción de El Pulso por una nota en la que él considera que no hubo precisión en los datos del reportaje. El sindicato no tiene que estar deacuerdo con la información que nos facilitó la fuente. Y El Pulso, como corresponde a un periódico serio, no sólo recibió la carta, también la publicó íntegra.

Documento de la reunión entre Stibys y Coca Cola en Atlanta en febrero de este año. En el documento se habla de las conversaciones cordiales entre los representantes del sindicato y la compañía transnacional, concluyendo que se buscarán nuevos acercamientos en el futuro, que la empresa es respetuosa de la ley nacional e internacional. En cuanto a la seguridad de los trabajadores, poco.
Documento de la reunión entre Stibys y Coca Cola en Atlanta en febrero de este año. En el documento se habla de las conversaciones cordiales entre los representantes del sindicato y la compañía transnacional, concluyendo que se buscarán nuevos acercamientos en el futuro, que la empresa es respetuosa de la ley nacional e internacional y que el embotellado del producto lo hará una compañía afuera del país. En cuanto a la seguridad de los trabajadores, poco.

Para nosotros esta no era una afrenta, pues como todo medio responsable y ético, reconocemos el derecho a réplica y que la “fe erratas” es parte de todo proyecto editorial. Nuestra intención, en esta y toda nota, es estimular un debate que permita que la verdad aflore.

En la misma publicación de aquel blog que nos ataca desde su visión militante, que no investiga y descalifica todo lo que no huele al 28 de junio, invita públicamente a denunciar el sitio web de El Pulso, violentando así nuestro derecho constitucional a la Libertad de Prensa, a la Libertad de Ideas y de pensamiento que garantiza el derecho hondureño. Ese medio se contradice, dos días después publicó una nota exigiendo la derogación del artículo 335b aprobado por el Congreso Nacional, porque dice pone en aprietos a la Libertad de Prensa y Expresión, y por otro lado pide que se clausuren medios que no estén políticamente “alineados” con sus ideales.

Los motivos para ello son claros. Para la prensa activista-militante todo medio alternativo que no comparta su postura política, que no sólo critique al gobierno, sino a la clase política en general, incluidos los errores de la izquierda, es un peligro, es una amenaza.

La gran tarea del periodismo, de la ética periodística no es militar, ni hacer activismo para nadie sobre nadie: es hacer contrapeso al poder sin importar quién lo tenga, para que ese poder no se vuelva absoluto. El poder, contrario a lo que muchos medios militantes creen, no es solamente Casa Presidencial, el poder es todo, somos todos y a ese poder es al que debemos contraponernos.

El periodismo activista, amigos militantes, no es periodismo, es activismo.

Téngase claro.

Acerca de El Pulso

Propósito: Somos un equipo de investigación periodística, que nace por la necesidad de generar un espacio que impulse la opinión sobre los temas torales de la política, economía y la cultura hondureña. Estamos comprometidos con el derecho que la gente tiene de estar verdaderamente informada.

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