Después del capitalismo conservador

EGO17 julio, 2017

Por Andrés Pavel.

Una fallida doctrina moderna de desarrollo socioeconómico se encuentra en el seno del acelerado hundimiento de las condiciones de vida en las sociedades capitalistas —tanto las hegemónicas como las periféricas, tal cómo lo es la nuestra. Ya han corrido incontables ríos de tinta especulando sobre la naturaleza de la crisis capitalista contemporánea (siendo el más brillante de estos análisis la trascendental obra El Capital en el Siglo XXI del economista francés Thomas Piketty) y el mundo se ha sumido en una acongojante turbulencia política que va desde la apabullante subida al poder de Donald Trump en EEUU y el Brexit a una salvaje persecución de ex-mandatarios en Sudamérica. En Honduras, el fracaso de las políticas tradicionalistas ofrecidas por Liberales y Nacionalistas no ha sido menor y es inevitable —a pesar de que las élites políticoeconómicas están vertiendo recursos cada vez más descomunales en mantener su hegemonía— que el rechazo popular, como lo ha hecho en tantos otros lugares, alcance una masa crítica y el bipartidismo sea expulsado del poder definitivamente.

Inevitablemente, el radicalmente diferente plan de gobierno  presentado por la Alianza de Oposición ha sido el centro de la controversia y las expectativas políticas desde su anuncio y será el tema toral de la venidera campaña política en el camino a las elecciones de noviembre; probablemente para la gran frustración de las élites conservadoras. El esperanzado entusiasmo que ha despertado en unos y el rechazo visceral que incita en otros indica, al menos, que la multipartidaria Alianza ha puesto su dedo en la llaga al postular un sencillo conjunto de promesas que en síntesis se propone lo que el bipartidismo nunca hizo: encarar directamente el problema de reducir y mitigar la miseria, la pobreza y el atraso económico. Mucho más importante que los beneficios y alivios económicos que contiene el plan de la Alianza de Oposición, es que permite un necesario espacio para exponer la debilidad en la lógica del planteamiento capitalista tradicional del desarrollo socioeconómico; esto a pesar de que la Alianza de Oposición en ningún momento adopta una postura anti-patronal, ni en el verbo ni en el hecho.

En Honduras ha regido históricamente la doctrina ultraconservadora del desarrollo que ha tomado arraigo global desde el gobierno de su más famoso promotor, Ronald Reagan, presidente de EEUU en los años 80. Coloquialmente conocida cómo trickle-down economics (economía del filtrado hacia abajo), su lógica reza que la prosperidad de empresarios, inversionistas, etc. se traduce en beneficios para las clases trabajadoras a través de la inversión de capital, por lo que el Estado debe enfocarse en favorecer al sector patronal. En la práctica, sin embargo, esta doctrina no ha sido un modelo sano de desarrollo; antes bien, promueve la proliferación de sistemas excluyentes que marginan a las mayorías, vulneran sus derechos, e incrementan el riesgo y estancamiento social, mientras que sus gobiernos se caracterizan por ser autoritarios, excluyentes y altamente corruptos por la desproporcionada complicidad con intereses privados. Irónicamente, lejos de fomentar el libre comercio, este modelo lleva incluso al elitismo en el mercado, pues merma la crecimiento de las empresas emergentes (pequeñas y medianas) por medio de lastres burocráticos, impuestos, y abusos de los que las élites (felizmente acomodadas a explotar al Estado como su cliente y socio principal) se ven libradas. Todo esto lo hemos experimentado con gravedad en nuestro país; quizás a un grado aún más inaudito que en otros lados del globo.

Al igual está sucediendo en sociedades de la mayor diversidad imaginable alrededor del mundo, el esquema de la Alianza de Oposición parte de un rechazo a los fallidos resultados de décadas en que las doctrinas ultraconservadoras han hecho estragos. Los puntos de vista alternativos están naciendo y resurgiendo; en nuestro país, lo que se plantea es que el desarrollo social será posible en la medida que se elimine la pobreza, y que este problema se debe abordar de manera directa y no colateralmente; que debemos revalorizar nuestro capital humano y combatir la miseria y la exclusión que fomentan el riesgo social como la amenaza más grave para nuestra sociedad. ¿Acaso no ganaremos todos en medida que logremos esta condición?

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