De cómo Honduras busca nuevo Presidente: crónica de la Elecciones Generales 2017

EGO27 noviembre, 2017

Por Albany Flores


Ayer “culminó” el proceso eleccionario más particular de los últimos 36 años en Honduras. El país entero, desde el Pacífico al Atlántico, desde oriente a occidente, se movió a votar por sus candidatos predilectos. Dos cosas prevalecieron en el ambiente: incertidumbre social y aversión a los intentos reeleccionistas del actual mandatario Juan Orlando Hernández.

Ninguno de los proceso eleccionarios de los últimos años ha causado tanto resquemor y división en la ciudadanía hondureña. Ni siquiera los comicios generales de noviembre de 2009, celebradas unos meses después que las Fuerzas Armadas al mando de Romeo Vásquez Velásquez, dieran golpe de Estado al entonces Presidente liberal Manuel Zelaya Rosales por su intento continuista.

Un escenario distinto —pero no mejor— se vivió en los comicios generales de noviembre de 2013, cuando el depuesto Manuel Zelaya, habiendo regresado del exilio en República Dominicana, presentó como candidata presidencial a su esposa Xiomara Castro de Zelaya, representado al Partido Libertad y Refundación (LIBRE); una institución política surgida de los grupos sociales, profesionales y productivos opuestos a la clase política tradicional que propició el golpe de Estado.

En dicho proceso, el ahora candidato presidencial de la Alianza Opositora, Salvador Nasralla, se presentó como candidato por el Partido Anticorrupción (PAC), un partido surgido también a partir del golpe de Estado. Nasralla resultó cuarto en el conteo general, y al igual que Xiomara Castro, denunció públicamente que el candidato nacionalista Hernández le había cometido fraude y le había robado cientos de miles de votos.

La población no descreyó del todo las denuncias de Nasralla, pues Juan Orlando Hernández ya había sido acusado de fraude en su propio partido. En noviembre del 2012 su correligionario Ricardo Álvarez lo acusó de “robarle” las elecciones internas de su partido.

No sólo lo acusó, también pidió al Tribunal Supremo Electoral un conteo “voto por voto” que no se realizó, pues el Congreso Nacional que hasta hacía unos meses había presidido Hernández —y que seguía controlado por él— destituyó ilegalmente a 4 magistrados de la Corte Suprema de Justicia la madrugada del 12 de diciembre del 2012.

Ello no sólo evidenció la manipulación política de Hernández, sino, y sobre todo, la no separación de poderes en el gobierno nacionalista que presidía Porfirio Lobo Sosa.

El gobierno de Hernández (2014-2018) ha estado marcado por una enorme corrupción, nexos con el crimen organizado, la no separación de Poderes, el apoyo de las Fuerzas Armadas y un largo recorrido de violaciones a la Constitución de la República y sus leyes. Además de su proyecto de reelección que, al contrario de lo que se ha escrito, no es polémica; es ilegal.

Así llegamos al presente proceso electoral, con un gobierno que controla toda la estructura del Estado, y que además cuenta con el apoyo las Fuerzas Armadas en su proyecto continuista.

Durante toda la campaña un sentimiento ha sido común, no sólo en la oposición, sino en la población en general: la salida del actual presidente del gobierno, así como la de su partido. Y aunque es muy difícil asegurarlo, es muy probable que Hernández sea hoy por hoy el político más adversado y mal querido en la historia de la nación, por encima incluso de tiranos como Tiburcio Carías (1933-1949).

Fuera de todos los actos de corrupción del ochenio nacionalista —equivalentes a decenas de miles de millones de dólares—, el principal rechazo de la población lo ha causado su violación a los artículos pétreos de la Constitución nacional, que prohíbe terminantemente la reelección presidencial.

A pesar de toda la discusión y la oposición alrededor de la reelección, ésta fue validada por la Corte Suprema de Justicia, pero no reglamentada en el Congreso Nacional, permitiéndole sin embargo a Hernández presentarse a los comicios de ayer 26 de noviembre de 2017.

Aunque los actos protocolarios que daban por inaugurados los comicios se hicieron alrededor de las 7: 00 am, el movimiento electoral dio inicio en la madrugada del domingo, cuando los simpatizantes de cada uno de los partidos se apersonaron a las instalaciones de los centros de votación habilitados para el proceso. Su objetivo era “posicionarse” de los centros, con el fin de no permitir ninguna conducta fraudulenta por parte de ninguno de los partidos en contienda.

“A las 3:00 am ya estaremos en el Luis Bográn para prepararnos bien y no permitir el fraude” expresó Yeferson Amador, líder de la juventud de la Alianza de Oposición y coordinador de las Mesas Receptoras Electorales (MER) del sector de El Carrizal, al norte de la ciudad de Tegucigalpa.

A las 7:00 am cuando se dio inicio a las votaciones, todos los custodios de mesas electorales estaban en sus sitios, preparados con el material electoral para recibir a los votantes, quienes comenzaron a llegar con el alba.

Cuando el TSE declaró el inicio de la jornada electoral, cientos de votantes y activistas de los principales partidos (Partido Nacional, Partido LIBRE y Partido Liberal) permanecían apostados a las afueras de los centros de votación. Los portones de los centros se abrieron y los votantes comenzaron a ingresar para ejercer el sufragio por sus candidatos predilectos.

No obstante, debido al ambiente de inseguridad que se había planteado en la víspera de los comicios a través de los medios de comunicación y las propias autoridades del oficialismo, la afluencia de los votantes no era la esperada.

“No hay nada de lo que dijeron los nacionalistas, quienes hicieron creer que los pandilleros vendrían a matar gente aquí al Luis Bográn si venían a votar. Pero eso sólo era para crear temor en las personas, y crear abstencionismo en la oposición”, afirmó Yeferson.

Además de los electores, el proceso contó con una gran asistencia de observadores de todo el mundo, así como con comisiones de veeduría de organizaciones como la OEA, la ONU y otras.  Además de todos ellos, más de 30,000 hombres armados (soldados, policías, reservistas, grupos élites, escuadrones especiales, etc.) “custodiaban el proceso”. 

Alrededor de las 10:45 de la mañana, en las afueras de la Escuela República de Alemania de Tegucigalpa, un grupo de personas de la oposición se agrupó luego de ejercer su voto. Comenzaron a gritar a los soldados epítetos como “vendidos”, “traidores”, “basuras”, en reclamo por su no defensa de la Constitución y la alternabilidad en el ejercicio de la Presidencia de la República que ésta les demanda.

En el transcurso del día los votantes comenzaron a llegar masivamente a las urnas. En muchos puntos del país se presentaron conflictos menores entre simpatizantes de los partidos (un apuñalado en Tegucigalpa), así como una considerable cantidad de denuncias de delitos electorales. La mayoría denuncias hacia los simpatizantes del Partido Nacional.

A diferencia de lo que se temía en todo el país, los comicios se realizaron en una relativa tranquilidad y gran concurrencia.

El candidato reeleccionista, Juan Orlando Hernández, llegó temprano a la Escuela Juan Lindo de su ciudad natal, Gracias, Lempiras, al occidente del país, donde ejerció el sufragio en compañía de su familia y más cercanos allegados.

El ex-Presidente y Coordinador General de la Alianza de Oposición, Manuel Zelaya, votó en Olancho, también con su familia. El candidato de la Alianza, Salvador Nasralla, lo hizo en horas de la tarde en la Escuela República de Honduras de la colonia Alameda de Tegucigalpa. Y el presidenciable liberal, Luis Zelaya, lo hizo en el municipio de Santa Lucía, a unos 11 kilómetros de la capital.

A las 4:00 de la tarde se cerraron las urnas por órdenes de las autoridades. Otros años las urnas se han cerrado más tarde. Miles de personas se acercaron a los centros de votación a esa hora para ejercer el sufragio, pero la oportunidad les fue denegada. En Comayagua y diversos sectores de Tegucigalpa y San Pedro Sula, muchos de esos ciudadanos se alzaron en protestas, acusando a las autoridades de “cerrar las urnas por temor a la derrota de Hernández”.

A las 6 de la tarde comenzaron las primeras proyecciones a boca de urna. La cadena Televicentro, amparada en datos no oficiales de la medidora Ingeniería Gerencial, presentaba a Juan Orlando Hernández con 43.93%, a Salvador Nasralla con 34.70%, y a Luis Zelaya con 17.68%. Los demás candidatos de partidos minoritarios aparecían todos con un porcentaje de 0.5%.

Ante tales resultados, la ciudadanía comenzó a mostrarse molesta con la televisora, por difundir datos no oficiales que podían confundir a la población. También lo hicieron las autoridades de la Alianza Opositora, que a las 7:00 de la noche ofrecieron una rueda de prensa para explicar que no aceptarían resultados que no estuvieran respaldados por las actas electorales.

Anunciaron que en sus propias encuestas a boca de urna, Nasralla aparecía con un 45%, Hernández con un 34.60%, y Luis Zelaya con un 11.90%. Revelaron que de 5,146 actas escrutadas por el TSE, Nasralla contaba con 406,510 votos, Juan Orlando Hernández con 388,686 votos, y Luis Zelaya con 132,660 votos; por lo que el candidato de la Alianza aventajaba al oficialista por más de 18.000 votos.

Además anunciaron que a las 8:00 de la noche el candidato Nasralla se declararía vencedor en el Hotel Aurora de Tegucigalpa.

Unos minutos antes de las 8:00 no fue Nasralla quien se declaró vencedor ante sus electores y el mundo, sino Hernández, quien en un discurso apresurado dijo que “daba gracias a Dios (el Estado hondureño es laico) y la gente”, y que “el TSE había dicho lo que tenía que decir al respecto”. Agregó —entre los vítores de sus partidarios — que “el recuento de los votos había sido más que claro y contundente, y que habían ganado la elección”. Sus declaraciones resultaron ambiguas, pues el TSE aún no se había pronunciado, y no lo haría sino hasta un par de horas después.

Minutos más tarde, como lo había anunciado, Nasralla se declaró victorioso, recalcando que Hernández se había autoproclamado sin datos oficiales del TSE.

Entre las 7:00 y las 9:50 hubo un silencio sepulcral de parte de las autoridades del TSE. Nadie sabía los resultados, y además, se tenían dos “ganadores”. La incertidumbre llegó al límite. La población comenzó a cuestionar el silencio y a sacar sus propias conclusiones. ¿Se estaría fraguando el fraude?, ¿el silencio correspondería a una artimaña del oficialismo para viciar el proceso?, ¿por qué el TSE no revelaba nuevos datos?

Por fin, a las 9:47 el Magistrado Presidente, David Matamoros Batson, apareció en televisión explicando que aún no se tenían datos reales porque el Tribunal sólo contaba con una muestra urbana de 76%, pero que la misma no era una muestra concluyente. Los resultados de las zonas rurales podían cambiar drásticamente el curso de los resultados. Aseguró que no se atreverían a dar resultados de forma apresurada porque era una elección cerrada, pero que lo harían antes de la medianoche.

Durante la prolongada espera, importantes analistas como Raúl Pineda, expresaron que era “vergonzoso que el TSE tuviera al país casi al borde de la ingobernabilidad”.

Mientras que el representante de CAPEL, José Thompson (observadores internacionales) expresó que “felicitaba al pueblo hondureño por una elecciones cualitativamente mejores que las últimas a las que había asistido”. Unas felicitaciones a las que se unió la representante de negocios de los Estados Unidos en Honduras, Chargé Fulton, quien escribió que “el proceso se había desarrollado ordenada y pacíficamente”.

A las 11:20 de la noche aún no se tenía noticias. En televisión, el líder de la Alianza, Juan Barahona, expresó que “si el TSE negaba el triunfo de Nasralla no lo aceptarán, y que lo defenderían en el TSE y en las calles”.

Más tarde, pasadas las 12:09, la incertidumbre pareció menguar cuando Manuel Zelaya y Nasralla anunciaron que según su propio centro de cómputo, con el 68% de la actas escrutadas (actas oficiales), “Nasralla aventajaba irreversiblemente a Hernández” con un 45.4% contra un 40.6%.

Nasralla se autoproclamó nuevo Presidente de Honduras. Sus partidarios iniciaron las celebraciones de la victoria e invitaron al pueblo a llegar a la capital Tegucigalpa este día para seguir celebrando. Pero ahora el supuesto triunfo debía ser ratificado por el TSE.

Hubo un nuevo gran silencio. A la 1:30 am, mientras los simpatizantes de la Alianza partían hacia el TSE para exigir la revelación de datos, se anunció la salida de Juan Orlando Hernández, quien arengó a sus seguidores diciendo que “ellos estaban venciendo por un 7% de diferencia sobre Nasralla”.

A la 1:43 a.m., la tortura terminó. Los 4 Magistrados del TSE salieron a ofrecer un informe de los resultados electorales. David Matamoros explicó que el conteo se había complicado, que el escrutinio era extenso y no terminaría ayer. Los resultados no serían concluyentes.

Las cifras reveladas por el Magistrado Presidente confirmaron la versión de Nasralla y desmintieron las proyecciones de Hernández. Matamoros reveló que el candidato de la Alianza aventajaba a Hernández 855, 847 votos (45%) sobre 761,872 (40.2%), con un margen de más de 100 mil votos. Pero anunció que los resultados finales estarán hasta el jueves 30.

Para el sociólogo Julio Navarro, a pesar que los datos del TSE son preliminares, en la historia política de Honduras una tendencia de esa magnitud nunca se ha revertido, y por tanto, Honduras tiene nuevo Presidente: Salvador Alejandro César Nasralla Salum.

Otros más cautos apelan a la cordura ciudadana. Recuerdan que aún queda un escrutinio de 43% que equivale a más de 2.400.000 votos, y que quedan por escudriñar algunos de los departamentos más conservadores del país como Lempira e Intibucá. Los próximos días serán decisivos para Honduras.

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