Cuando las maras te quieren matar, estás muerto

EGO2 abril, 2019

Por: René Novoa

Puse los capuchinos sobre la mesa y me senté a esperar. Afuera del establecimiento, Roberto (nombre ficticio) activó la alarma de su coche y vio nerviosamente hacia todas direcciones, para confirmar que nadie lo haya seguido.

Mientras esperaba para entrevistarme con él, no dejaba de pensar en la frase que lanzó 10 minutos antes en el vehículo “tengo dos semanas para salir del barrio, si no me ‘pelan’ (matan)”.

Tomó asiento, revisó los mensajes en la aplicación de su celular y dijo: “es mi mujer, dice que tenga cuidado con lo que vaya a decir, porque esos (los pandilleros) no perdonan”. Roberto reside –hasta el momento de nuestra plática– en la capitalina colonia El Pedregal, junto a su esposa y los dos hijos que procrearon, de siete y cinco años.

Situada al sur de la capital, esta colonia es señalada como el origen de la pandilla Barrio 18 en Honduras, de acuerdo con el portavoz de la Fuerza de Seguridad Interinstitucional Nacional (Fusina), teniente de Relaciones Públicas José Antonio Coello.

“En 1989 llegaron los primeros integrantes de la pandilla 18 al país, específicamente a la colonia El Pedregal de Comayagüela. Dos años después se establecieron los integrantes de la Mara Salvatrucha (MS-13) en el barrio Bella Vista, también de la capital”, comentó el teniente Coello.

Fusina es un grupo élite creado en 2014 por el gobierno “para garantizar la efectividad del trabajo de los operadores de justicia”; y está integrado por las Fuerzas Armadas, Policía Nacional, Ministerio Público, Corte Suprema de Justicia, Dirección de Migración y Dirección de Inteligencia e Investigación.

Coello agregó que “para recuperar las zonas ‘calientes’ (peligrosas), en los últimos años hemos intervenido más de 170 colonias con alta incidencia delictiva en los departamentos de Francisco Morazán, Cortés, Atlántida, Comayagua y Lempira”.

Colonias como El Pedregal, Suazo Córdoba (conocida popularmente como La Guazalona), Las Brisas, Oscar A. Flores, La cañada, La Peña, La Popular, Calpules y La Vega, han sido intervenidas en 2014, 2018 y 2019, según han informado los medios de comunicación.

Sin embargo, para Roberto esa medida no funciona. Consultado sobre si ha presentado la denuncia a Fusina, comentó: “¿De qué sirve eso?, fui al Ministerio Público, fui a la Antiextorsión (Fuerza Nacional Antiextorsión (FNA)), incluso una vez hablé con unos chepos (militares) que estaban en un camión en la entrada del Pedregal y nada; cuando las maras te quieren muerto, estás completamente solo”.

“Impuesto” a los sueños

 La historia de Roberto comenzó 5 años atrás, cuando fue deportado de Estados Unidos al ser detenido por discutir cuando departía con un compañero de trabajo.

“Estábamos con un salvadoreño tomando cuando discutimos por una estupidez, por decidir quién iba por más bebida, y entonces nos detuvieron y a los dos nos deportaron”, recordó con nostalgia.

Sin sospecharlo, ese evento marcaría su desgracia “al volver a Honduras puse un negocio de instalación de alarmas de carro porque en eso me especialicé en la USA, estuve 15 años allá y envié dinero a mi mujer y a mis hermanos, pero sólo mi mujer guardó dinero y eso lo usé para el negocio”, detalló.

Comentó que puso el negocio en las cercanías de la residencial Los Robles creyendo que trabajaría en una zona segura, porque “está en la salida a los batallones”. Los primeros 5 meses fueron muy productivos y esperanzadores para la economía familiar. Pero transcurrido ese tiempo recibió la primera nota solicitando el pago de extorsión.

“Cuando vi la nota pidiendo el ‘impuesto de guerra’ primero creí que era paja (mentira), pero a los cuatro días llegaron dos chavalos (adolescentes) armados y ahí entendí que iba en serio. Cuando me fui las maras eran un problema en este país, pero nunca imaginé la dimensión”, dijo.

La presencia de pandilleros aumentó en el Triángulo Norte de Centroamérica (Honduras, El Salvador y Guatemala), cuando en 1996 el Gobierno de Estados Unidos aprobó la Ley de Reforma de Inmigración Ilegal y Responsabilidad del Inmigrante, pues esta medida “amplió las categorías bajo las cuales podrían ser deportados los inmigrantes y el resultado fue un pronunciado incremento en los deportados con historial delictivo que retornaron a Centroamérica”, sostiene el informe Maras y pandillas en Honduras, presentado en noviembre de 2015 por la revista InSight Crime y la Asociación para una Sociedad más Justa (ASJ).

El teniente Coello informó que sólo en la capital hondureña, “la MS-13 opera en aproximadamente 70 barrios y colonias, la mayoría se concentra en la zona occidental del municipio. Mientras que la pandilla 18 opera en unas 150 barrios y colonias, su mayor concentración está en la zona sur capitalina”.

El dinero o la vida

Durante 4 años Roberto se vio obligado a pagar semanalmente mil lempiras a la pandilla 18, con el fin de que le permitieran ganar el sustento para su familia, pero eso cambió cuando recibió otra visita en su casa.

El entrevistado comentó que “no les bastó con que les pagara el impuesto por mi negocio, sino que también me cobraran en mi casa para permitirme tener un negocio fuera de la colonia, ¿no te parece lo más estúpido que has escuchado? les quise hacer entrar en razón, pero me dijeron o pagás o te quebramos cabrón”.

De acuerdo con el informe Maras y Pandillas en Honduras, todo negocio que tenga un local visible incluyendo a los vendedores ambulantes, puede ser presa fácil de la extorsión, y agrega que “el pago dependerá del tamaño del local o de los ingresos percibidos. En la mayoría de los casos… El esquema inicia con una nota exigiendo una cantidad del dinero. Muchas veces la pandilla promete que será un solo pago, lo cual rara vez o nunca es cierto”.

Cálculos de los investigadores que redactaron el texto, estiman que sólo el sector transporte paga 2.5 millones de dólares anuales, unos 61 millones de lempiras al cambio actual.

Tras escuchar el testimonio de Roberto, decidí hacerle algunas preguntas que traslado a continuación:

¿Pusiste la denuncia ante la Fuerza Antiextorsión?

Roberto apretó las manos, miró con enojo al suelo y dijo viéndome a los ojos: “son pura mierda. Fui y me dijeron que no me preocupara, que iban a hacer una entrega controlada cuando el juez lo aprobara, que ellos me iban a proteger y mirame: estoy sin dinero, sin mi negocio, sin saber adónde puedo llevar a mi familia y sabiendo que ahora me quieren matar ¿así me iban a ayudar?”.

¿Te explicaron por qué no hicieron lo prometido?

Me dieron mil excusas – dijo y agregó: –un día un oficial con el que me hice amigo dijo para consolarme que fue porque ningún otro dueño se atrevió a denunciar, pero sí hubo más denuncias de negocios cercanos, yo lo sé bien.

¿Pero ahora por qué te quieren matar?

El fin de semana pasado un “paisa” (simpatizantes de las pandillas), dijo para burlarse de mí que si no había pensado en ponerle alarmas a las mototaxis, entonces sentí cómo me hirvió la sangre y lo golpeé, no pensé las consecuencias, pero era tanto que tenía guardado, tanto enojo, tanto que les aguanté.

¿Qué sucedió luego?

Al día siguiente llegaron tres paisas a llevarme a las canchas de la colonia. Allá habían cuatro más y los siete me pijearon (golpearon); después me pasaron un teléfono satelital y me habló uno de los “toros” del barrio, y me reclamó por haberle pegado al paisa. Yo le expliqué que él comenzó, pero es su territorio al final de cuentas, pero después que le rogué por media hora me dio 15 días para irme y me hizo que le pidiera perdón al paisa.

¿Has pedido asilo político?

A “la USA” no puedo volver y en mi casa tampoco, no tengo adónde ir, no sé qué hacer, puse en venta la ranchita que construí con el sudor de mi frente y aunque sea mal vendida, pero tengo que sacar dinero de algún lado para irme, no sé adónde, pero es ya que debo hacerlo.

¿Qué mensaje le envías al gobierno?

Que si no me pudieron ayudar a mí, que sí lo hagan con otras personas que están sufriendo esta misma situación, le pido al gobierno que no sólo diga en la “tele” que están luchando contra las maras y la violencia, sino que lo demuestren, que eso se note en las colonias donde vivimos personas con pocos recursos.

Mientras Roberto busca desesperadamente una salida a su pesadilla, el representante del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en América Central, Cuba y México, José Samaniego, señaló se incrementó el número de personas desplazadas solicitantes de asilo en Centroamérica por el aumento de la violencia en la región. ACNUR contabiliza 65 millones de refugiados en todo el mundo.

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