LA URGENTE CIRUGÍA EN LA IGLESIA

EGO23 agosto, 2018

Por Óscar Esquivel

“Hermosas amigas, son muchos los hombres y mujeres majaderos que suponen que, por vestir a una moza con una blanca toca y una oscura vestidura, ha dejado de sentir apetitos femeninos, y de ser mujer, como si en roca la convirtieran al hacerla monja…”

Así empieza uno de los cuentos escritos en El Decamerón por Giovanni Bocaccio, nacido en 1313 en Italia. Mario Puzo, en su libro Los Borgia, narra la ambición por el poder de un cardenal convertido en Papa, llamado Rodrigo, quien tiene 4 hijos naturales llamados César, Juan, Lucrecia y Jofre. El Papa hace que Lucrecia se acueste con su hermano César, para que los sentimientos del primer amor de su hija queden en familia, según su razonamiento. César, quien se convirtió en cardenal por su padre, asesina a su hermano Juan por la misma ambición. Ambas narraciones tienen lugar en Italia, que hoy es sede de El Vaticano. Si bien la literatura tiene mucho de ficción, la misma parte de una realidad.

Abundante literatura clásica y contemporánea existe sobre el comportamiento inapropiado de algunos que han dirigido la iglesia católica. La iglesia católica se ha visto sacudida en los últimos años por información que ha salido a luz pública sobre actos aberrantes cometidos por obispos. En Chile, 34 obispos han sido acusados de abuso sexual a menores, quienes interpusieron su renuncia ante el Papa, cinco de las cuales fueron aceptadas hasta la fecha. En Pensilvania, un informe de la Fiscalía General de ese estado describe los abusos que alrededor de 300 sacerdotes cometieron contra más de 1,000 niños en las diferentes diócesis de ese estado. El fiscal Josh Shapiro destacó que todos estos hechos tuvieron lugar con «el encubrimiento sistemático de altos funcionarios de la Iglesia en Pensilvania y en el Vaticano,» y explicó que los agresores «no solo enseñaron a los niños que ese abuso era normal, sino que era sagrado.» Una de las víctimas relato cómo el abuso arruinó sus vidas, sus matrimonios o les impidió tener hijos. «Solo pensar en la palabra “Dios” me hace pensar en él. Siento que toda mi vida ha sido una mentira. Sientes mucha soledad, especialmente cuando es tu palabra contra la de “Dios”.»

El Papa Francisco, quien ha brindado las condiciones para que estos casos salgan a luz pública tras permanecer ocultos durante mucho tiempo, ha dicho lo siguiente: «Un gemido que clama al cielo, que llega al alma y que durante mucho tiempo fue ignorado, callado o silenciado. Con vergüenza y arrepentimiento como comunidad eclesial, no supimos estar donde teníamos que estar, no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando en tantas vidas. Hay que denunciar todo aquello que ponga en peligro la integridad de cualquier persona y luchar contra todo tipo de corrupción, especialmente la espiritual. Nos hemos demorado en aplicar estas acciones y sanciones tan necesarias, que ayudarán a crear una mayor cultura del cuidado en el presente y en el futuro.» La iglesia católica en Honduras no ha estado alejada de este tipo de acusaciones. En julio del presente año, medios de comunicación informaron que el Papa Francisco aceptó la renuncia interpuesta por el obispo auxiliar Juan José Pineda, quien fue acusado por conducta sexual inapropiada contra dos seminaristas, y además, por mala gestión financiera contra los intereses de la iglesia.

Del obispo Pineda –persona de confianza del Cardenal Óscar Andrés Rodríguez– no es la primera vez que había sido mencionado por conducta inapropiada. El Padre Alberto en su libro “Dilema” cuestiona
la forma como fue tratado su caso en comparación con relaciones homosexuales, que la jerarquía de la iglesia callaba a conveniencia, en referencia a la conducta sexual del auxiliar Pineda. El padre Roberto Paiz, quien expulsado de la iglesia católica, en una entrevista a un periódico digital en el 2016 dijo que su expulsión de la iglesia se dio por dos motivos: el primero, por envidia de parte de varias personas dentro de la iglesia, a quien no les gustaba su simpatía y la forma de tratar a las personas; y el segundo, porque fue acusado mediante una carta anónima de abusar de una persona disminuida, y que fue juzgado por sus superiores sin antes ser escuchado. El padre Roberto Paiz se refirió al obispo Pineda como una persona ambiciosa, codicioso y perverso, con cualidades inmensas pero que le puede más la
parte negativa. Agregó que sabía muchas cosas, pero que a él no le tocaba juzgar. Sobre el Cardenal Rodríguez mencionó que era una persona con muchas cualidades pero con una parte oscura, y que es al mismo cardenal al que le toca meditar al respecto.

El 20 de julio, en una carta pública, el obispo auxiliar Pineda manifestó respecto a su renuncia: “He intentado, con todo mi corazón, servir a esta porción del Pueblo de Dios, a su Arzobispado, Clero, Seminaristas y Pueblo de Dios. Si lo logre, bendito sea Dios. Si les fallé, pido perdón”. El cardenal Rodríguez, quien es muy cercano al papa Francisco, también ha sido señalado por la señora Martha Alegría, viuda del ex embajador de Honduras en El Vaticano, de tener una conducta no correcta de acuerdo a los principios de la iglesia en una denuncia pública que empieza de la siguiente forma: “Soy viuda del ex embajador de Honduras ante la Santa Sede, Alejandro Valladares Lanza( 1991-2013) y deseo comunicar lo siguiente: tengo dos enemigos, ellos son el Cardenal Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga y su Obispo Auxiliar Juan José Pineda Fasquelle…”

La iglesia tiene la oportunidad de reparar y pedir disculpas a las víctimas. Es el momento de castigar penalmente a los que utilizando la fe han cometido abusos. Se presenta la ocasión para denunciar los abusos. Es urgente recuperar el papel beligerante de la iglesia católica en la moral de una sociedad que agoniza. Es urgente una cirugía radical para que la metástasis no siga avanzando.

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