Amor y praxis en «Plaza de los comunes» de Milagros Terán

EGO30 septiembre, 2016

Por Rick Mc Callister

Al final del sangriento siglo XX, cuando toda ideología se encontraba hostigada por el anarco-conservadorismo del postmodernismo y la praxis progresista sucumbió a los que se vendieron y se rindieron, la única defensa contra el Nuevo Orden Mundial de la económica nomadológica era el amor. Aunque unos dirían que el amor funciona como un petit récit contra la praxis opresiva, eso sería caer en la nostalgia posmodernista, la que sólo permite una defensa individualista contra la opresión y, de esta manera, niega toda posibilidad de derrocarla. Al contrario, el amor es la gran narrativa por excelencia. Según Corintios I: 13: “Sin el amor, no hay nada”. Ataca el polo paranoico del eje deleuziano de la demencia, derrocando su odio y soltando el amor desenfrenado del polo esquizofrénico. Favorece el cronotopo lineal a través de la pro/re-creación. Como tal se opone al cronotopo egoísta enfocado en un presente eterno y estancado.

Unos, sin embargo, dirán que el amor es tan común. Eso es precisamente el punto que tiene Milagros Terán en Plaza de los comunes, y encapsulado en el poema inicial y titular: “Común es el amor.” El título, curiosamente, es una misprisma (o mal entendimiento crítico-artístico) del italiano, donde “piazza del comune” quiere decir “plaza de la polis o del Estado”. De esta manera, el libro representa una clinamen (o desviación del orden establecido) hacia la voz del pueblo en contra del dictamen opresor. Es una desviación revolucionaria autoconsciente que derroca la oposición premoderna entre el orden universal y la arrogancia de una fuerza egoísta cuyo exceso forma la fundación del orden universal.

De acuerdo a su veta popular su lenguaje es, por lo general, sencillo y directo, aunque hay poemas como “Fin de siglo” que demuestran un hermetismo bastante vanguardista. Sus preocupaciones son principalmente populares y cotidianas, aunque en unas pocas ocasiones son más bien nostálgicas que progresistas: e. g. “Vivo en un país de papel verde”, “Navidad de arena” y “Vacío de domingo.” Conviene recordar que la plaza pública en su paysagéité (o función geográfica) representa tanto un sitio de reuniones entre el vulgo como la cara del poder. Es, digamos, parergonal. En cuanto a su visagéité o facialidad, es el icono propio del régimen significante, la reterritorialización interna al sistema. Tradicionalmente contiene la barraca y la catedral, las sedes simbólicas de praxis e ideología, y está rodeada de las tiendas y oficinas de la clase pudiente. Es un lugar panóptico donde llega el pueblo para atestiguar los instrumentos del poder y, a la vez, para estar vigilado. De todos modos, representa un poder legítimo y gobernado por reglas.

Las cinco divisiones del libro corresponden a la evolución del amor en cuanto a su fortaleza y sofisticación; empezando con el amor erótico ensimismado al principio en “Escaramuzas,” seguido por el amor del otro en “Calles y diversos,” el amor materno y familiar de “Columpios,” el amor universal de “Bahía,” hasta el amor como praxis en “Cosecha.”

El poema titular, “Común es el amor,” ofrece una plaza llena de emociones y sentimientos dialogantes y dialécticos. El amor es un juego de cogitos en el que bailan un par de razones, siempre atrayéndose, siempre empujándose: “Común es el amor en sus inicios / Común cuando se desvanece”. Cada amor, según Ghérasim Luca, tiene en sí su propia traición, su propia locura: “Para ser el gran amante, el magnetizador y catalizador… hay que experimentar la profunda sabiduría de hacerse un tonto por completo” [cit. Deleuze & Guattari 1987: 134]. Es decir, hay que desechar la protección de las defensas del racionalismo egoísta. Como explica Terán:

Frecuente la sonrisa,

la nostalgia de ayer, el futuro terror

y su placer, el motor de la vida,

la poesía.

[Común es el amor]

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La poesía, como el amor, no es creada sino creadora. Es un non-savoir no autorizado que rompe las fronteras del ego. “Fin de siglo,” una re-creación del mito de Eros y Psique, es el poema más hermético del libro. Capta la dialéctica de la pasión en sus primeras etapas cuando es nada más que una simple búsqueda de la jouissance (o diversión) autoerótica nomadológica:

Díganle sí que cuando el día muera

venga en la noche a visitar mi cama

y que cabalgue sobre mí.

[Fin de siglo]

Pero esto es, sin embargo, también la jouissance desenfrenada del capitalismo desterritorizado que chinga al pueblo; es el mismo deseo del petit objet a; un simulacro, una mera sustitución de lo genuino. A pesar de su intensidad, no hay verdadero amor ni jouissance completa sin inversión social. Es más bien un deseo arraigado en la carencia de la jouissance.

Contrario a Psique, la mujer rechaza la cara del amante:

Que no quede prendida en mi memoria

la visión de su figura,

que puedan mis ojos esquivar su mirada.

[Fin de siglo]

Aunque unos verían la negación de facialidad como un rechazo del patriarcado, eso sería una lectura basada en un feminismo vulgar y derechista, cimentada en un enfrentamiento posmodernista de voluntades egoístas. Lo que se encuentra es un deseo que carece de objeto y límites. De esta manera, el egoísmo de la pasión ciega correspondiente al fanatismo. Más que todo, la enajenación del poema es una afirmación autoconsciente de la intotalidad ontológica de la realidad en que vemos “la noche del mundo”: una suspensión momentánea del orden positivo de la realidad, cuando se enfrenta la laguna ontológica que prohíbe una realidad completamente cerrada en sí misma. Sólo la experiencia de la huida sicótica, la autocontracción absoluta, explica esta libertad trascendente espontánea. El amor verdadero sólo puede realizarse dentro de una relación animada por una meta no-sexual; cuando el eromenos (amado) se convierte en erastes (amante) por devolver un amor arraigado en respeto mutuo. Y, de hecho, vemos el desarrollo de este amor a través de “Escaramuzas.”

Hay que señalar que entre más cándida la admisión, más falsa es o parece ser. La realidad catastrófica y confesional tiene un efecto irreal, ya que lo irreal se ha hecho un sustituto de lo real. Es más difícil desenmascarar lo ficticio en la realidad verdadera que en la realidad simulada. Así que este poema onírico nos recuerda que siempre hay una laguna entre el objeto de deseo y su causa, el aspecto mediatizador que nos hace desear el objeto. Por tanto, siempre hay, por lo menos, un rasgo de melancolía en cada amor verdadero.

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La sección “Calles y desvelos” comienza y termina dentro de famosas plazas de grandes ciudades imperiales. Demuestra la empatía humana tanto como su necesidad en un mundo de inocencia perdida: de relaciones quebradas y ciudades bombardeadas. Su ágape es un amor que exhorta desconectarnos de nuestras comunidades naturales. Es un derrocamiento subversivo de jerarquía, un universalismo igualitario de la comunidad de parias. “Inocencia perdida,” ubicada en el Dupont Circle de Washington, demuestra el triunfo de dos mujeres cuya amistad vence la tristeza de un matrimonio fracasado en un país extranjero.

A pesar de haber descifrado la falsa ebullición de la capital del materialismo, esas mujeres “pasean del brazo”:

ahora princesas que se asoman

desafiantes al siglo veintiuno

sin miedo a la soledad ni al vino.

[Inocencia perdida]

La sección “Columpios” reafirma el papel de la mujer como el centro de la familia. Como el título de la sección indica, no es una simple mariolatría de la mujer como ser ideal, sino un vaivén dialéctico de triunfos y fracasos. La cúspide de esta sección es “Maternidad,” una alabanza de los poderes creadores y divinos de la mujer:

Mi ombligo es el centro del universo

las cosas giran alrededor mío

y camino envuelta en una burbuja de energía.

Los dioses me protegen

–aun los que no conozco o he sentido–

van a mi lado, danzan alrededor.

Soy el centro

la cruz, la seña

que asoma de noche en la oscuridad

de los perdidos.

[Maternidad]

Cada cara, sin embargo, tiene su cruz, y Paul Virilio señala que:

El hombre es el pasajero de la mujer, no solamente en el momento de nacimiento sino también en las relaciones sexuales. La mujer es el medio que ha encontrado el hombre para reproducirse, llegar a la tierra. La mujer es el primer medio de transporte de la especie, su primer vehículo. El segundo es el montar y acoplar de cuerpos disimilares listos para la migración, el viaje en común.

Así que la feliz genealogía de Terán está atacada por “Malas noticias” y:

Esa imagen de Yasmín en mi mente:

cubierta de cables y de tubos

a la semana de nacida.

[Malas noticias]

En “Dispersa,” Terán demuestra la certidumbre de la observación de Virilio:

Soy núcleo, eje, chofer.

estudiante y maestra,

esposamante, poeta.

Tantos sombreros para una sola

cabeza, que es así dispersa

no me encuentro,

y quiero.

[Dispersa]

Después de los sinsabores de “Una mañana todo es diferente,” Terán redescubre la esperanza del arco iris en “Columpio” con:

Los colores primarios

junto al blanco

y negro

de estos días.

[Columpio]

Los poemas de “Bahía” demuestran una preocupación universal sobre una sociedad imperial que exalta la enajenación del prójimo. Una bahía es una gran laguna que puede ser de añoranza como en “Vivo en un país de papel verde,” donde Terán anuncia:

Vivo en un país de mujeres solas

y de hombres solos

que quieren encontrarse

pero cuando se ven sus ojos huyen.

[Vivo en un país de papel verde]

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Junto con “Navidad de arena” es un poema que rechaza el exceso de objets petits a, o semblanzas que prometan sin cumplir la jouissance, a favor de valores precapitalistas [Zizek 2001: 22]:

Vivo lejos del sol

y de las salamandras

sin océanos, sin palmeras, sin Dios.

[Vivo en un país de papel verde]

–que lo ven como un episodio malvado de hubris [Zizek 1993: 97]:

Esta riqueza

envenena el alma.

La alegría se apena en las tiendas

Sube y baja perdida

las escaleras eléctricas

vestidas de lamé,

con Santa Claus sentando niños y grandes

en sus piernas

para negociar regalos y promesas.

[Navidad de arena]

“Vacío de domingo” denuncia la oquedad espiritual de la sede del Nuevo Orden Mundial en términos darianos premodernos; a la vez, que añora la ausencia de empleados domésticos. Gemeinschaft ist Gesellschaft: la sociedad humana se ha degenerado en sociedad anónima.

Este país ausencia de pisos enlosados

sin fumarolas ni pescadores descalzos

saluda este domingo

este vacío ronco de campana.

[Vacío de domingo]

Pero una bahía también es un fenómeno geográfico de extraordinaria belleza como la Bahía de Chesapeake, donde:

La luna es sólo una amenaza

de deseo,

tentación oceánica

en esta bahía

donde mi corazón se abriga.

[Bahía]

“Cosecha,” la última sección, ofrece un replanteamiento del problema de la enajenación; esta vez con un tono optimista:

Llora el universo.

Innumerables las palabras.

El horizonte es uno,

aguardo.

[El horizonte es uno]

“Vamos levantando caminos” ofrece una praxis basada en el amor universal hacia:

Los dolientes habitantes de cuerpos

esperando abriles que no llegan

tratando de atrapar los sueños

al otro lado de la puerta.

Vamos levantando caminos

soltando palomas

removiendo voluntades que quedaron

tiradas, esporádicas

una encima de otra.

Plaza de los comunes se destaca sobre todo por su humanismo. Es un testimonio no solamente de triunfos y sinsabores personales sino de las posibilidades del amor como arma contra la soledad, la enajenación nomadológica y el egoísmo. Es una genealogía franca y valiente del desarrollo del amor y preocupación en la que Terán demuestra tanto sus errores, debilidades y contradicciones como sus éxitos y fortalezas. Es un libro honesto y universal que nos enseña que el camino hacia un mundo justo para todos; aunque no es ni fácil ni plano, es alcanzable con la solidaridad.

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Rick McCallister es uno de los más reconocidos críticos de la literatura centroamericana. Desde hace décadas ha centrado sus esfuerzos en investigar y difundir la literatura de El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua en los Estados Unidos.
Doctor en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Texas en Austin, en 1988, y Máster en Español por la Universidad de Oregon, 1982. Es Profesor de Español en Delaware State University.
Su especialización es la poesía latinoamericana, y más recientemente la escrita por mujeres centroamericanas en español, náhuatl y maya.
Siendo Becario Fullbright llegó a El Salvador en 2007 para estudiar la poesía centroamericana de mujeres. Fue profesor de Idiomas Visitante Ad Honorem en la Universidad de El Salvador. Recibió el Diploma de Honor del Ministerio Salvadoreño de Educación. En Nicaragua fue el primer extranjero en recibir la Distinción de Honor al Mérito de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, UNAN, la que fue otorgada por su investigación sobre la literatura nicaragüense de mujeres.
En 2011 recibió la Beca del National Endowment for the Humanities del gobierno de EEUU.
Conferencista internacional, su obra ha sido publicada en más de 18 países.

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