La segunda vuelta electoral y el futuro democrático

ABarahona15 agosto, 2020

Por Gilberto Ríos Munguía (•)

El Consejo Nacional Electoral por mayoría de sus representantes, ha aprobado la Segunda Vuelta Electoral para las elecciones generales de noviembre de 2021. Haciendo uso de su Iniciativa de Ley (no vinculante), ha remitido esta propuesta al Poder Legislativo; de ser admitida por la directiva del Congreso, esta decisión ocuparía una mayoría calificada, es decir 86 de los 128 votos. La demanda de la oposición política lleva sobre la mesa al menos unos nueve años, desde que se fundó el Partido Libertad y Refundación. Dentro de las aspiraciones democráticas de la novel institución, se planteó desde un inicio la necesidad de garantizar la existencia de gobiernos representantes de mayorías, que dieran al Estado una mayor legitimidad y por consiguiente, una mayor fuerza política. En la democracia formal o democracia burguesa, el criterio de representatividad es el principal para la delegación de la voluntad popular.

Otros partidos se han sumado a pedir la segunda vuelta electoral o balotaje, con la idea de superar con la unidad de la oposición, al régimen del Partido Nacional, que representa una minoría relativa inferior al 23%, es decir 1.4 millones de votos (según cifras oficiales), de un padrón de votantes de 6 millones. Pero para quienes profundizan en el análisis electoral y suman las estimaciones del fraude, esta cifra varía de un 23% hasta un 14%, lo que verdaderamente representa un gobierno de minorías y esto sin tomar en cuenta el voto clientelar y la compra de votos, que podría llevar a una cifra real de apenas el 10%.

A la par de esta discusión, han comenzado a producirse algunos agrupamientos de fuerzas políticas internas de diversos partidos de oposición, con lo que se estaría construyendo supuestamente una nueva Alianza Electoral. El Presidente Manuel Zelaya, Coordinador Nacional del Partido Libre, ha manifestado que de aprobarse el balotaje en el Congreso, no habría necesidad de crear esa figura nuevamente, tal como se hizo en las elecciones de 2017,  ya que ésta se daría de hecho en la segunda vuelta, aglutinando al electorado detrás del candidato más votado de la oposición en la primera ronda.

Por su parte la derecha oligárquica y su tutor: la embajada norteamericana, también estarían haciendo sumas y restas con cada factor del electorado. En sus cálculos una alianza de todos los sectores que no son parte de Libertad y Refundación -la única opción de izquierda en el sistema de partidos políticos del país-, podrían conjuntar una fuerza suficiente para lograr llegar a la segunda vuelta como una opción potable para sus intereses, con lo que se derrotaría simbólicamente al oficialismo y podrían continuar sin modificaciones su sistema económico de libre mercado y su modalidad neoliberal.

Si todos los partidos en construcción, que ya han presentado documentación para ser inscritos para participar en los comicios de 2021, lograran su ficha, serían un total de 11 partidos los que competiría en primera vuelta: 1. Partido Libertad y Refundación, Libre (Izquierda), 2. Partido Liberal de Honduras (Derecha), 3. Partido Nacional de Honduras, (Ultra derecha), 4. Partido Innovación y Unidad – Social Demócrata, PINU – SD (Centro Derecha), 5. Partido Unificación Democrática (Derecha), 6. Alianza Patriótica (Derecha), 7. Liberación Democrática de Honduras LIDERH (Derecha), 8. Salvador de Honduras (Centro Derecha), 9. Nueva Ruta (Derecha), 10. Partido Demócrata Cristiano de Honduras (Derecha) y 11. Partido Anti Corrupción (ultra derecha).

El avance institucional que Libre ha logrado con su participación en los organismos que dirigen el proceso como el Consejo Nacional Electoral (CNE) y Tribunal de Justicia Electoral (TJE), además de su representación en la dirección del Registro Nacional de las Personas (RNP), dan un aliento a la oposición, ya que al menos los fraudes no podrán ser concebidos desde las estructuras formales que rigen los comisión, por lo que el Partido Nacional y las fuerzas que actúan dentro de su misma estrategia, estarían operando con nuevos mecanismos para modificar los resultados. Sin fraude la oligarquía no podría garantizarse un triunfo legítimo, perdiendo así la primera magistratura del próximo gobierno.

El nuevo ciclo de agotamiento de la partidocracia y la profundización de la crisis económica y social producto de las enormes desigualdades que vive el pueblo hondureño, agravada por del coronavirus y la pésima administración del régimen de la crisis sanitaria, prefiguran un escenario complejo para el próximo año; si los arrebatos anti democráticos de la oligarquía -que tiene como referencia inmediata el descarado fraude de 2017 y la naturaleza histórica de las llamadas “elecciones estilo Honduras”-, se logran consumar, la descomposición social aumentaría su ritmo, teniendo alcances aún peores de los que se viven actualmente, por lo que la vigilancia permanente del proceso y la participación activa de la ciudadanía consciente, se vuelven fundamentales para asegurar una transición democrática.

(•)Dirigente del Partido Libertad y Refundación.

 

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