El asesinato de los Ferrari

ALG18 julio, 2016

Y CÓMO SE DESNUDÓ LA PARTICIPACIÓN DE MILITARES HONDUREÑOS EN EL NARCO TRÁFICO

En diciembre de 1977, el narcotraficante Matta Ballesteros ordenó la tortura y el asesinato de sus antiguos socios, los traficantes de cocaína, esmeraldas, y armas Mario y Mary Ferrari.

El secuestro se dio en horas de la noche. El matrimonio llegaba a casa en la colonia Las Colinas a bordo de su carro, cuando fueron interceptados por elementos armados que los obligaron a abordar otro vehículo para luego perderse con rumbo desconocido.

Según declaraciones del Teniente Juan Rafael Soto, encargado del DIN en ausencia del entonces Mayor Armando Calidonio en una entrevista a El Tiempo luego de la desaparición de los Ferrari en 1977, en un intento de desacreditar la importancia del incidente, dijo que «la situación del señor Ferrari podría haberse creado más que todo por enemistades de tipo personal».

PRIMERA PLANA FERRARI

El hermano de Ferrari, al igual que su padre Luis Ferrari, de 80 años de edad, dijeron que escucharon una entrevista en la cual un coronel de apellido Arias dijo que Ferrari se encontraba en poder del ejército y que su situación sería aclarada en los próximos días.

Ferrari era un empresario socio de varios militares. Teníá un autolote llamado «Panoramic» cerca del Hospital Escuela, que era en sociedad con el coronel Reyes Sánchez, entonces director de la Penitenciaría Nacional. El tanque de pensamiento europeo Transnational Institute, según lo reporta infobae.com en su artículo «De los cuarteles a los cárteles: la saga sin fin de narcomilitares en Centroamérica», revelaron en una investigación que los Ferrari eran el enlace entre Ramón Matta Ballesteros y un grupo de militares que permitían el paso de mercancía ilícita por los puertos, aeropuertos y fronteras terrestres del país.

«Fueron esos mismos militares los que llevaron a cabo la operación para acabar con la vida del matrimonio», dice el artículo de infobae.com.

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¿Por qué mataron a los Ferrari?

El caso de los Ferrari se produjo cuando el Frente Sandinista de Liberación Nacional intensificaba la guerra contra la dictadura de los Somoza en Nicaragua, que comenzaba a dar señas claras de debilitamiento. Los Estados Unidos, alarmados por el acenso del socialismo en la región, arreciaron su lucha anticomunista en América Central dando inicio a lo que se conoció como Operación Charly, el equivalente a la Operación Cóndor en Centro América, que fue llevada a cabo por el Ejército Argentino en acuerdo con las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, para implementar en América Central los métodos represivos ilegales de Terrorismo de Estado en Argentina, los cuales fueron llevados a cabo durante la última dictadura cívico-militar.

La periodista norteamericana Martha Honey sostiene en su libro Hostile acts: US policy in Costa Rica in the 1980s, sobre la política norteamericana en Centroamérica que: «Habiendo perfeccionado brutalmente las técnicas de control social en su país, las fuerzas armadas argentinas estaban listas hacia 1980 para exportar estas habilidades para ayudar a vencer la insurgencia comunista en El Salvador y Guatemala y detener a los sandinistas en Nicaragua».

Pero para llevar a cabo esa operación, era necesario que la escena del narcotráfico desapareciera de la agenda oficial e incluso de la prensa y centrar todo en cubrir la guerra ideológica contra el comunismo que Estados Unidos impuso en América Central en los años ochenta.

Cuando se dio el secuestro y asesinato de los Ferrari, la implicación de los uniformados hondureños en el negocio de la droga era demasiada evidente y se hizo necesario limpiar ese vínculo.

El señor Luis Ferrari, padre de Mario, envió una carta al diario Tiempo indicando que «algunos señores de alto rango militar están comprometidos con mi hijo en el contrabando de cocaína, negocio que proporciona buenas ganancias que compartía con los que ahora son responsables de la desaparición de mi hijo y su esposa…»

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En rueda de prensa, sostenida el 9 de marzo de 1978, el general Policarpo Paz García, quien dio el golpe de Estado al también general Juan Alberto Melgar Castro, que «No se trata de algo pequeño, sino de una mafia que maneja dos o tres mil millones de dólares, y por lo tanto están dispuestos a llegar a cualquier extremo para proteger este gigantesco negocio ilícito».

El portal digital InSight Crime manifestó, en un artículo tomado por Criterio.hn que en los archivos de la DEA, y de acuerdo a retazos de información desclasificada entregada al periodista estadounidense Jeremías Bigwood, en los meses de junio y julio de 1997, vinculan con los Ferrari, con el coronel Leónidas Torres Arias, jefe de inteligencia militar; el coronel Ramón Reyes Sánchez, director de la PC; el teniente coronel Juan Angel Barahona, jefe de la Interpol; el también coronel, Armando Calidonio; y el oficial Carlos Coello.

Asimismo, la DEA dio información parcial de los militares Juan Blas Salazar, Gustavo Alvarez Martínez, José Abdenego Bueso Rosa, Guillermo Pinel Cálix, Humberto Regalado Hernández, Rigoberto Regalado Lara y Thomas Said Speer, como sospechosos de estar en el asunto de la drogas o bajo su influencia.

El coronel Torres Arias merece mención especial. Según artículos publicados por los periódicos El Tiempo y La Prensa sobre los asesinatos de los Ferrari —así como una crónica elaborada por la periodista Thelma Mejía para Transnational Institute— «el asesinato fue planeado desde la oficina de inteligencia de Torres Arias en el G2 junto con Mata Ballesteros. Pero la participación de Torres Arias en las operaciones de Mata Ballesteros parece haber ido mucho más allá de ayudar a aniquilar a sus rivales. El coronel también fue el mediador para los contactos oficiales en otros países, en particular con un coronel panameño llamado Manuel Noriega (…) Torres Arias fue inicialmente apoyado por la CIA, que se hizo la de la vista gorda frente a su participación en el narcotráfico debido a sus fuertes creencias anticomunistas.

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Para Ramón Custodio López, presidente en ese entonces del Comité para la Defensa de los Derechos Humanos en Honduras (CODEH), el grado de penetración del narcotráfico en el país se implantó desde un principio al más alto nivel, puesto que entró en ese juego el entonces jefe de inteligencia militar, coronel Leónidas Torres Arias. Custodio afirmó que Torres Arias, «permeó» las altas esferas de las Fuerzas Armadas y desde entonces, «podemos decir que la extensión del narcotráfico ha sido por una capilaridad invertida de la cúpula hasta las raíces». 

En otras palabras, continúa el artículo de InSight Crime, Torres Arias fue el agente clave que le proporcionó a Mata  Ballesteros un camino hacia la élite burocrática militar en Honduras (y Panamá). Aunque fue expulsado de su cargo tras revelaciones de que mantuvo reuniones secretas con el fin de conseguir armas ilegales para los rebeldes salvadoreños, se cree que Torres Arias fue cercano al hampa durante años después de salir del ejército, proporcionando estrechos vínculos entre Mata Ballesteros y cuerpos oficiales del ejército hondureño en la década de los ochenta.

El quince de julio de 1978, los esposos Mario y Mary Ferrari fueron encontrados en el fondo de un pozo de malacate en la hacienda San Jorge, en la zona de la Cerro Grande. Fueron asesinados a tubazos y enterrados bajo montañas de arena y cal viva.

Por el asesinato de los Ferrari, se capturó a cuatro personas que operaban como una banda dedicada al tráfico de droga. Entre ellos se encontraba el ex sargento militar, Dimas Reyes y el colaborador de la policía Raúl Matta, entre otros.

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